Los ayuntamientos salen al rescate de los edificios zombie de la burbuja

Los consistorios median para buscar constructores que acaben y vendan los esqueletos que dejó el boom inmobiliario. En pueblos pequeños generan degradación, peligros y riesgo de ocupación

21 marzo 2019 09:48 | Actualizado a 21 marzo 2019 10:11
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«Se busca promotor», luce el reclamo, como un llamamiento para solucionar un problema que se enquista en numerosos municipios, tanto del interior como de la costa: los esqueletos que dejó tras de sí el estallido de la burbuja, los edificios zombies, a medio construir, detenidos en el tiempo. 

Estructuras de acero y hormigón, urbanizaciones desiertas y bloques por acabar languidecen, diez años después, degradando el paisaje, pasto de la devastación y en algunos casos hasta del vandalismo. Por eso los ayuntamientos se han puesto a trabajar para solucionar el problema y mediar en busca de un constructor que acabe estas obras cadáver que son un quebradero de cabeza. 

Uno de los casos está en Sant Jaume dels Domenys (Baix Penedès). Allí se busca un constructor que termine siete pisos, con sus locales y garajes. «Es una promoción que está tapiada. El constructor se quedó sin poder acabar la obra, que está muy avanzada y busca a alguien que la termine», explica Estrella Molina, responsable de la inmobiliaria Star, en Segur de Calafell, que negocia en la operación para poder acabar vendiendo esos pisos. 

En estos casos, la permuta es el movimiento habitual: se da la obra a cambio de quedarse con algo de beneficio de la venta. «Cuesta encontrar a promotores interesados, porque siempre hay riesgos», explica Estrella Molina.

Dejadez y peligro de ocupas
A su favor juega el interés de los ayuntamientos por deshacerse de estos activos que perjudican la convivencia en el día a día: degradación, dejadez, suciedad y estética, por no hablar de los riesgos de la ocupación. Magí Pallarès, alcalde de Sant Jaume dels Domenys, hace de intermediario: «Dentro de la legalidad vigente intentamos poner en contacto al dueño con el posible promotor». El edil tarraconense reconoce que tanto ese edificio como otro en la misma situación suponen un problema: «Nos preocupa. Tuvimos que tapiar para que no entraran. También hubo algún problema de vandalismo. Por eso queremos que alguien se haga cargo, que acabe de construir y genere riqueza y empleo en el pueblo». 

Las ofertas abundan. En una zona peatonal en pleno centro de Amposta, hay otro ejemplo: un bloque de cuatro pisos y un local edificados pero sin acabar. Se vende por 145.000 euros. «Se quedó sin acabar en el año 2008, cuando llegó la crisis y en este tiempo no se ha hecho nada. A nadie le ha interesado. Nosotros no queremos terminarlo y buscamos a algún constructor que lo acabe, lo ponga a la venta y pueda sacar algo de beneficio», comenta Elena, la intermediaria, esperanzada: «Parece que en los últimos dos años hay algo más de interés pero aún no se ha concretado nada». 

En Les Gunyoles, en La Secuita, se levanta imponente una estructura de hormigón armado. La empresa constructora sigue funcionando pero ahora prefiere deshacerse de ese activo y que sea otro promotor quien termine una obra que se detuvo hace cinco años. «Es posible que aparezca alguien para que la termine, es una buena oferta y puede haber interés», explican desde DF Gestió, la empresa que ofrece la mediación en esta operación. Son 250.000 euros para acabar de construir 14 viviendas, 14 plazas de aparcamiento, cuatro trasteros y 11 terrazas. 

Más allá del largo goteo de ejemplos, la situación es compleja para muchas poblaciones tarraconenses. «En los grandes municipios como Salou, Vila-seca, Tarragona o Reus queda algo de obra parada pero es testimonial. El problema principal están en las Terres de l’Ebre y en pueblos pequeños y diseminados, en obras que no eran muy grandes, de cuatro o cinco pisos. Todo eso ha quedado muy tocado», explica Daniel Roig, presidente de la Comissió Provincial en Tarragona de la Associació de Promotors de Catalunya. 

Obras reanudadas
Los edificios detenidos en la nada se han ido acabando en lugares de más demanda. «La gran mayoría de obras paradas no están en manos de las empresas, sino de los bancos o de la Sareb. Allí donde había demanda, los bancos han reemprendido las obras ellos mismos o las han conseguido vender a promotores para que las terminaran», indica Roig. 

Otra cosa es en pueblos más pequeños del interior. «La problemática principal la tienen decenas de ayuntamientos pequeños donde es muy difícil dar salida a algunos activos. Hay muchas estructuras paradas en urbanizaciones de Roda de Berà o Torredembarra. Son núcleos diseminados», añade Roig. También en L’Aldea, el Mirador del Ebro quedó en ‘standby’ y el ayuntamiento intenta reflotarlo. «Hemos intervenido, junto con la Generalitat, para que el proyecto se llevara a cabo y pudiera recuperarse. Hemos instado a una planificación para quitar esa imagen de mala planificación urbanística», relata Daniel Andreu, alcalde de L’Aldea. El edil admite que se ha dado un paso más: «Un fondo de inversión se acaba de quedar la mayor parte que tenía Martinsa-Fadesa, el constructor. Hay que ver qué planes tiene». El Mirador del Ebro era una urbanización que iba a acoger a 4.000 habitantes. La quiebra de Martinsa-Fadesa la dejó en el limbo. 

Es difícil cuantificar con exactitud cuántos bloques fantasma quedan en la geografía provincial. En Tarragona, quedan 11.966 viviendas nuevas sin habitar, herencia de los años efervescentes del tocho. Se trata de un número aún abultado, a pesar de que se ha ido reduciendo a cada año. No significa que sean casas por terminar sino simplemente no vendidas. 

Un termómetro del fenómeno lo muestra el catálogo de la Sareb, el popularmente denominado como banco malo, que se quedó con un ingente volumen de activos tóxicos. De hecho, esta sociedad de gestión ha impulsado la campaña ‘Obra parada’. Actualmente, en ese catálogo hay 18 edificios en venta en lugares como Deltebre, Reus, Tortosa, Flix, Perafort, El Vendrell, El Morell o Roda de Berà. En total, son casi 420 viviendas que están por terminar. 

«Va a depender de la ubicación pero también del precio y de la financiación», cuenta el economista tarraconense Rafael Muñoz, del gabinete de estudios de la Cepta. «En Irlanda, los inmuebles que no se venden se acaban demoliendo. A lo mejor aquí habrá que hacer lo mismo algún día», añade Muñoz, que distingue casuísticas distintas en función del lugar: «En el Delta se construyó pensando en un aumento de ese lugar como polo turístico, hacia el sur. Tanto ahí como en el Baix Penedès, donde hubo un monocultivo de la construcción que ahora ha provocado ese alto índice de paro, será difícil que se venda. Puede haber viviendas irrecuperables». 

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