«Las pensiones de los abuelos volverán a parar el golpe»

Ni siquiera se ha levantado el confinamiento y ya hay una nueva generación de pobres. Abundan los jóvenes con trabajos precarios que viven al día y sin capacidad de ahorro

18 mayo 2020 17:50 | Actualizado a 19 mayo 2020 06:44
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

«Vamos a volver a la situación en que los mayores pensionistas van a tener que ocuparse de la manutención de sus familiares más jóvenes». Así de claro lo ve el sociólogo Ángel Belzunegui, director de la Cátedra de Inclusión Social de la URV. Es una de las conclusiones a las que llegaba la cátedra en el informe que han realizado por encargo del Departament de Treball, Afers Socials i Famílies sobre la situación que dejará la pandemia.

Entre quienes serán más vulnerables en la crisis que ya asoma, Belzunegui destaca especialmente a los jóvenes menores de 35 años, un grupo muy afectado por la precariedad laboral. «Aunque paradójicamente buena parte de esa pobreza no quedará reflejada en la estadística porque viven con sus familias. Gracias a los ingresos de sus padres aparecerán como ‘no pobres’», explica.

Belzunegui pone un ejemplo típico de familia afectada en el territorio: él, jefe de cocina en un hotel; ella, dependienta de una cafetería. Ambos se han quedado sin trabajo y tienen dos hijos. «Hablamos de un perfil que nunca había pedido ayuda para comer, pero que con sueldos de 800 euros mensuales no tenía capacidad de ahorro», señala.

La pobreza súbita

Y es que, a los vulnerables de siempre, a los que ya conocen en servicios sociales y en las entidades, se han sumado estos días los que algunos han bautizado como «pobres súbitos».

Al sociólogo, no obstante, le sorprende menos que su situación se haya deteriorado tan rápido. La principal clave está, explica, en una precariedad laboral que califica de «insostenible».

A este cóctel se suma el peso «enorme» que supone para las familias pagar el alquiler o la compra de la vivienda. «Estamos hablando de una franja muy importante de la población que vive al día, pero no porque gasten por encima de sus posibilidades... Pongamos el caso de una familia de 3 o 4 personas que emplea el 60% en la vivienda. Si los dos adultos se quedan sin trabajo y tienen que seguir pagando es fácil quedarse en la miseria».

En resumen, con trabajos precarios como los que abundan en el sector servicios y empleando un porcentaje muy alto de los ingresos en la vivienda «va a ser muy difícil transitar por una crisis económica con garantías», señala.

La situación llevará, además, a un aumento en la pobreza infantil, especialmente en el caso de las parejas jóvenes que viven de manera independiente. A ellos habrá que sumar el efecto que tendrán las condiciones en que muchos niños están viviendo el desconfinamiento. «Va a haber que activar la educación de alguna manera, no conformarnos con mandarles deberes a los chavales y olvidarnos, porque en cuatro meses se van a quedar descolgados».

Tampoco habrá que olvidar la situación de los mayores que, por comparación, ahora parecerán estar en una mejor situación económica. «Es un dato envenenado», advierte, porque ellos también se van a empobrecer.

El sociólogo señala que si queremos aproximarnos a lo que viene habrá que comenzar a escuchar a las entidades que luchan contra la pobreza, porque suelen ser las que reciben los primeros indicios. Recuerda que en la última crisis económica, en 2008, cuando el Gobierno todavía no reconocía la gravedad de la situación, ellas ya advertían de que a sus puertas comenzaba a llamar mucha más gente de la habitual.

Las entidades, el termómetro

Anna Sabaté, coordinadora de Cruz Roja en la provincia de Tarragona, recuerda que desde que comenzó la pandemia hasta la semana pasada ya habían atendido a más de 15.000 personas en la demarcación.

Los primeros en recibir ayuda básica de subsistencia han sido las personas que súbitamente se quedaron sin ningún ingreso, como las empleadas del hogar sin contrato o personas con un empleo irregular. «Tenemos a los de siempre, a los que atendimos alguna vez y han vuelto, y a los nuevos vulnerables», explica.

La previsión de la entidad es seguir trabajando con el plan de emergencia Creu Roja Respon hasta el 31 de diciembre, «no creemos que antes disminuya el ritmo de trabajo», reconoce.

«Lo ideal sería que las políticas sociales empezaran a funcionar y las entidades nos quedáramos realizando el acompañamiento de estas personas, pero me temo que tendremos que seguir dando ayuda urgente», explica.

Sobre si hay capacidad para enfrentar lo que viene, admite que «estamos exhaustos pero contentos: la ayuda de urgencia tiene una parte muy satisfactoria, salvas el momento. Pero la recuperación es un camino largo y vienen días de decirle a gente que tiene que esperar porque también tienes que atender a otros, y eso no es fácil», sentencia.

Peticiones de ayuda triplicadas

La situación en Cáritas, admite Salvador Grané, presidente de la diocesana de Tarragona, no es muy distinta. Las peticiones de ayuda desde que comenzó la pandemia se han multiplicado por tres. Su temor, es que, como en otras crisis, la gente se canse de ayudar, que «pase de moda».

En su caso también prevén tener que seguir ofreciendo ayuda de emergencia al menos seis meses más. «Y ya no necesitarán solo un paquete de arroz, sino cómo pagar la habitación que tienen realquilada en un piso... Pasaremos unos momentos duros».

El papel de las administraciones será clave, explica, pero en su opinión no podremos fiarlo todo a los políticos sin contar con la implicación colectiva. En Cáritas, como en otras organizaciones, «las fuerzas han estado menguadas porque muchos voluntarios eran mayores y han tenido que quedarse en casa». Por eso llama a renovar el voluntariado. «Invito a todo el mundo a echar a una mano, a destinar una parte del tiempo a su comunidad».

Y es que, tal como coinciden Belzunegui y los consultados, las necesidades que habrá que cubrir no se refieren solo a la falta de medios económicos. «La soledad es la nueva vulnerabilidad, puede que seas mayor y tengas dinero para comprar comida o un medicamento, pero no tengas a nadie que lo haga por ti. Eso lo hemos visto», apunta Anna Sabaté.

A ellos habrá que sumar las personas con discapacidad. Algunas de las entidades que les atienden no conseguirán reabrir tras la crisis y la administración no tiene los medios para sustituirlas.

Grané, pese a todo, quiere dar un mensaje de optimismo: «Como sociedad, colectivamente, nos hemos comportado, en general, de manera admirable estos meses. Vamos a salir adelante».

Comentarios
Multimedia Diari