Lis Gutiérrez: «Nunca se habían alegrado tanto de vernos»

Enfermera a domicilio. Atiende a los pacientes más frágiles del CAP en sus casas. El virus ha multiplicado su trabajo que hoy es más necesario que nunca

01 mayo 2020 17:30 | Actualizado a 01 mayo 2020 18:37
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Cuando se piensa en sanitarios que luchan contra la pandemia enfundados en incómodos equipos de protección, lo primero que viene a la mente son quienes están en los hospitales, pero lo cierto es que hay otro frente, bastante menos visible, donde la batalla diaria es, justamente, para que los más frágiles no tengan que vérselas con el coronavirus: la atención primaria.

Lis Gutiérrez tiene 39 años y es enfermera en el CAP Torreforta-La Granja. Aunque la mayor parte de su trabajo no se desarrolla precisamente en una consulta, sino en las propias casas de los enfermos. Se trata sobre todo de personas de edad avanzada, frágiles, que sufren diferentes patologías, con problemas de movilidad, con enfermedades oncológicas o que están en cuidados paliativos.

Los pacientes«nunca se habían alegrado tanto de vernos», relata Lis. «Sobre todo al principio tenían miedo de que dejáramos de venir, pero al contrario, nosotros no hemos parado en ningún momento, tenemos más trabajo que nunca».

De hecho, a los pacientes que ya visitaban se han sumado otros enfermos mayores de 75 años con patologias crónicas, respiratorias, cardiacas y diabéticos, entre otros, a quienes ahora hacen en casa los controles y las curas que necesitan para evitar que acudan al CAP. Esto ha hecho incluso que se tenga que movilizar a enfermeras que habitualmente atienden en el centro.

Lo que sí ha hecho el coronavirus es cambiar es el esfuerzo que dedican a la protección. Antes de entrar en cada domicilio tienen que ponerse todo el equipo de proteción individual «que aforunadamente nunca nos han faltado», apunta. Se usa un equipo nuevo para cada casa. «Es incómodo porque son muchas horas con la mascarilla, la pantalla, los guantes, subir las escaleras. Sudas y la pantalla se empaña...», reconoce la enfermera.

Desde que comenzó la pandemia a las casas solo llevan en una bolsa desechable el material que se va a usar en cada sitio (a excepción de los aparatos que son posteriormene desinfectados).

El grupo en el que trabaja Lis está conformado íntegramente por mujeres: una médico de familia, Adleris Martínez, una trabajadora social, Marta Frontiñán, y otras dos enfermeras, Lourdes Aguilera y Àngels Company. «Es un trabajo muy de equipo», explica, aunque el virus también les ha obligado a trabajar en turnos en los que no coinciden por seguridad.

Una de las peculiaridades es que los pacientes cuenta con un teléfono móvil en el cual las pueden localizar. En estas circunstancias, no obstante, son ellas las que llaman con más frecuencia a los pacientes, especialmente a los que viven solos o tienen una situación complicada «están asustados y con mucha incertidumbre», dice. Esas llamadas de seguimiento también son la oportunidad para aclarar dudas sobre sus tratamientos o sobre su enfermedad.

Justamente esas llamadas son, estos días, lo que los pacientes más agradecen «no paran de darnos las gracias, se interesan por saber cómo estamos, nos dan ánimos... Es gratificante», relata.

Toca apoyar también a los cuidadores, muchos tienen a su cargo personas con deterioro cognitivo a quienes la crisis les ha dejado sin centros de día y otros recursos.

Sus visitas sirven, además, para detectar situaciones de vulnerabilidad social, así que cualquier incidencia la comunican a la trabajadora social, que en estos días también tiene mucho trabajo. «piense que tenemos personas que hacían prácticamente todas las comidas en el comedor social que ahora está cerrado», explica.

Lis asegura que ya no tiene miedo de contagiarse, pese a que es imposible saber quién ha entrado o salido de las casas que visita. Los primeros días reconoce que estaba en tensión, pensando en todos los pasos a seguir al llegar a casa para no contagiar a nadie, (tiene un hijo de 9 años), pero con los días todo el ritual de quitarse los zapatos, poner la ropa en una bolsa, ducharse... Se ha incorporado a su rutina, así que ahora piensa menos en ello.

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