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El hundimiento en la acera no es perceptible hasta que se está encima. Una señora mayor tropieza y cae. Solo puede parar la caída con una mano porque el otro brazo lo tiene resentido: «El otro día tropecé más atrás, en esta misma calle, y me caí», explica. La mujer se levanta con ayuda de dos transeúntes. «No sé si tengo más dolor o más rabia», asegura.
La caída tiene lugar en la calle Joan Miró, cerca de la Plaça de les Corts Catalanes. Luego, mirando con detenimiento, se puede constatar que hay más irregularidades en este tramo de acera pavimentado con baldosas, a todas luces, muy desgastadas.
Según la encuesta ciudadana realizada a finales del año pasado por el Diari de Tarragona, los tarraconenses suspenden la calidad del estado de conservación tanto de las aceras como de la calzada, aspecto al que pusieron un 3,68 sobre 10. La consulta recibió 9.234 votos.
Carencias, pero se solucionan
Alfonso López, presidente de la Federació d’Associacions de Veïns de Tarragona (FAVT), señala que el estado de las aceras es un reclamo común en las diferentes asociaciones de vecinos, independientemente de la zona de la ciudad en que se encuentren. Eso sí, reconoce que desde el Ayuntamiento de Tarragona ven disposición a arreglar las incidencias, «pero siempre después de la queja».
Tanto López como otras asociaciones de vecinos consultadas coinciden en que las quejas que se hacen a través de la aplicación Epp! son atendidas, «aunque no siempre todo lo rápido que queremos».
Pavimento antiguo
En un recorrido por el centro se nota que hay zonas donde hace años que no se hace una intervención. Es lo que sucede en el tramo de la calle Réding entre Colom y Ramón y Cajal, un sitio de máximo tráfico por su cercanía con el Mercat Central. Allí los transeúntes deben caminar por un pavimento irregular, formado por pequeñas baldosas de cuadros, que presenta gran variedad de colores, muestra de las veces que se ha levantado. Además, los viandantes deben compartir espacio con las mesas de una terraza.
Es un tipo de pavimento similar al de Joan Miró, donde cayó la señora mayor, o al de la calle Enric d’Ossó, a la altura de los colegios de farmacéuticos y abogados. Allí encontramos a José, un hombre mayor con bastón. Dice que «tengo que andar con cuidado, ya he tropezado varias veces».
El recorrido también permite comprobar las consecuencias del paso de los coches sobre las aceras. En zonas más nuevas y con pavimentos mucho más robustos, como la Rambla Francesc Maciá, las áreas de entrada y salida de coches están llenas de baldosas fracturadas y levantadas. Y en otras calles del centro, como Pons d’Icart, los coches que aparcan sobre las aceras han hecho estragos.
Pavimento para ciegos
Caso aparte merece el pavimento ‘podotáctil’ del que se sirven las personas ciegas para ‘leer’ con el bastón. En los cruces se utiliza un suelo de botones, de forma que identifican que se trata de una intersección, mientras que en el resto del itinerario las baldosas tienen unas marcas longitudinales.
El recorrido por la ciudad permite ver como, en algunos casos, estos itinerarios se interrumpen, mezclan o, simplemente, no existen.
Lluís Roig, presidente de la Fundació COAATT, experto en accesibilidad, apunta que este pavimento sufre la misma deficiente conservación que el resto.
Respecto a las incongruencias que se encuentran en algunos de estos pavimentos, explica que algunas ya se cometieron de origen, en el momento en que se ejecutó la obra, pero en otros casos tiene que ver con obras posteriores, como cuando se hacen zanjas para el servicio de gas o de teléfono «y se reponen las piezas con lo que tienen en el cajón».
