«Mi madre fingió todo un embarazo para comprarme»

Una tarraconense simuló su embarazo con cojines y pago por su bebé en Barcelona. Los padres abonaron en 1972 «lo que vale un chalet en Pedralbes», según confesaron a la hija 

25 septiembre 2018 08:35 | Actualizado a 08 octubre 2018 10:41
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En 1972, en una población de Tarragona, una mujer de buena familia fingió su embarazo de nueve meses con cojines. Era un método usual de la época. El contacto con un convento de Barcelona, donde estaba la madre biológica ingresada, hizo el resto. La familia de esa tarraconense acabó pagando por un bebé. «Yo me di cuenta a los 27 años, por una equivocación con el DNI. Mi madre me lo negó al principio pero luego lo admitió. Me dijo que tuvieron que pedir cinco créditos, y que les costé lo que valía un chalet en Pedralbes», explica ahora la hija. Esa es parte de la trama de los bebés robados que operó durante décadas en la provincia y que ha salido a la luz en varias investigaciones. 

Mientras la justicia no ha avanzado en sus indagaciones (los más de 20 casos en Tarragona han sido archivados), sí que prosperan las exploraciones desde el punto de vista académico e histórico. «Tenemos identificada la trama en Tarragona. Sabemos quiénes son», cuenta la antropóloga de Tarragona Neus Roig, que ha dado un nuevo paso en su investigación. Acaba de publicar su libro 'No llores que vas a ser feliz', adaptación de su tesis, un exhaustivo y pionero trabajo académico en el que estudió en profundidad 476 supuestos casos de bebés robados de toda España. La tesis, titulada ‘La búsqueda de la filiación biológica: La detención ilegal de recién nacidos y la usurpación de su identidad, en España en el periodo 1938-1996’, era el broche a sus concienzudas pesquisas, tras analizar miles de expedientes y otra documentación judicial, hospitalaria y hasta funeraria. «Tenemos dos embarazos en paralelo. Por un lado, hay una mujer que por orden de la familia o porque era menor de edad no se quería quedar ese hijo; y luego una madre embarazada con cojines», plantea la investigadora.

Había, sin embargo, imprevistos. «¿Dónde estaba el problema? En que el embarazo a veces fallaba, porque la madre se casaba o  porque los padres de la mujer la perdonaban y se querían quedar la criatura o porque el bebé realmente sí moría», narra Roig. 

Entonces, se necesitaba un niño para dárselo a esa mujer embarazada de nueve meses que había estado fingiendo barriga con almohadas. «La primera mujer que llegaba, se la cargaba. Había un componente de azar. Pero también sucede cuando teníamos más demanda que nacimientos, que empiezan a bajar a partir del 69, cuando se legaliza la píldora anticonceptiva. Ya no había tanto suministro de embarazadas, pero ya se había establecido el negocio». 

De ahí el relato de los investigadores sobre unos hechos que comenzaron en el franquismo pero se alargaron hasta bien entrada la democracia. Roig, que también es presidenta del Observatorio de Desapariciones Forzadas, desgrana las diferentes situaciones: «Por un lado, están las madres a las que se les comunicó la muerte del bebé y no hay documentación, ni legajo de aborto ni entrada al cementerio. Hay veces en que hay legajo pero no entrada, y otras en las que no hay ni entrada ni legajo, lo que es una irregularidad». 

Esta casuística la define Roig como personas desaparecidas. Hay otros casos que, según ella, debería perseguir la justicia, que suele optar por un archivo generalizado: «También tenemos a los hijos que están registrados como biológicos de unas madres que en realidad no lo son. Hay veces en que el juez hace un seguimiento de un caso y sí puede demostrar que el cuerpo enterrado pertenece a la familia o encuentra que realmente la madre renunció a cuidar al hijo que piensa que es robado. Esas investigaciones, que sí se llevan a cabo, sirven al juez para archivar muchos otros casos».  

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