Máximo Huerta: «Todos somos raros. Eso es lo bonito de la vida»

El periodista presenta ‘Con el amor bastaba’, una emotiva fábula que reivindica el valor de la diferencia frente a la ‘normalidad’

05 junio 2020 12:55 | Actualizado a 05 junio 2020 17:17
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Máximo Huerta (Utiel, Valencia, 1971) es escritor y periodista. Como autor de novelas ha publicado, entre otras, Que sea la última vez, Una tienda en París o La noche soñada. Durante 2018 desempeñó el cargo de ministro de Cultura durante siete días en el Gobierno de Pedro Sánchez. Ahora presenta Con el amor bastaba (Editorial Planeta), un emotivo relato que arrasa en librerías. «Me he dado cuenta de que había mucha necesidad de amor», comenta. Una fábula que es un canto al respeto de las diferencias.

Creía que era Màxim.
Lo soy. No ha cambiado nada. Mi familia me llama Maxi, mis amigos Max. Quien me conoce, Màxim. Pero es Máximo desde 1971. Cap problema.

El amor es suficiente ¿para qué?
Para sentirse bien, para estar tranquilo, incluso para sentirse a veces más feliz. Todos los tipos de amor. Amigos, hermanos, familia, pareja...

Para educar a un niño…
Es vital. Sobre todo el amor con el propósito de que sea uno mismo, de que brille.

«Antes era muy de óleo. Luego pasé a lápices y ahora pinto con acuarela. Se parece mucho a la vida porque no te puedes equivocar»

¿Con esto quiere decir que no somos nosotros mismos?
Nos pasamos la vida ocultando lo que nos hace especiales, diferentes, únicos y yo reivindico el valor de la diferencia. Todos somos especiales, todos somos únicos, todos somos raros como en un momento de la novela dice el hermano del protagonista. Eso es lo bonito de la vida.

¿La diferencia se penaliza?
Esta sociedad la asimila mal. Y hay que reivindicar la libertad de ser uno mismo, la necesidad de ser feliz, de la aceptación. Y esta sociedad normalmente mira de perfil a todo aquel que tiene algo diferente, ya sea un acento, otra cultura o un color de piel.

Elio puede volar y a usted, ¿lo dejaron volar?
Sé escribir, pero no sé psicoanalizarme, no me saldría. Pero yo creo que el que más barreras se pone siempre es uno mismo. El que más teme a veces vivir, disfrutar, a pesar de que el paso por el mundo sea tan limitado.

En Instagram defiende usted gastar la vida, un mantra del libro ¿La está gastando más a raíz del confinamiento?
Durante el confinamiento la he gastado como he podido, pero he aprovechado los días a pesar de que he tenido malos ratos, claro, como todos. No voy a quejarme ni he venido a quejarme porque estoy en un continuo 22 de diciembre, que tengamos salud. He estado solo, vivo solo y he dibujado mucho, he pintado mucho, he leído mucho y he escrito mucho. Mantener la mente ocupada es maravilloso. Eso, y no pensar.

«Nadie conoce el secreto de la alegría. Ojalá. Porque la fabricaríamos y la envasaríamos. Para mí, la felicidad es un accidente»

¿Y fuera del confinamiento?
Sí. Hay que inventarse la vida porque acaba siendo verdad, como dice María Matute. Estoy totalmente de acuerdo con ese pensamiento y es mi carretera.

Y se da cuenta cuando mira hacia esa carretera por el retrovisor...
Claro, es que si miras para atrás y pudieras abrazar al niño que fuiste y decirle ‘tranquilo, que todo irá bien’, pues sería un placer, pero no lo podemos hacer. Somos los restos de aquel niño. Los niños no son proyectos de mayores, sino que nosotros somos lo que queda de aquellos niños o niñas que fuimos.

Elio también dibuja.
Es lo que le he querido regalar. La novela no es un reflejo autobiográfico, ni mucho menos. Pero sí que de manera inconsciente cosas tuyas se quedan en todos los personajes. Y me apetecía regalarle al protagonista el hecho de que pinte. La pintura es algo que aparece en casi todas mis novelas. También en Una tienda en París.

 

¿Acuarela?
Antes era muy de óleo. Luego ya pasé a lápices y ahora la acuarela, que se parece mucho a la vida, porque no te puedes equivocar. La acuarela es algo que me relaja mucho y es mi modo de hacer yoga. Me gusta mucho y mi madre pintaba. Yo siempre imité a mi madre, sus cuadros. 

Su madre también le enseñó a callar.
Si todos fuéramos más prudentes nos iría mejor. La prudencia es necesaria y mi madre siempre me dijo que callar es importante, tanto como hablar.

Sabiendo lo que se dice.
Claro. Porque hay mucho bocazas.

Como Elio, el libro está volando muy alto
Que una novela en la que he disfrutado tanto escribiendo haya llegado tan pronto al lector me parece un sueño porque cuando escribes, escribes para que te lean, y por los mensajes que me llegan me doy cuenta de que todos tenemos algo del protagonista. Todos en algún momento se han sentido diferentes, únicos, particulares, especiales. Y creo que por eso está conectando esta novela tanto. La octava novela.

