Música para una noche de lluvia en el castillo

El saxofonista Xavier Pié y el guitarrista Miguel Alberto Cruz editan ‘Connexions’, el segundo álbum a medias de esta extraña pareja

19 noviembre 2017 20:51 | Actualizado a 19 noviembre 2017 21:16
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Tocaban en un marco embriagador como la capilla del Castell dels Templers, en Barberà de la Conca, y una tromba de agua les sobrecogió, a ellos, los dos músicos, y al público. «Sentíamos los truenos y los relámpagos entrar por la ventana y nos quedamos con aquella vivencia, la gente se creía que habíamos preparado aquello», cuenta Miguel Alberto Cruz (Macc), guitarrista, que actuaba mano a mano con el saxofonista Xavier Pié, convertidos desde hace tiempo en una extraña pareja que ahora ha alumbrado su segundo disco a pachas: 'Connexions', sucesor de 'Rutes'. Xavier, que viene del jazz y de la clásica, pone las melodías con su saxo. Miguel, que procede del pop y del rock sinfónico, pinta atmósferas con su guitarra y sus programaciones.

Aquella experiencia algo mística en la Conca de Barberà se ha convertido en 'Nit de pluja al castell', una de sus nuevas composiciones, fruto de dos años de búsqueda íntima y personalísima. «El disco es una manera de remarcar la cotidianidad del ser humano, de sus momentos, de nuestra capacidad de soñar y crear realidades. Es una manera de conectar personas y sentimientos», describe Pié. Casi que van a la caza de epifanías en lugares de ensoñación. «Nuestra música está hecha para ser tocada en espacios donde la palabra tiene mucha presencia. Una iglesia es un ejemplo de estos lugares», añade, como sugiriendo el 're-ligare', la etimología de la palabra religión y, otra vez, la conexión

De mundos no antagónicos pero sí alejados, ambos creadores han encontrado una vía en común con una premisa: el placer es el camino, sabiendo que el hallazgo será arduo y se tarda en llegar.«No hablamos nada antes de entrar al estudio. No hay nada preconcebido ni sabemos por dónde vamos a ir. Simplemente empezamos a tocar. Tocamos y tocamos. Podemos estar dos horas hasta que sale un trozo de melodía, tres acordes que nos gustan, y vamos por ahí. Era aquello de Picasso: que la inspiración te coja trabajando», cuenta Pié. 

Y van abriendo caminos en lo que ellos definen como la alegría de tocar, la celebración de la música. Pueden ensayar varios meses, horas y horas de música, hasta dar con una rendija, un hilo del que tirar, una lucecita que se ilumina en mitad de ese banquete de improvisación. «Miguel crea grandes paisajes y yo, con mi instrumento, trazo líneas en ellos», desgrana Xavier.

El resultado son pasajes cautivadores, sensibles, emocionantes, listos para ser disfrutados a fuego lento, en esos espacios singulares que también sirven de inspiración. Les pasó también con la canción 'Garnatxa', surgida una tarde de verano, de luz y calor durísimos, en un concierto en el Monasterio de Horta de Sant Joan. «Es un homenaje al vino pero también a la conexión del hombre con la tierra, a la sangre de la tierra», dice Xavier, orgulloso de esa colaboración con Miguel que se asienta y va para largo.

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