Natalia, una exiliada de EEUU: 'He llegado a Tarragona huyendo de Trump. No podía vivir con miedo'

La ecuatoriana Natalia Zumárraga (42 años) aterrizó en enero procedente de Florida: 'Hasta ahora no temía ser deportada aunque estuviera irregular'. Tarragona acoge ya a los primeros latinos que se han ido de EEUU

19 mayo 2017 16:17 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:20
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Natalia Zumárraga (42 años) llegó a Tarragona capital a finales de enero. Ella, ecuatoriana que llevaba ocho años en Florida, ha dejado Estados Unidos por el miedo y la incertidumbre que han generado la política inmigratoria de Trump. No estaba advertida de deportación ni caía sobre ella ninguna amenaza concreta, pero ha preferido emigrar y sacudirse de un golpe la inquietud que ronda a tantos latinoamericanos.

En Florida dejó a sus dos hijos con su exmarido, y se ha aventurado a vivir en Tarragona, aprovechando una conexión familiar. «He dejado a mis hijos con su padre en Estados Unidos para que terminen sus estudios mientras regularice mi situación en España y así poderlos traer conmigo», narra la que es una de las primeras exiliadas en Tarragona por las resoluciones del nuevo presidente norteamericano: «Mi decisión de abandonar a mi familia la tomé por el miedo y la incertidumbre que hemos sentido los inmigrantes con la llegada de Trump».

Natalia vivía de forma legal, aunque su estancia estaba supeditada a una oferta de trabajo. Ese estado no estuvo siempre regularizado:«Algunas veces me he visto en situación irregular en EEUU porque no encontraba ofertas de trabajo, pero vivía tranquila, sin miedo a ser deportada».

Todo ha cambiado con la victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones: «Ahora, con estos decretos presidenciales que afectan en su mayoría a los inmigrantes ilegales, la policía de inmigración no tarda mucho en localizarnos y deportarnos, independientemente de la situación familiar que tengas».

Natalia, que aún no tiene trabajo en Tarragona, sabe de lo que habla. Lo ha vivido de cerca: «Conozco a familiares míos que han sido deportados a Ecuador y separados de sus esposas e hijos, y todo de un día para otro, sin tener siquiera la posibilidad de recurrir la decisión de expulsión».

 

‘Vivir sin miedo’

Ella, lejos de estar en esa situación extrema, ha preferido curarse en salud y, en el fondo, apostar por una vida tranquila y sosegada, al menos en lo que atañe a su condición de foránea. Natalia es contundente y sincera:«No puedo vivir con miedo, temiendo que en un momento u otro llamen a mi puerta para echarme del país. De ahí mi decisión de venir a España y empezar una nueva vida».

Su caso no es ni mucho menos único. Otros ciudadanos ecuatorianos han recalado en Tarragona por unos motivos similares. Ahora se están asentando.

La zozobra y la preocupación atañen a diversos perfiles. Daisy Candia (62 años) vive en Reus. Su marido, Bernardo Cejas (63) reside en el estado de Virginia. Ambos son bolivianos. «Quiero ir a verle pronto, antes de verano, pero ya no sé lo que va a pasar. Tengo la tarjeta verde, no creo que tenga problemas, pero la situación está muy complicada. Lo vivimos con preocupación y con miedo», admite Daisy.

Buena parte del colectivo extranjero en Tarragona expresa su malestar y su nerviosismo ante las últimas políticas inmigratorias de Donald Trump, no tanto por las medidas y los vetos concretados, sino por sus actitudes generales. «Lo vivimos con miedo. Uno tiene la esperanza de que todo esto no nos afecte. Como personas somos libres de estar en cualquier país», cuenta Daisy.

El desasosiego y la inquietud abundan. «Es una lástima que este señor esté haciendo esto, algo que raya incluso en la vulneración de los derechos humanos. Hay que tener en cuenta que Estados Unidos ha sido siempre un país de inmigrantes. Años atrás eran bienvenidos. Si ese país es grande en todos los sentidos ha sido por la contribución de estas personas», desgrana Isabel Iturrieta, responsable de inmigración en Càritas Tarragona.

«Aquí nos llega la preocupación de gente que tiene parientes allí. La mayoría están en Estados Unidos en una situación irregular. La gente se plantea ir a visitarlos, ya no a residir ni a vivir, y no se atreven. Muchos te dicen que lo mejor es esperar a ver qué pasa. Hay sobre todo incertidumbre por saber si alguien podrá pararle los pies al presidente», cuenta Iturrieta.

Los ‘inputs’ que llegan a algunos americanos que viven en Tarragona son similares, como indica William Evans Loving, profesor de inglés: «Mi familia es toda norteamericana, viven más o menos bien, tienen buenos trabajos. En ese sentido, no padecen, pero sí están en contra de lo que está pasando. Lo que está creando Trump es mucha sensación de qué va a pasar, de inseguridad. Por parte de los extranjeros sí que hay muchísimo miedo».

Un ejemplo ilustrativo lo ofrece Bill, padre de William, que ahora reside en Texas después de toda una vida en Tarragona. «Algunos tienen miedo hasta de salir de casa. Hay una familia que siempre va a un comedor social, y ahora no está yendo por miedo a que cuando salgan de casa les puedan requerir», afirma Bill.

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