Lo que el tiempo se llevó

Improvisación. Espimsa y marchantes no concretaron en 2007 
el regreso para cuando acabaran las obras en Corsini. El retraso del Mercat ha evaporado las buenas intenciones de hace 11 años

26 julio 2018 06:16 | Actualizado a 26 julio 2018 06:25
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Tarragona vive esta semana una agria polémica entre el Ayuntamiento y los marchantes por el calendario del regreso de los paradistas a la Plaça Corsini. Las dos partes han tensado la cuerda hasta el límite y, el pasado martes, se vivió un episodio esperpéntico, con solo tres paradas en la nueva ubicación y, el resto, de ruta por la ciudad para reivindicar lo que legítimamente reclaman. Se reunieron, sin acuerdo, con la concejal Elvira Ferrando (PSC), pero no lograron arrastrar al alcalde Josep Fèlix Ballesteros, quien en este tema opta por mantener un perfil bajo y ha dejado sola ante la polémica a la concejal de comercio. A pocos meses para las municipales, esto podría leerse como toda una declaración de intenciones, más después de la decepción por los Juegos del Mediterráneo.    

Dejando de lado la opinión que cada uno pueda tener sobre la existencia de este tipo de negocios, lo que es preocupante es que las dos partes no hayan sido capaces de llegar a un acuerdo durante más de once años. Sí, han leído bien. 10+1 años. Esto demuestra poca capacidad de diálogo o, lo que sería más grave, pocas ganas para llegar a un acuerdo.  
Los marchantes se trasladaron al tramo central de la Rambla Nova en abril de 2007 o, lo que es lo mismo, antes de que Ballesteros fuera alcalde, con el Nàstic en Primera división y sin El Corte Inglés en Tarragona.

¿Qué quiero decir con todo esto? que es incomprensible que la situación haya estado más de una década en punto muerto, sin que se concretara con detalle la fecha de regreso. Me refiero a que me parece sorprendente que en el acuerdo que se alcanzó para la primera mudanza –la de 2007, de la Plaça Corsini a la Rambla Nova– no hubiera un punto que detallara, por ejemplo, que el regreso de los marchantes se llevaría a cabo «el primer martes o jueves después de la finalización de las obras de urbanización de la Plaça Corsini». ¿No existe este punto? Si no es así, todo esto me parece muy poco serio, ya que se ha dejado demasiado espacio para la improvisación.  

El problema de fondo es otro. El acuerdo de 2007 se firmó en pleno periodo electoral, a pocos meses para las elecciones, con un equipo de gobierno (CiU-PP) que daba sus últimos coletazos antes del cambio en la Plaça de la Font de mayo de ese año. Fueron unas negociaciones que se llevaron a cabo bajo mucha presión y que, como mal menor, optaron por no enfadar a nadie. Café para todos.

En 2007, cuando se puso en marcha la carpa «provisional» de la Plaça Corsini, la previsión oficial era de una estancia de dos años de los marchantes en la Rambla Nova, pero la realista dibujaba un periodo de obras del Mercat Central de cinco o seis años. Sin embargo, ni el más pesimista esperaba que la reforma se alargara una década. ¿Qué ha comportado todo esto? Que el proceso haya contado con dos alcaldes (Nadal y Ballesteros), cuatro concejales de Comerç (Raül Font, Sergi de los Rios, Patricia Anton y Elvira Ferrando) e incontables consejeros de la empresa municipal Espimsa. Y el uno para el otro y la casa sin barrer. 
El tiempo ha pasado, las buenas intenciones de 2007 se han evaporado y ahora nadie se acuerda de las promesas de hace una década. Como dice el exrector de la URV Francesc Xavier Grau, «la buena voluntad no es eficiente». Y con el mercadillo tenemos un claro ejemplo de ello.  

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