Los peces no se comunican ni sonríen, pero sí sufren

Expertos manifiestan que estos animales tienen buena memoria, desmintiendo así la leyenda a la que contribuye la película ‘Nemo’

09 julio 2019 10:47 | Actualizado a 09 julio 2019 10:50
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Los peces no se comunican con las personas y no tienen expresiones faciales que les hagan simpáticos o cercanos pero sufren como otros animales, según las evidencias que van acumulando los científicos y expertos en bienestar animal.

Así lo han explicado diversos expertos que han participado en una jornada sobre bienestar animal en peces organizada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la Sociedad Catalana de Biología, la Red de referencia en Acuicultura de Cataluña y la Red temática de bienestar y estrés en peces, que se celebró en Barcelona.

Los receptores del dolor y las vías nerviosas de conexión al cerebro de los peces son las mismas que en humanos y los fármacos analgésicos contra los estímulos dolorosos también funcionan en peces, aunque los centros de procesamiento del cerebro sean bastante diferentes, según explicó el doctor en Biología Lluís Tort, de la UAB, participante en el encuentro.

Aunque en los peces es más difícil diferenciar entre bienestar y salud o estrés y enfermedad, durante la jornada se presentaron evidencias respecto al dolor y el estrés que pueden padecer estos animales. También se expusieron evidencias de la gran capacidad de aprendizaje de los peces, de sus complejos comportamientos sociales y familiares y, en particular, de su buena memoria, extremo que desmiente la leyenda de que su memoria dura tres segundos, a la que contribuyó la popular película Nemo, indicó Tort.

La doctora en Oceanografía y bióloga Elena Lara, miembro de la asociación Compassion in World Farming (CIWF), también participó en el encuentro, en el que firmó que está «suficientemente demostrado» que los peces pueden sentir dolor, por lo que abogó por que se aturda a los peces de manera efectiva antes de proceder a su sacrificio.

El aturdimiento en peces no se cumple en algunos de los procedimientos que se usan actualmente en la acuicultura, con el consiguiente riesgo de infligir dolor a los peces, indicó Lara, que recordó que la ley europea sobre sacrificio de animales sin crueldad no especifica nada sobre los peces.

Actualmente, los peces pueden ser sacrificados con CO2, con baños de sal o de amoniaco, ser desangrados sin aturdirlos previamente o asfixiados en hielo, una agonía esta última que supone unos 40 minutos de asfixia, describió Elena Lara. La oceanógrafa denuncia, además, el «sinsentido» que representa pescar anchoas y sardinas salvajes para convertirlas en harina y aceite de pescado con las que alimentar a peces de piscifactoría, como salmones, doradas y lubinas, y también a cerdos y pollos.

Por su parte, el doctor Javier Sánchez-Vázquez, de la Universidad de Murcia, aseguró que las secreciones hormonales, la actividad nerviosa y el metabolismo de los peces dependen de ritmos relacionados con los ciclos de luz y oscuridad o la temperatura, demostrando que el efecto de un anestésico o la absorción de una dieta dependen de estos biociclos.

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