Los animales nos delatan

Botellas, plásticos, heces, cigarrillos... Cuando uno pasea al perro se da cuenta de la gran cantidad de desechos que hay  en la vía pública. Los amigos caninos nos dejan en evidencia.   

03 mayo 2018 09:32 | Actualizado a 03 mayo 2018 09:38
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La visión que tengo del espacio público me ha cambiado desde hace unas semanas. Desde mediados de abril que, en casa, tenemos a una nueva inquilina como es Nala, una cachorra de pastor alemán de solo cuatro meses (y más de doce kilos de peso ya) que nació el día de Reyes. Hasta entonces, debo reconocer que iba por la calle como un ciudadano más, percatándome únicamente de lo justo en lo que se refiere al mobiliario urbano y al estado general de las aceras, creyéndome que Tarragona era, en general, una ciudad muy limpia. 

Desde hace unos días, sin embargo, estoy mucho más preocupado y, por qué no decirlo, decepcionado por el cuidado que los tarraconenses tienen de sus propias calles. Desde que sacamos a pasear a Nala he corroborado que Tarragona podría estar mucho más limpia, y que hay un enorme exceso de restos y desechos presentes en la vía pública. No estoy hablando de la obligación que tiene aquí la empresa encargada de llevar a cabo la limpieza de la ciudad, sino de la propia responsabilidad que tenemos los ciudadanos, y que creo que deja mucho que desear. 

Durante los paseos con el animal, que hago a diario por el entorno de la zona de Llevant, es una constante ver cómo Nala se encuentra y tiene la lógica tentación de introducirse plásticos, latas o hasta cristales en la boca. Mi trabajo como propietario es evitar a toda costa que coja todos estos restos, que realmente son un peligro para los animales y que hasta la fecha yo, personalmente, desconocía que fueran tan evidentes y que estuvieran tan presentes en las aceras. Pero nada más lejos de la realidad. Como dicen en Galicia, «haberlos, haylos». ¡Y muchos!  

Pequeñas botellas de plástico, paquetes de tabaco o cigarrillos son la tónica predominante, junto con los papeles o los restos de cristales. Como decía, mi obligación como responsable del animal es evitar que pueda hacerse daño tragando alguna de esas «porquerías», pero la obligación de los ciudadanos es depositar los restos donde corresponden, que son las papeleras o los contenedores, que en el caso de la zona de Llevant hay en gran cantidad, prácticamente en cada esquina. 

Todo esto, por no hablar de las heces, que pese a estar menos presentes que hace años, aún pueden encontrarse con bastante facilidad. Hace poco, el Ayuntamiento de Tarragona aprobó una nueva ordenanza que establece que los dueños deben evitar «micciones en las fachadas de edificios y en el mobiliario urbano». Además, se deben recoger las deposiciones «inmediatamente «y limpiar la parte de la vía, el espacio público o mobiliario urbano que haya resultado afectado». Los excrementos se deben depositar en los contenedores de ‘rebuig’ y las papeleras usando bolsas cerradas. La sanción por no recoger las heces, no limpiar o no desecharlas correctamente es de 300 euros.

Creo que la iniciativa de crear un registro de ADN de los perros para perseguir a los propietarios que no recojan los excrementos puede ser una medida interesante. Sin embargo, para que sea un éxito, el coste del análisis y de la puesta en marcha del sistema no debe ser muy elevado, ya que de lo contrario los propietarios seguirán sin registrar al animal o lo censarán en otro municipio para evitar la sanción, que amenazan que podría llegar hasta los 3.000 euros. Una exageración. 

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