Los barracones de la vergüenza de Tarragona

Análisis. La Escola L’Arrabassada y la Ponent son los dos centros de Tarragona ciudad que todavía están en módulos prefabricados

11 enero 2020 07:30 | Actualizado a 22 enero 2020 12:39
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Arianna Ciurana, presidenta del AMPA de la Escola L’Arrabassada, me contaba ayer que los niños de P3, cuando llueve, lo tienen complicado para ir al comedor. «Los mayores aún, porque van corriendo y apenas se mojan, pero los más pequeños... pobres», explicaba Ciurana. Solo puedo sentir vergüenza ajena. No sé de quien es la culpa o la responsabilidad. Pero no puede ser que un colegio lleve trece años impartiendo clases entre barracones. No puede ser por muchas cosas, pero sobre todo porque no se trata de un hecho aislado. En Catalunya hay cerca de mil módulos prefabricados que dan cobijo a más de un millón y medio de alumnos. Cuando más repito los argumentos, más vergüenza siento.

En Tarragona ciudad hay dos escuelas que, íntegramente, están formadas por barracones. La de L’Arrabassada y la de Ponent. Ésta última se creó en el año 2008 y en abril de 2019, once años después, el Parlament de Catalunya aprobó eliminar los módulos prefabricados y construir un edificio definitivo para dar cabida a los alumnos. Pero no hay novedad. Curioso es sobre todo este caso al recordar que, en los últimos años, la Generalitat se ha gastado 18 millones de euros en la construcción del Palau d’Esports, pieza clave para la celebración de los Juegos Mediterráneos del 2018, y que se encuentra a escasos metros de la Escola Ponent. El pabellón es un equipamiento que, actualmente, no se le conoce ni oficio ni beneficio. Con esta inyección de dinero se podría haber construido, como mínimo, cuatro escuelas. ¿Aún sentimos más vergüenza, verdad?

Ciurana –del AMPA de L’Arrabassada– también me contaba que la mayoría de escuelas que empezaron como ellos, actualmente ya cuentan con un edificio en condiciones y, algunos incluso, con goteras. Estos módulos prefabricados están pensados para ser provisionales. Con el paso del tiempo, a pesar de contar con un buen mantenimiento, van perdiendo cualidades y los alumnos son los perjudicados.

Pero a la otra cara de la moneda está la tarea de los profesores. Ciurana, como representante de los familiares, me emociona cuando habla de que «si no fuera porque los docentes creen firmemente en su proyecto de escuela, esto no sería posible hacerlo en barracones». Pero ya están cansados. Piden que, tras 13 años de barracones, sus hijos e hijas puedan escolarizarse con dignidad. Sin tener que mojarse cada vez que necesitan ir al lavabo o al comedor. Estos módulos no hacen más que esconder las promesas incumplidas de la administración.

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