Los Pokémon invaden Reus y Tarragona

Las dos ciudades se han apuntado a la fiebre del Pokémon Go. Son muchos ya los jugadores que callejean todo el día a través de la pantalla del móvil y a la caza de los pequeños monstruos

19 mayo 2017 18:44 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:04
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Pájaros violentos, dragones voladores, estrellas enjoyadas, peces mágicos, murciélagos coloridos… El bestiario fantástico de Pokémon ha invadido todo el planeta y esta semana también ha llegado con mucha fuerza a Reus y Tarragona. La fiebre de Pikachu que invadió a muchos jóvenes de los 90 ha regresado en forma de tsunami digital gracias a Pokémon Go, una aplicación móvil que, de momento, sólo puede descargarse en algunos países del extranjero.

Sin embargo, por las calles de ambas ciudades ya se empiezan a ver nuevas generaciones de jóvenes, y no tan jóvenes, que han superado los impedimentos mediante páginas de descarga on line que permiten hacerse con la ansiada App. A partir de ahí, solo hace falta activar el GPS y buscar los pequeños monstruos por cualquier plaza, calle o monumento de la ciudad.

Así, aunque la plaza Mercadal de Reus esconda ya muy pocos secretos para sus vecinos, la cosa cambia si la observamos desde la pantalla del móvil. Es entonces cuando nos percatamos de que en el mundo virtual un puñado de Pókemons la custodian de día y de noche. Sus guardianes son un temible Tangela y un escurridizo y alado Pidgeotto.

Afortunadamente, disponemos de un buen arsenal de Pokéballs que hemos ido recopilando en la plaza Prim, primero, y junto a la estatua del Nen Gaudí, después, y que nos servirán para atraparlos. Tras varios intentos la misión resulta un éxito. Ya podemos seguir rastreando y callejeando por Reus a la búsqueda de más bestias y otros gadgets para mejorar nuestra destreza como cazadores.

El camino, no obstante, todavía será largo, ya que son muchos los niveles a superar y no gozamos de la fuerza para acceder en los gimnasios para Pokémons que hay tanto en el Parc Sant Jordi como en la plaza del Pintor Fortuny. Necesitamos más horas de juego.

 

De la Imperial a la Font

Algo parecido sucede en Tarragona. En el gimnasio instalado en la Font del Centenari – custodiado por una enorme y temible águila Pidgeotto– no acepta principiantes y, de momento, sólo nos hemos podido hacer con un pobre número de Pokébolls en la iglesia de Sant Pau. Allí, por cierto, aprovechamos para cazar un Pidgey ante el monumento a Lluís Companys y, pocos metros más adelante, a un Sandshrew, en el mismo puente de la Imperial Tárraco.

Llegados a este punto, la aventura nos sitúa en la Rambla Nova, donde haremos varias paradas para conseguir más bolas de caza e incluso algunos huevos para almacenar en una incubadora digital que llevamos con nosotros. A pesar del largo camino recorrido, al llegar a la Font del Centenari siguen sin aceptarnos en el gimnasio: Estamos en el nivel 2 y debemos llegar al 5.

Aprovechamos entonces para cazar un murciélago Zubat ante el Banco de España y nos marcamos como objetivo encontrar más Pokémons en la plaza de la Font. Nos queda mucho por aprender y evolucionar en el juego, pero ante el Ayuntamiento conseguimos hacernos, después de varios intentos, con un Golbat, una especie de murciélago que surge de la evolución del Zubat y que nos sitúa ya en el tercer nivel. Por fin!

 

Locura planetaria

Los dos breves fragmentos de las aventuras y desventuras por la calles de Reus y Tarragona son sólo una muestra de las posibilidades que ofrece el Pokémon Go, el nuevo juego para móviles de Nintendo que está arrasando en todo el mundo desde que saliera a la venta el pasado 7 de julio en los mercados de Estados Unidos, Autralia y Nueva Zelanda. De hecho, se calcula que centenares de miles de personas ya disfrutan de un fenómeno que apunta a desbancar del ranking a tótems como el Candy Crush o el Angry Birds.

Para descifrar el éxito que está cosechando el juego no basta con vincularlo a la fama de Pikachu. Estamos ante un título que aprovecha las principales herramientas y posibilidades de los actuales smartphones, o teléfonos inteligentes, y las combina de maravilla. Así es que el juego requiere de la cámara, el GPS, el callejero, conexión a Internet o la función de realidad aumentada. Todo ellos es lo que permite a los gamers moverse por su ciudad tranquilamente cazando Pokémons en sus avenidas, parques o monumentos. Y es que la acción en Pokémon Go transcurre en el mundo real pero siempre a través de una pantalla de móvil.

La enorme jugabilidad que ofrece la aplicacón es otra de las claves que sustentan el éxito de los Pókemons, cuyo nombre surge de la contracción del sintagma inglés pocket monsters (monstruos de bolsillo). Los hay de todo tipo de medidas y colores, de más avanzados o de más fuertes, pero todos ellos disponibles a lo largo de la aventura. Además, podemos jugar de forma individual o en el modo multijugador, donde el más hábil cazando monstruos siempre será el ganador.

El otro gran acierto de Nintendo es que el juego sea gratuito y que sus ingresos se generen a través de las micro transacciones a medida que avanzamos de nivel. Por contra, lo que peor llevarán los jugadores es que la aplicación consume rápidamente la batería del móvil, por lo que si deseamos jugar largas partidas será indispensable lograr una ‘Pokébateria’ de repuesto.

 

EL APUNTE

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) elaboró ayer mismo un comunicado advirtiendo tanto a padres como educadores de los posibles ‘riesgos’ a la hora de jugar al Pokémon Go.

  • Seguridad. No descargarlo hasta que no esté disponible oficialmente, ya que puede generar problemas o virus. 
  • Vigilancia. Controlar a los menores cuando salgan a jugarlo en la calle, debido a que utiliza la geolocalización.
  • Adicción. Es importante limitar el número de horas al día que se le dedican.
  • Economía. La App consume datos y batería a gran velocidad y el juego se basa en los micropagos. Todo esto podría acarrear más de una ‘sorpresa’ en la factura.
  • Integridad física. Estar constantemente pendiente de la pantalla del móvil a la vez que caminamos y exploramos la calle puede llevar a olvidarnos de coches, semáforos y otros peligros que pueden derivar en accidentes como ya ha sucedido.

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