Más de 8.000 personas llenan las calles de Tarragona por la igualdad

Tarragona acogió una manifestación feminista masiva contra la brecha salarial, la violencia de género y el patriarcado. Las mujeres participaron en una marcha sin precedentes 

09 marzo 2018 08:52 | Actualizado a 09 marzo 2018 08:58
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Y eso que las calles llevan años caldeadas y llenas de revueltas, pero Maribel, de Cambrils, párpados tintados de lila, fue ayer por primera vez a una manifestación. Ella, mujer maltratada, estaba en las primeras filas, cerca de la cabeza de la marcha morada. ‘Somos el grito de las que ya no están’, se leía en su pancarta. 

A fe que era voz autorizada en la causa: «He criado a tres hijos sola y trabajo en el sector de la limpieza, sin cotizar. Mi anterior pareja me maltrató física y psicológicamente». Dijo luego que queda mucho por hacer y que había que estar ahí delante, haciendo fuerza. «¿Qué mujer no ha sufrido el machismo en sus propias carnes?», se preguntaba otra persona, cuando la manifestación multitudinaria, a la que se añadió gente a cada paso, enfilaba Prat de la Riba. Hablaban de micromachismos, de patriarcado sutil, a veces poco visible, hasta enmascarado en la etimología de las palabras, o el radical, el que se expresa en las féminas asesinadas. 

«Somos las chicas de la vida», se autodefinía con buen humor otro grupo de mujeres. «Yo he recibido maltrato psicológico por parte de la que fue mi pareja», decía una de ellas. «Hace falta defender la igualdad pero no solo hoy, mañana y al otro también, los 365 días del año», contaban, espoleando feminismo. «Vivimos solas, sin hombres. Somos guerreras y autosuficientes», admitían en la multitud, mayormente femenina y coloreada de lila. 

Dos pilares castellers sirvieron para arrancar en la Imperial una marcha feminista masiva e inédita en Tarragona. Las 5.000 personas del inicio se acabaron convirtiendo en unas 8.000 en la Plaça de la Font (10.000 según la estimación de los organizadores). 

En cualquier caso, más allá del  baile de cifras, mucha mujer y mucha gente para reivindicar la igualdad. «Vengo a apoyar. Poco a poco lo conseguiremos. No hay derecho a lo que están haciendo con las mujeres, hay muchas injusticias», reconocía María, de 84 años, en la Rambla Vella. 

Había orgullo e ingenio a raudales. ‘La manada somos nosotras’, se leía en una de las pancartas, y en otra se colaba casi el humor por la rendija: ‘Más volar y menos barrer. Arriba esas escobas, ¡brujas!’. Y otra más, con la fuerza del feminismo desbordado este año, entre el #MeToo y este 8-M revolucionario: ‘Hasta los ovarios de tantos cojones’

Lemas (otro más: ‘No quiero tu piropo sino tu regalo’) para una jornada histórica a la que Tarragona no faltó. «Hemos movido conciencias. Esto da muchas fuerzas al movimiento feminista. Estamos muy satisfechas por la respuesta de la gente», decía Sara Maestre, de Endavant, uno de los múltiples colectivos que se escondían tras la plataforma del 8-M en el Camp de Tarragona

La pulsión anticapitalista

Marta Minguella, del sindicato CGT, hablaba de que el éxito era «un punto de partida», y defendía la huelga total, la de 24 horas, criticando a aquellos sindicatos que habían apostado por parones de dos horas por turno. 

La pancarta ‘per un canvi estructural, feminisme radical’ presidía la marcha, y, en el recuerdo, las víctimas de la violencia de género, bajo el manto de la frase ‘cap agressió sense resposta’. 

Bajo la revuelta feminista, latía la pulsión pujante anticapitalista, que pidió en los discursos de la Plaça de la Font, final del recorrido, desde la derogación de las reformas laborales a la recuperación de los servicios públicos, todo ello en una crítica feroz al «capitalismo patriarcal». 

Sobre un tablón y con la presentación a cargo de Júlia, mujer transgénero (otra de las reivindicaciones en ese paraguas de la igualdad), se despachó el verbo ácido y afilado contra el establishment. No por nada otra de las banderas fue ese ‘Sense les dones no hi ha revolució’, que hizo fortuna durante todo el trayecto y se escuchó por todos los actos. 

Se atizó contra esa brecha salarial que es «criminal», contra el «juego de trileros con las pensiones» que hace el Gobierno, contra la pobreza de las mujeres pensionistas o contra la situación de muchos colectivos laborales, como las kellys, las camareras de piso, explotadas «a costa de la industria turística».

Por entonces, la Plaça de la Font, casi repleta, bullía entre aplausos y pancartas que seguían ondeando al viento. Dos componentes del grupo Roba Estesa cantaron sobre el escenario el tema ‘La nit és nostra’, el enésimo alegato, como el de otra pancarta que decía: ‘De camino a casa quiero ser libre, no valiente’. 

La noche –y todo el día de ayer– era para arramblar con todo, o empezar a hacerlo, y hablar de empoderamiento, de feminismo, de derechos sociales y de igualdad, aún a costa de decirle a Disney que mejor comenzar a cambiar el cuento, como decía uno de los carteles: ‘Érase una vez una princesa que se salvó sola. Fin’

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