Los ascensores del Amfiteatre y la Part Baixa no sirven

Entre el vandalismo y los problemas técnicos, ambos equipamientos rara vez operan con normalidad. El ayuntamiento dice que los reparará

28 agosto 2018 17:46 | Actualizado a 28 agosto 2018 17:51
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Es mediodía y la escena se repite: cada poco pasa alguien por la Vía Augusta (la mayoría de las veces uno o varios turistas) que se detiene ante las vistas del Amfiteatre y se dispone a bajar en el ascensor... Pero la espera se alarga infructuosamente hasta que descubre que el elevador  no funciona, aunque no haya ningún cartel que lo anuncie.

Y es que el equipamiento está dañado desde hace dos semanas cuando «la tormenta eléctrica destrozó dos placas electrónicas», según informan desde el Ayuntamiento de Tarragona, desde donde también prometen que «en dos semanas estará arreglado».

Pero el caso es que el mismo ascensor ya había estado averiado durante unas semanas a principios de verano, en junio, cuando fue objeto del vandalismo por parte de un grupo de jóvenes que le cayeron a patadas. A finales del año pasado también dejó de funcionar porque le arrancaron la botonera.

Y así, entre las averías del vandalismo (las más) y las causas técnicas (las menos), el elevador deja tirados con frecuencia a quienes lo usan para ir al Amfiteatre, al bar del Parque de les Granotes y también las familias con sillitas de bebé que van a la vecina Escola del Miracle, por ejemplo.

Núria Sabat, presidenta de la Associació de Veïns Tarragona Centre, señala que «queremos vivir del turismo pero no se invierte en mantener la ciudad en condiciones. Así difícilmente lo conseguiremos y, de cara a los vecinos, lo mismo: impide el acceso a los que tienen problemas de movilidad y a familias con cochecitos, etc».

El paso soterrado: peor

Pero así como en el caso del ascensor del Amfiteatre vecinos y comerciantes más o menos llevan la cronología de las veces que se daña, en el caso de los ascensores, también públicos, de la Plaça dels Carros, nadie recuerda cuánto tiempo llevan sin funcionar.

María Aguiló, una vecina que con dificultad baja las escaleras arrastrando un carrito de la compra, explica que los ascensores (hay dos, uno a cada extremo del paso) pasan más tiempo averiados que funcionando y que cuando funcionan muchas veces están impracticables. «La gente se asoma y no sube» dice, por culpa de la suciedad y porque más de una vez se han encontrado con que hay quien ha hecho sus necesidades dentro.

«La falta de higiene de las escaleras y los ascensores no ayuda en absoluto a querer hacer uso de ellos», confirma Meritxell Puvill, directora del Estudio de Danza, Arte y Flamenco, que se encuentra en el paseo de la Escullera al cruzar el paso.

En general, aunque en el paso soterrado se han eliminado las pintadas que solían ‘adornar’ las paredes, el sitio sigue estando lleno de hojas y basura. Eso sí, cuando hacemos la visita ‘solo’ está estropeada una de las cuatro escaleras eléctricas, «todo un lujo» como nos hacen ver algunos transeúntes.

Una persona que está sentada en el suelo pidiendo dinero dice que mucha culpa la tiene el incivismo y que más de una vez ha visto a jóvenes pateando las escaleras o el ascensor. 

Paradójicamente esta zona cuenta con cámaras de vigilancia (contamos siete) tal como anuncia un cartel que dice que la zona está videovigilada en un radio de 500 metros, algo que no parece tener efecto persuasivo entre incívicos y vándalos. 

En la puerta de uno se los ascensores sí se avisa de que hay una avería y que se reparará. Desde al Ayuntamiento explican que «a finales de semana recibirán unas piezas y a principios de la próxima estará en marcha».

Mientras, continúa el desfile de personas bajando y subiendo con sombrillas y sillas de playa, carros de la compra... «Cada vez que quiero ir a la playa o a pasear por el puerto con mi hijo y no puedo hacer uso de los ascensores o las escaleras mecánicas me siento indignado. Básicamente porque tengo que andar 2 kilómetros para poder cruzar por otro lado con el cochecito», explica Javier, padre de un niño de 10 meses.

Mari Carmen Puig, presidenta de la Associació de Veïns del Barri del Port, explica que las quejas de los vecinos sobre el estado del paso soterrado son constantes. «Llevamos tiempo reclamando que han incomunicado tanto a los coches como a la personas con problemas de movilidad» señala.

En la misma línea opina Carles Balañà, usuario de una silla de ruedas, quien considera que con la construcción de este paso soterrado se creó una barrera arquitectónica donde no la había porque los ascensores nunca funcionan. Él, de hecho, reconoce que ha dejado de ir a la zona.

«Alguna vez me ha tocado ir junto a otras personas que no iban en silla de ruedas que han tenido que esperarme media hora a que yo de la vuelta por el puente de El Serrallo... Ha sido todo un despropósito», señala.

Justo a la entrada del paso soterrado una pegatina en el suelo recuerda que aquella es una de las  rutas propuesta para los cruceristas. «¡Dios los agarre confesados!», comenta una vecina.

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