Los tatuajes sustituyen a los anillos de boda en Reus y Tarragona

El tradicional «sí quiero» se renueva y las parejas de enamorados cada vez son más creativas a la hora de sellar su amor, de tal forma que los joyeros ya se pueden ir tirando de los pelos porque de un tiempo a esta parte las alianzas tatuadas le ganan terreno a las clásicas joyas. Sin embargo, profesionales del tatuaje de la provincia explican que los anillos son solo una opción ya que otras muchas posibilidades se abren para rubricar el amor eterno. ¿Eterno? No tanto porque todos los expertos coinciden en que «en la palma de la mano se borran con facilidad». 

Los modelos a escoger son infinitos. Vin Conuve, de Tarrako Ink Tattoo Studio de Tarragona, cuenta que todo es posible «desde las iniciales, a un forever, te quiero...» A partir de ahí, la creatividad impera y también ha hecho «dos piezas de puzle que encajan o con algún motivo y que juntas tienen un significado. Un candado uno y la llave el otro o medio corazón cada uno. El último que dibujé fue un reloj con la hora en que se conocieron y con pergamino, una palabra con una rosa», revela.

Alexis Gutiérrez, del estudio Reus Tattoo comenta que «me han venido parejas de novios el día antes de la ceremonia a tatuarse las cartas del poker, el rey y la reina. Un león y una leona es otro de los motivos». Y hay quien lo deja para el mismo día de la celebración como apunta Anna Plana, de Itaca Tattoo & Piercing, de Tarragona, quien ha sido requerida para ir a tatuar in situ a bodas. «Les tengo que decir que no. Entiendo que para ellos es muy simbólico pero Sanidad prohíbe tatuar fuera de la zona sellada y preparada» y aclara que «mucha gente se tatúa en pareja pero no tiene por qué ser para casarse, aunque siempre hay una carga de simbología. Por ejemplo, yo soy especialista en mandalas y he hecho medio a cada uno». 

En cuanto a la simbología Mar Mateu, tatuadora de Old Roots Tattoo en Tarragona, manifiesta que «siempre les digo que piensen bien en algo que simbolice su relación porque ahora los significados han cambiado, no es como antes». Como ejemplo, Mar Mateu pone el de la golondrina, «que siempre ha significado la libertad al salir de prisión y es un símbolo que actualmente los jóvenes lo hacen servir cuando se van de Erasmus. Es como un antes y un después, que han volado». Por lo que respecta a las tendencias, éstas dependen en muchas ocasiones del estilo que se escoja y del propio del tatuador. 

¿Qué me hago?

Alexis Gutiérrez es especialista en realismo. «Es como si pintas una fotografía», explica y es este estilo el que más trabaja, «casi siempre en blanco y negro». Y más allá de los compromisos amorosos «lo que actualmente se tatúa mucho son los temas relacionados con los hijos, el nombre con un chupete y las manos o los pies de los bebés». Realismo, así como New School o New japones son los estilos que caracterizan a Vin Conuve. El primero, «divertido, moderno y colorido, es una versión animada de cualquier motivo para tatuar», explica Vin. Y un poco más de color es lo que también le aporta el New Japones al tradicional, teniendo en cuenta que «los japoneses tienen mucha simbología de la vida, de los logros y de los triunfos, con una estructura muy ceñida a la anatomía del cuerpo», cuenta este profesional. 

Mar Mateu, por su parte, habla del estilo tribal, que está dando paso al maorí, aunque especifica que «aunque para que un maorí esté bien hecho, lo tiene que dibujar una persona de Nueva Zelanda porque hay símbolos que pertenecen a determinadas familias y no se sabe lo que quieren decir. Otra cosa es que la forma se saque del significado y se tatúe», aclara. 

Mientas, Anna Plana además de en mandalas, «que no tienen por qué ser grandes», también es especialista en «geometría sagrada y puntillismo». Sin embargo, lo más nuevo es una técnica por la que el tatuaje emite un sonido. Alexis Gutiérrez, que hará el primero esta semana, revela que «está vinculado al Skin Motion», un programa que aúna dibujos y tecnología. Un paso más para todos los amantes de los tatuajes, que ya no son unos pocos. La horquilla da para mucho, desde los 16 años con autorización, eso sí, hasta los octogenarios más fieles a este arte.