Los CAP de Tarragona, «blindados»

Largas colas en las puertas de los ambulatorios y listas de espera de hasta una semana para ser visitado por el médico de cabecera, principales quejas de los usuarios

28 septiembre 2020 19:30 | Actualizado a 29 septiembre 2020 05:47
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Josefa y su marido esperaron de pie fuera del CAP Jaume I durante una hora de reloj. La mujer está perdiendo peso desde que le recetaron una medicación por la anemia que padece. «Llevo días llamando por teléfono al ambulatorio y aquí no contesta nadie. Solo necesito que me den hora para que me visite el médico de cabecera y explicarle mi caso», explica Josefa. La respuesta, tras una hora de espera, es que la doctora la llamará por teléfono el próximo 7 de octubre. De aquí a nueve días. «Es una vergüenza», sentenciaba la mujer.

A las puertas del CAP Jaume I, el Grup de Treball en Defensa de la Sanitat Pública a Tarragona recogía las quejas y reclamaciones de los usuarios. «Denuncian que los centros de atención primaria están blindados, que no se puede acceder a ellos, ni a través del teléfono ni in situ», explica Silvia Labodia, miembro de la entidad. Los CAP están saturados por el incremento de casos de Covid-19 en las últimas semanas y, también, por la laboriosa tarea que deben llevar a cabo los rastreadores. El resultado final son largas colas en las puertas de algunos ambulatorios y listas de espera eternas para acudir al médico de familia.

«Quejarnos, sabemos todos. Pero lo importante es que la reclamación quede sobre papel y que la hagamos llegar a los principales responsables. De esta manera, podremos solucionar algo», explica Lourdes Cadena, miembro del Grup de Treball en Defensa de la Sanitat Pública a Tarragona. Desde hace más o menos un mes, el colectivo se ha instalado en los CAP para recoger las reclamaciones de los pacientes enfadados con el funcionamiento post-Covid-19. «Nos hemos dado cuenta que los ambulatorios más problemáticos son el Jaume I, el de La Granja y el de Bonavista. En cambio, el de Sant Pere i Sant Pau y el de Sant Salvador, están un poco mejor», relata Labodia.

La gran parte de las reclamaciones se centran en tres aspectos: la misión imposible de que una llamada telefónica obtenga respuesta, las largas colas que se forman fuera de los equipamientos –de pie, aguantando el frío y el calor–, y, finalmente, las listas de espera de más de una semana para conseguir una visita con el médico de cabecera. «Es curioso. La mayoría de usuarios que esperan vienen por temas administrativos que, con una llamada, estarían más que resueltos. Sin embargo, se ven obligados a hacer más de una hora de cola», explica Estopà.

Antonio, de 82 años, solo llevaba veinte minutos en la cola cuando tiraba la toalla definitivamente, se rendía. «Es la segunda vez que vengo y me voy con las manos vacías», decía Antonio. Antes de abandonar, miembros del Grup de Treball en Defensa de la Sanitat Pública a Tarragona le dejaban la silla para que aguantara un rato más en la cola. «No es la primera vez que lo hacemos. Nos sabe mal cuando les vemos sufriendo», explicaba Estopà.

Salut intenta que en el interior de los CAP haya el menos número de pacientes posible, para evitar así el contagio. Es por esto que los usuarios deben esperarse fuera. «No lo entiendo, podemos ir a trabajar, podemos ir al colegio y a los bares. Pero no podemos entrar en una sala de espera», comentaba Labodia, quien añadía que «deberíamos poder hacerlo, eso sí, respetando las medidas de seguridad. Limpieza de manos, mascarilla y desinfección de los asientos».

«No tengo Internet»

Josefa y su marido, Enrique, llevan días llamando al CAP, pero aseguran que nadie les ha solucionado nado. «Una vez nos cogieron el teléfono y nos dijeron que, para pedir cita, tenía que descargarme una aplicación de móvil o acceder por Internet. ¡Pero si tengo 76 años, no tengo ni ordenador!», aseguraba Enrique, enfadado, a las puertas del ambulatorio.

También disgustada salía Anabel, de 32 años, quien cada día a las once se acerca al CAP para que le curen un forúnculo. «Me he tenido que esperar mucho rato y, cuando por fin me tocaba, me dicen que hoy me lo harán a las siete de la tarde», explicaba esta joven, quien añadía que «encima, como las administrativas que nos atienden también están angustiadas por la sobrecarga de trabajo, nos contestan mal a los pacientes».

El Grup de Treball en Defensa de la Sanitat Pública a Tarragona trasladará el recopilatorio de quejas y reclamaciones a los responsables de la Generalitat «para buscar soluciones inmediatas». La saturación post-Covid-19 en los ambulatorios está debilitando la parte más importante del sistema sanitario.

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