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Nacho Cancio es el coordinador de playas de Creu Roja en Tarragona. Esta es su séptima campaña en el socorrismo, así que tiene perspectiva para ver cómo han cambiado las cosas este verano en las playas de la ciudad.
Lo primero que explica es que los socorristas comparten la impresión de que la afluencia de personas es similar a la de años anteriores, con la diferencia de que el temporal se llevó metros de playa, con lo que ahora dan la impresión de estar más llenas.
Asegura que, en general, la gente mantiene las distancias de seguridad y el uso de mascarillas para acceder a la playa. Más confusión hay con la obligación de llevarla cuando se pasea por la orilla. Dice que habría que tener más cuidado en playas como la Llarga, donde la gente pasea mucho y hay zonas donde queda poca arena. Ayer, en un recorrido por la misma playa, constatamos lo que dice.
Escasas emergencias
De momento no han tenido que enfrentarse a emergencias importantes sino a atenciones por clásicos como las picaduras de medusa, pez araña, heridas y golpes de calor.
Eso sí, la diferencia es que ahora hay que seguir unos protocolos en la atención. La persona atendida debe llevar mascarilla «si no la tiene se la facilitamos».
Este año los socorristas llevan una riñonera con mascarillas higiénicas, además de FFP2 y gafas protectoras por si les toca estar más cerca del paciente, como por ejemplo en una reanimación. En ese caso el procedimiento es que, mientras se da el rescate en el agua, se activa una ambulancia en tierra que se encarga de llevar, además, una bata de protección para el socorrista. No se emplea el boca a boca sino una bomba de oxígeno. «El socorrista ya no estaba obligado a hacerlo ya antes de la pandemia» aclara Cancio.
Lo que no ha cambiado la pandemia es que aún hay unos pocos que no hacen caso del color de la bandera y de las indicaciones de los socorristas cuando hay peligro: «Sacas a la gente y, cuando te das la vuelta se vuelven a meter», se lamenta.
