Más de 30.000 voces se alzan en Tarragona contra la represión policial

Tarragona vivió ayer una de las mayores manifestaciones de su historia. Entre silencios emotivos y el homenaje a los bomberos, el clamor por la violencia del 1-O fue unánime

04 octubre 2017 08:03 | Actualizado a 01 noviembre 2017 13:05
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Rosa Maria Codines, presidenta de Òmnium Cultural del Tarragonès, relató cómo el independentismo ha pasado de la fiesta a la aflicción. «Es un día de duelo nacional. Nos han dejado tocados, nos han hecho mucho daño. Estamos dolidos, tristes. Hemos cantado y sonreído mucho. Esto no es para cantar ni reír. Nos han tocado», leía en su discurso en la Plaça Imperial Tarraco, momentos antes de que empezara una de las manifestaciones más masivas de la historia de Tarragona. 

Las más de 30.000 personas –40.000 según la ANC– que salieron a condenar la brutalidad del 1-O convirtieron la jornada en una nueva exhibición histórica que aglutinó, además de a los sectores independentistas, a aquellos que rechazan la violencia de las fuerzas policiales pero también a los que sacaron a colación los recortes y las reivindicaciones obreras, en el marco de una huelga general. Todo ello, además, en un ambiente insólito: la manifestación tuvo pasajes de silencio, momentos en los que en lugar de aplaudir se agitaban las manos y tramos en los que no había alegatos ni soflamas con megáfono sino contención. «No hay nada más impactante que un montón de gente en silencio», dijo Codines y, en efecto, el mutismo de esas decenas de miles de personas sobrecogía. También hablaron Elisabeth Sànchez, del colectivo feminista Cau de Llunes, y Santiago Fortuny, de Endavant Osan. 

Para intentar calibrar la ingente asistencia, una imagen: mientras la cabeza de la manifestación circulaba por Prat de la Riba y llegaba casi a la Plaça de Ponent, la multitud seguía agolpándose en una Imperial repleta y, simultáneamente, también el primer tramo de la Rambla Nova estaba lleno, hasta prácticamente la Font del Centenari. En suma, un triángulo de muchedumbre en las arterias más céntricas de la ciudad. Había pancartas esclarecedoras: «No estamos aquí por la independencia, estamos por la violencia». Joan Blanco, uno de los asistentes, asentía: «Queremos que no pase más lo que sucedió el otro día. Va más allá de estar a favor o no de la independencia». A su lado, David añadía: «No podemos admitir lo que pasó. Somos gente pacífica».

Mensajes en inglés a la UE

El ingenio, como es habitual, se derrochó en las pancartas y en los alegatos. Uno llevaba un cubo de basura con un mensaje: ‘Aquí es donde va la opinión de Rajoy’. Alguien pedía, con un hashtag, #FreePiolin (Piolín libre) y se prodigaban las interpelaciones en inglés a la UE. Una chica sostenía un cartel: ‘A mí només em fa callar la mama’. El cuerpo de bomberos, presente en la concentración, volvió a ser protagonista y se llevó los agradecimientos y el homenaje. 

«Todo lo que hemos visto estos días es inadmisible. Estamos aquí para condenar la violencia de las fuerzas policiales. La sensación que tengo es de indignación», decía Sergi, llegado desde la Conca de Barberà. Y las palabras de otros que le acompañaban iban en la línea, y hablaban de rabia, de injusticia y de impotencia. Algunos se reivindicaban no independentistas, pero sí en contra de la represión policial sufrida. El río de gente discurrió por Prat de la Riba, Gasòmetre y Unió y luego enfiló hacia la Rambla Nova para regresar a la Imperial. Se escucharon lemas como ‘Cap agressió sense resposta’ o ‘Los catalanes hacemos cosas’, en alusión a una frase del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, un blanco de la crítica más mordaz, junto al alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, a quien se le volvió a pedir la dimisión. 

De regreso a la Imperial, hubo nuevos parlamentos, esta vez para mostrar la fuerza sindical de los convocantes. Montse Garcia, de la CGT, arremetió contra la ley mordaza y pidió la derogación de las reformas laborales aprobadas por el Gobierno. José Estrada, de Co.bas, hizo suyas las palabras de un artículo de Carlo Fabretti, en el que hablaba del «rincón de los cretinos» como enemigos de la revolución cubana. Estrada incluyó ahí a los herederos de «Franco, de Fraga, de Aznar, de los Reyes Católicos y de la Inquisición». Marina Roig, del sindicato Catac-Cts-Iac, tildó la represión de «barbarie fascista» mientras que Gemma Lladó, de COS, habló de «un ataque a la libertad de la clase trabajadora». Fue el punto final de una congregación silente y emotiva, la enésima demostración de la fuerza de la calle. 

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