Los límites de la comedia: no disparen al humorista

El polémico monólogo de Rober Bodegas sobre los gitanos pone otra vez en la picota a lo políticamente correcto. Artistas tarraconenses opinan: aún hay tabúes, la piel es más fina y las redes sociales amplifican

10 septiembre 2018 09:35 | Actualizado a 10 septiembre 2018 10:06
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Jaime Borromeo actuaba en un pueblo de Valencia y aquella noche prefirió, debido a parte del público, ahorrarse un chiste sobre gitanos que incluye en sus shows. «Opté por obviarlo. A veces no todo el mundo entiende la broma», sostiene el humorista de Bonastre (Baix Penedès), con 26 años haciendo humor en los escenarios y las televisiones de toda España. 

A Oscárboles, el cantautor tarraconense, la canción 'El vampiro' le granjeó protestas. «Me dijeron que me pasaba mucho, cuando en realidad es un tema feminista. Cuando abordas ciertos temas te suele pasar. Con algunas canciones sobre el sexo se me acusa de machista», cuenta él. Lo mismo le pasó a Paco Enlaluna, guionista y compositor. Alguna canción un poco más subida de tono provocó las quejas de unos padres. 

«Hay una sociedad más inquisitorial porque hay mucho tabú. Hay colectivos que viven su causa con cierta obsesión, que la tienen como sagrada», desgrana Oscárboles. Varios chistes sobre gitanos en un monólogo del humorista gallego Rober Bodegas desataron la ira de parte del colectivo. Recibió más de 400 amenazas de muerte a través de las redes y acabó retirando el vídeo y pidiendo disculpas a «todas las personas que se hayan sentido ofendidas». 

De paso se abrió, por enésima vez, el debate de los límites del humor. «Soy de los que siempre he dicho que el humor no tienen ningún límite, es como la poesía. Sí hay maneras de tratar los temas, unos tempos, unos momentos de hacerlo», cuenta Elchicotriste, alias del dibujante de cómics, humorista gráfico e ilustrador tarraconense Miguel Villalba, que apunta: «No debería haber ningún tema tabú, pero sí cómo enfocarlo. Pero por temática no le pongo límites a nada. Eso sería traicionar el humor». Elchicotriste pone un ejemplo: «Cuando mi padre murió, hace dos años, hice un chiste sobre el tema a los diez minutos de conocer la noticia. Otro caso es claro: el puente de Génova que se cayó. No es lo mismo hacer un chiste a los diez minutos que hacerlo a las tres semanas». 

«Un dolor demasiado grande»
«Yo nunca haría un chiste sobre personas con una enfermedad grave. Cada cómico debería poner sus límites, porque te la puedes jugar», admite Jaime Borromeo. «Yo no me imagino el límite, quizás sería hacer un chiste que provocar un dolor demasiado grande», reconoce Paco Enlaluna. 

Javi Benítez, monologuista de Cambrils que se ha hecho un hueco en el panorama español del género, pondría el límite más o menos en ese mismo lugar: «Soy de la escuela de Albert Boira. Estoy de acuerdo con él en que te puedes meter con algo de alguien que haya podido escoger, pero no con lo que te ha venido dado. Por eso, intento no hacer chistes, por ejemplo, con la enfermedad grave de alguien». Benítez es veterano en el monólogo, el formato objeto de la polémica de Rober Bodegas, al que defiende a ultranza: «Me ha parecido exageradísimo todo lo que ha pasado. Ha sido incoherente, fuera de lugar. Desde siempre se han hecho chistes de etnias y nunca ha pasado nada». 

Variedad de opiniones para un enfoque de consenso: la clave son las circunstancias y los condicionantes que rodean al hecho humorístico. A eso se añade una tendencia, más o menos actual, que tiene que ver con el aumento de la sensibilidad y el advenimiento de la autocensura. «Cuando escribo para mis espectáculos a veces me pongo una autocensura que no quiero ponerme, pero el inconsciente me obliga a ello. Sé que es un error por mi parte», se lamenta Paco Enlaluna. 

Los humoristas abogan por que imperen los códigos de la comedia, ese pacto ficcional con el espectador que, de alguna manera, protege y da licencias. «Lo que a veces no se entiende es que cuando el cómico está en el escenario, ocupa un contexto en el que no hace apología de lo que dice. Juega con los códigos de la comedia, que por otra parte ha perdido mucha libertad», dice Paco Enlaluna. «En el fondo, hacemos una representación. Es un teatro. No tenemos por qué identificarnos con aquello que estamos contando. Algunos no terminan de entender eso», añade Javi Benítez. 

Oscárboles, como otros, incide en cómo, de alguna manera, las polémicas recientes han repercutido en esas libertades. «La autocensura existe mucho. Hay temas en los que tienes que ser muy cuidadoso. A la mínima te acusan. Eso sucede porque hay mucho fundamentalista. Yo tengo humor negro pero no me gusta ofender. Prefiero tocar la llaguita y quedarme en eso. Pero tampoco me gusta que haya límites del humor. Yo nunca voy a criticar un chiste o un monólogo. Los disfruto, aunque prefiera no ofender». 

Con la ética por delante
Mariano 1,85, otro histórico con 40 años de humor a sus espaldas, cree que sí debe haber algún límite: «Siempre he puesto por delante la ética a todo lo demás. Puedes caricaturizar y exagerar, pero sin faltar el respeto a nadie. Hay temas sensibles, como una disminución física, las etnias… He evitado siempre las cosas muy ácidas. Lo que buscas siempre es entretener sin molestar. Gila, Eugenio, Tip y Coll… todos hemos tenido un código deontológico». Eso sí, Mariano cree que no se debe renunciar a la transgresión y que siempre puede haber ofendidos sin haberlo previsto: «No concibo el humor sin crítica. Es una hoja de doble filo. Hay gente con la piel muy fina pero también hay cómicos con poco talento que usan el extremo para llamar la atención». 

A todo esto, las redes sociales han amplificado la repercusión de un chiste controvertido o considerado ofensivo por algunos. «Antes no había una relación tan inmediata ni directa. Las amenazas no eran tan fáciles de expresar ni de hacer llegar», cuenta Paco Enlaluna. «Las redes hacen que todos puedan opinar, a veces anónimamente. Han hecho que todo el mundo sea más susceptible. No sé por qué razón pasa. Hace 30 años Arévalo hacía chistes de gangosos y homosexuales y no pasaba nada», añade Jaime Borromeo. 

Elchicotriste habla directamente de una involución: «Estamos en una regresión brutal. Hace 20 años se podía hacer humor con tranquilidad. Y he detectado algo también derivado de la gente que habita las redes sociales. Se habla mucho de la derecha rancia y casposa, pero resulta que los límites nuevos los pone aquellos que se denominan como nueva izquierda. Es la gente más agresiva e intolerante». El ilustrador tarraconense pone algunos ejemplos: «Hay tres temas que no puedes tocar, porque te despellejan en las redes. Uno es el veganismo. El otro es el feminismo, que es un tema muy serio que a veces se ha convertido en una caricatura que molesta incluso a los auténticos feministas. La otra cuestión es el chalet de Galapagar. Si lo tocas, te llueven por todos los lados». 

Elchicotriste arroja una explicación a estos nuevos tiempos de vigilancia y ocasional linchamiento en la red: «Para mí, todo tiene que ver con la crisis económica. El nivel de vida ha bajado, los políticos han radicalizado los discursos, han radicalizado a la gente para meterse votos en el bolsillo. Eso se ha trasladado a la sociedad. Creo que lo que pasa con el humor forma parte de eso». 

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