«Los equipos sociales estamos muy cansados, y esto no baja»

Los tećnicos y voluntarios de Creu Roja no han parado desde el inicio de la pandemia: han entregado alimentos a 67.193 personas en la demarcación y las peticiones no dejan de crecer

12 octubre 2020 19:00 | Actualizado a 13 octubre 2020 07:25
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«Los equipos sociales estamos muy cansados, y esto no baja», reconoce Anna Sabaté, coordinadora provincial de Creu Roja Tarragona. Igual que ha ocurrido con los sanitarios, a ellos la pandemia tampoco les ha dado un respiro.

Y es que, desde que comenzó la epidemia hasta el 30 de septiembre, la entidad ha atendido directamente en la demarcación a 19.198 familias, un total de 67.193 personas con ayudas de primera necesidad, como alimentos y productos de higiene.

«Nos encontramos con que cualquier llamada, cualquier contacto, se transforma en una petición de ayuda. Por ejemplo, estamos comenzando a llamar para recordar a algunos colectivos vulnerables la necesidad de vacunarse contra la gripe, y la llamada termina con ellos pidiendo comida», explica Sabaté.

La sede de la entidad en la Avinguda d’Andorra «parece un supermercado, hay palets arriba y abajo; hemos tenido que pasar de dos a cuatro días de entregas de alimentos porque no damos abasto con las colas», explica.

En el caso de la demarcación se ha hecho evidente la debacle en el sector servicios, especialmente en el turismo, que ha hecho que muchas personas se quedaran sin ingresos súbitamente y sin perspectivas de recuperarlos. En muchos casos se trata de personas que nunca habían recurrido a la ayuda social.

La crisis ha dejado en evidencia, además, las consecuencias de la precariedad laboral, especialmente entre los más jóvenes. Según el estudio «Impacto de la Covid-19 en colectivos vulnerables», presentado por Creu Roja en Catalunya la semana pasada, en el que se ha encuestado a las personas que han recibido atención de la entidad, el 22% no contaba actualmente con ningún ingreso, un 15,6% se encontraba afectado por un expediente de regulación de empleo en su empresa, y un 13% contaba exclusivamente con Creu Roja para salir adelante.

Digitalización, otra vulnerabilidad

Pero además de dejar a miles de familias sin poder cubrir sus necesidades básicas, Sabaté advierte que esta situación deja en evidencia otra vulnerabilidad: la brecha digital. Y es que, señala, son muchos los colectivos que por cuestión económica, de formación o edad, no tienen los medios o capacitación para poder solicitar las ayudas o servicios por internet.

Para muchas administraciones el trabajo es una medida efectiva para cuidar a sus empleados y evitar la expansión de la pandemia, pero no hay que olvidar que hay un número importante de personas que con esta fórmula se queda fuera de la atención, «personas que no serán capaces de pedir el ingreso mínimo vital o tramitar una ayuda al alquiler, igual que no tienen cómo instalarse la aplicación para comunicarse con su médico de cabecera», dice Sabaté.

El informe recoge también que, a nivel catalán, un 43% de los alumnos de las familias que atiende la entidad no pudieron seguir el curso mientras estaban confinados porque no tenían dispositivos, no disponían de conexión o por las circunstancias que se estaban viviendo en sus casas.

Y no solo se trata de problemas económicos. Durante el confinamiento los voluntarios de Tarragona atendieron a mayores que, pese a tener recursos suficientes, no sabían cómo comprar comida o los medicamentos vía web.

De la soledad a la ansiedad

Además de la ayuda básica y de actuaciones de urgencia, como la instalación de un albergue para personas sin hogar por instrucciones del Ayuntamiento de Tarragona, la entidad también ha hecho una importante labor de acompañamiento, lo que se ha traducido en unas 15.000 llamadas en la demarcación.

Durante el confinamiento acompañar emocionalmente a las personas solas, especialmente mayores, fue prioritario, pero para muchos ahora la situación en más angustiosa que entonces. Los usuarios refieren estar más preocupados debido a la incertidumbre; las personas con hijos pequeños no saben qué harán si tienen que confinarse y los trabajadores no saben si su empresa les va a despedir, entre otros.

La solidaridad que no falla

La otra cara de la emergencia sanitaria es la solidaridad, en el caso de Creu Roja evidenciada por las empresas y particulares que aportaron recursos en un primer momento, incluso antes que las administraciones.

La otra pata, además de los técnicos, que han trabajado sin horarios, son los voluntarios. En los momentos álgidos de la primera ola se consiguió que los más mayores o con factores de riesgo se quedaran en casa, pero ahora ya muchos se encuentran al pie del cañón. Han contabilizado 16.932 horas de acción voluntaria.

Durante el estado de alarma recibieron 544 solicitudes de personas que querían incorporarse como voluntarias, de las cuales 312 siguen en la entidad y, aunque no todos continúan en la acción directa, se puede contar con ellos en caso de emergencia. Y se necesitan más, especialmente para la atención telefónica, que apenas da abasto con tanta demanda.

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