Los pakistaníes toman los comercios de barrio de Tarragona

Abren hasta la madrugada, cumplen con la legislación horaria y se ayudan entre ellos. Verdulerías, fruterías o 'súpers' son sus nichos predilectos. Socorren a deshoras al cliente

19 mayo 2017 15:49 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:22
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Trabajan hasta 12 horas diarias, abren los festivos y han resistido a la crisis. «Son empleados de primera, dedican al negocio más horas que los de aquí y abren lo máximo para poder aguantar», dice Redouane Ennajy, traductor e intérprete afincado en Tarragona. Él les conoce bien. El ciudadano pakistaní, en su ánimo emprendedor, se ha hecho con parte del comercio de proximidad.

Sus negocios proliferan por los barrios de la periferia pero también por el mismo centro de Tarragona, por calles tan transversales como Rambla Vella, Estanislau Figueras, Prat de la Riba y Pere Martell. También sucede en Reus. El nombre de uno de esos comercios en la calle Batan denota la filosofía de esta economía emergente en las ciudades: Supermercado 365.

Hay tres tipos de negocios: las fruterías y verdulerías, los badulaques (que recuperan la esencia de los tradicionales colmados o las tiendas de ultramarinos) y los kebabs. Para buena parte de tarraconenses estos establecimientos son todo ventajas, por proximidad, por unos horarios ‘non stop’ y porque en ellos es posible encontrar a cualquier hora casi todo lo necesario, desde una pizza para una cena socorrida a productos de limpieza. «Tienen otra mentalidad diferente a la nuestra, una forma de vivir distinta», comenta Florenci Nieto, presidente de Pimec Comerç en Tarragona sobre sus horarios.

Exhiben una gran capacidad de sacrificio. «Todo el mundo tiene derecho a trabajar. Se han ido d es un país para ganarse la vida en otro sitio. Tienen un estilo diferente. Quizás la necesidad tampoco sea la misma que la nuestra. Nosotros no trabajamos como ellos, que hacen horas y horas, y a las doce de la noche aún están», cuenta Salvador Minguella, presidente de la Via T de Tarragona.

‘Vender terrenos e instalarse’

Suelen venir solos desde Pakistán y al cabo del tiempo, cuando pueden, reagrupan a la familia. «Muchos de ellos vienen con algo de dinero. A veces trabajan para otros al principio y luego montan el negocio por su cuenta. Otros vendieron terrenos en Pakistán para ganar algo de dinero con el que venir aquí. Algunos, si les va bien, suelen tener dos negocios», añade Redouane Ennajy.

¿Pero cómo se financian para impulsar el negocio en sus inicios?. Más allá de los ahorros almacenados, también piden créditos al banco y se apoyan en cierto proteccionismo entre compatriotas. «Abren gracias a la riqueza y al patrimonio familiar, y se ayudan entre miembros de la misma familia, aunque también acuden a la banca», explica Florenci Nieto.

No ocurre con otras comunidades de comerciantes extranjeros. Los pakistaníes, a diferencia de los marroquíes, se ayudan entre ellos para ser más fuertes. «Hay mucho compañerismo. Se pueden ayudar en momentos puntuales, para salir adelante cuando las cosas no les van bien», aporta Redouane Ennajy.

Los clientes van más allá de los compatriotas. A estos establecimientos acuden algunos tarraconenses de toda la vida. «Hay verdulerías y fruterías que compran al por mayor en los mismos sitios a los que acuden los comerciantes de aquí. Y tienen la mejor verdura y la mejor bruta, y tienen el mismo cuidado con su negocio», cuenta Florenci Nieto.

Existen, sin embargo, recelos, sobre todo en cuanto al cumplimiento de horarios. Algunos ciudadanos tienen la sensación de que ese pequeño local siempre está abierto, bajes a la hora que bajes. Además, atiende siempre la misma persona en caja. La ley de horarios permite una flexibilidad mayor a partir de unos determinados metros cuadrados.

Desmontar leyendas

De hecho, los locales de menos de 150 metros cuadrados tienen horario abierto. Es ahí donde pueden diferenciarse y captar clientela en esas franjas horarias en las que los demás cierran. «Han buscado las rendijas de la legislación, con precios ajustados, locales de dimensión pequeña y más flexibilidad de horarios. No es cierto que siempre sean más económicos, pero sí que aprovechan que a ciertas horas hay menos competencia para hacer negocio», cuenta Josep Lladós, profesor de Economía y Empresa en la UOC. Ofrece otra clave: «Ellos asumen condiciones poco atractivas para el trabajador de aquí. Dedican muchas horas para un rendimiento económico muy bajo».

El reto para muchos es romper tópicos y desmontar rumores y leyendas urbanas en torno a los comercios de recién llegados. Entidades como Pimec han hecho campañas al respecto. Ni es verdad que no respeten los horarios ni los festivos, ni que no paguen impuestos o que suban la persiana sin pedir permiso al ayuntamiento. Los controles de las fuerzas policiales les vigilan le cerca. «Nunca es bueno que paguen justos por pecadores, pero sí es cierto que algunos se deberían integrar más. Por ejemplo, cuando entras en un comercio suyo a veces ellos siguen hablando en su idioma. Eso hace que el cliente no se sienta del todo cómodo», cuenta Florenci Nieto, que añade: «Entre los recién llegados hay más infracciones que entre los autóctonos, pero por eso no conviene generalizar. Todo el mundo tiene que hacer las cosas correctamente». Estos colmados, a veces en el punto de mira, han llegado para quedarse y cambiar el paisaje comercial de las ciudades.

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