«No sé psicoanalizarme, pero creo que el que más barreras se pone siempre es uno mismo. El que más teme, a veces, vivir»

¿La última siempre es la más querida?
En este caso sí. Porque esta novela es muy importante para mí por el tiempo en el que la he escrito. Por los personajes.

¿Cuándo dimitió? ¿Empezó ahí?
Más o menos. La idea ya viene de antes pero codos y teclado vienen de ese momento. Y la he escrito de una manera muy libre, muy a gusto. He disfrutado.

¿Hasta qué punto los progenitores, sin tener mala intención, pueden destrozar la vida de un hijo o una hija? Porque el padre de Elio le corta las alas.
Pero lo hace por amor. Lo hace creyendo que es mejor. Los padres son claves en esta historia porque con la mejor de las intenciones intentan ayudar. El padre intenta, al revés que en el mito del vuelo de Ícaro, no dejarle volar, porque cree que siendo como los demás va a ser más feliz, va a tener menos problemas, pero lo hace por amor. La educación sentimental de los padres es muy difícil y en este libro no se juzga, simplemente se observa cómo todos a veces con la mejor de las intenciones podemos acertar o destrozar una vida.

«Creo que la cultura interesa muchísimo y es lo que representa a un país. Lo que necesita es que nos demos cuenta y que tengamos ese orgullo de que es nuestro ADN»

¿La alegría es un accidente?
Nadie conoce el secreto de la alegría. Ojalá, porque la fabricaríamos y envasaríamos. Ojalá vendieran alegría en los supermercados y en las gasolineras y uno destapara una botella de alegría, que esa mezcla de despreocupación, ausencia de problemas, sonrisa o tranquilidad. Pero sí, la felicidad es un accidente.

Usted es feliz?
Estoy tranquilo. Yo relaciono la felicidad con la tranquilidad, con la ausencia de problemas. La felicidad no es estar de carcajadas, es la ausencia de problemas, de dolores y, sobre todo, para mí la felicidad es la tranquilidad.

¿La libertad es ficticia?
Es un destino

¿Qué quiere decir?
Que es un lugar al que debemos ir.

«Reivindico la televisión con calma, con otro tempo, más parecida a una charla que puede ser viva, enérgica, pero sin chillidos»

¿Qué ha pasado con el programa que presentaba 'A partir de hoy'?
No lo sé. Creo que debería llamar a Rosa María Mateo y a Enric Hernández. Han decidido cambiar el contenido del continente y donde hay patrón no manda marinero y yo ahí no tengo nada que hacer. Yo hacía un producto maravilloso. Estaba muy orgulloso de los datos de audiencia y de los invitados, de los colaboradores.

Muy plurales.
Plurales y muy enriquecedores porque tener en un programa de actualidad y cultura a José Sacristán, Gemma Nierga, a Olga Viza, Marta Fernández... Era oxígeno. Gente muy interesante.Todo lo que preguntaban cuando venía alguien era jugoso. Yo podría haberme pasado ese programa escuchando.

¿Cree que se puede dialogar con opiniones opuestas en un programa de tertulias sin llegar a chillarse ni cortarse unos a otros en un plató?
La pelea gusta. Tiene un atractivo que genera interés, igual que la gente se para y hay atascos en las carreteras cuando hay un accidente porque le gusta mirar por la ventanilla. Del mismo modo sucede en los medios de comunicación. Cuando hay una bulla, la gente mira, a ver qué es lo que está pasando. Y los medios de comunicación no son más que empresas. Lo único que quieren es que se les vea, anuncios o audiencia. Pero yo reivindico la televisión con calma, con otro tempo, más parecida a una charla que puede ser viva, enérgica, pero sin chillidos.

Si esto lo trasladamos a la política, ¿lo ve factible? Con los políticos que tenemos, con todos.
No los veo muy dialogantes. Y ya que hemos recuperado todos la palabra en este confinamiento, porque hemos dejado de enviar emojis y nos hemos llamado mucho por teléfono todos -ese es mi resumen de la pandemia-, creo que ellos también deberían hacerlo, hablarse más, dialogar más. Y dialogar no es en tu casa o en la mía. Puede ser en medio de la calle.

Usted fue Ministro de Cultura. ¿Qué habría que hacer para ayudar a un sector que parece no interesar a nadie?
El sector nos interesa muchísimo. De hecho, estos días nos hemos entretenido todos con películas, series, música, libros, conciertos, ilustradores, musicales... Creo que la cultura interesa muchísimo y es lo que representa a un país. Es la marca de un país. Lo que necesita es que nos demos cuenta y que tengamos ese orgullo de que es nuestro ADN. Hay que estar orgullosos de ella, disfrutarla, consumirla y ser empáticos con todo aquel que produce cultura.

Desde un gobierno, ¿qué se tendría que hacer ahora?
Eso ya no es mi ocupación. Les toca a otros.

 

 

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