Navidad en el hospital, objetivo: arropar a los pacientes

Sociedad. En el epicentro de la pandemia las fiestas tampoco son como antes. En medio de la restricción de las visitas, los sanitarios hacen de tripas corazón para subir el ánimo

25 diciembre 2020 09:50 | Actualizado a 12 abril 2021 16:15
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«Estamos haciendo todo lo posible para que los pacientes se sientan arropados, especialmente en un año como este en que están restringidas las visitas. Esta mañana le decía a un paciente mi nombre, que estaba allí para lo que necesitara y el me respondía: ‘Pero es que sois todas iguales’... Claro, con la EPI, apenas se nos reconoce, no es fácil», cuenta Carmen García, enfermera de la planta de Medicina Interna del Hospital de Santa Tecla.

Relata que, a diferencia de otros años, estos días no hay trasiego por los pasillos y hay que redoblar los esfuerzos para mantener el espíritu. Cada vez que puede araña un poco de tiempo para quedarse un rato más con los pacientes. «Tratamos de tener un trato muy cercano ahora que las familias no pueden estar», dice.

De algunas escuelas les han mandado árboles de Navidad hechos por los niños con los que han decorado pasillos y habitaciones. «Es un detalle emotivo. Notamos que nos apoyan».

Igual que se hizo durante la primera ola de la pandemia, están realizando videollamadas con las familias, que estos días se intensificarán.

Línea directa con Papá Noel

Los niños ingresados estos días en Joan XXIII también han recibido una videollamada de lo más especial. Papá Noel en persona les ha contactado desde el Polo Norte y, como ya había hablado con sus padres, sabía muchos detalles: nombre, edad, hermanos si los hay, regalos que pedían, aficiones... Así que la llamada era de lo más personal.

A alguno de los pacientes la llamada, organizada por Parc Central, les encontró cuando estaban a punto de darles el alta. «Mira, me han quitado la vía», comentaba uno de los niños. Los pequeños también sacaron el tema de las restricciones y contaron que no podrán hacer viajes familiares o que en el hospital les habían hecho la PCR.

El centro comercial, además, repartió, tanto en este hospital como en el de Santa Tecla, unas ‘cajas mágicas’, con dulces, colores, una varita y lo que necesitaban para escribir su carta.

Las restricciones han hecho que distintas empresas y entidades no puedan entregar directamente sus presentes para pacientes y empleados, sino que han tenido que dejar el trabajo al personal de los centros sanitarios.

Y como este año no podrán estar los Payapupas alegrando al personal, no habrá Reyes Magos venidos de Oriente (ni de ninguna parte), en Joan XXIII una supervisora de enfermería y parte de su equipo se han organizado para disfrazarse. Cuando han comentado su idea en la tienda Mercamoda, les ha donado los disfraces. Como otros años entregarán regalos PortAventura, el CF Pobla de Mafument, el Ajuntament de la Pobla y Dow Chemical, entre otros.

En Joan XXIII, además, los distintos equipos se han esmerado más que nunca en la decoración con materiales reciclados. Este año se apuntaron al concurso 25 equipos (un récord) y resultó ganador el servicio de Hematología del hospital. El segundo fue para Hemodiálisis y el tercero para Maternidad

Hoy toca sopa de galets

Uno de los pocos detalles navideños que sí se salvará este año son los menús especiales de Navidad que servirán ambos hospitales tanto para pacientes como para trabajadores. En ambos centros, por ejemplo, habrá hoy, de primero, sopa de Navidad. Eso sí, con la infinidad de variantes que puede haber en función de las condiciones de salud de cada uno.

Carles Salvadó es chef ejecutivo de Santa Tecla y explica que las cocinas de hospital modernas están librando una dura batalla para que se sepa que «servimos algo más que pescado hervido».

De la cocina central de la Tecla, ubicada en Llevant, salen cada día unos 1.200 menús, aunque es en las fechas señaladas cuando tratan de lucirse con platos que recuerden que estamos de fiesta.

Salvadó cree que lo que se hace estos días en las cocinas de los hospitales es un ejemplo de que, con buenos ingredientes y trabajo, se puede conseguir que todos en las casa coman festivo y rico. Aquí hacen menús sin carne, sin cerdo, para alérgicos, intolerantes... Y un largo etcétera.

Pone el ejemplo de unos raviolis al salmón con salsa marinera. El mismo plato va variando, cambiando ingredientes, en función del destinatario. A algunos se les prepara una salsa con menos especias, sin sal, con menos grasas, o se le texturiza a las personas que no pueden masticar. «Aunque aquí la receta del médico es la que manda. Somos conscientes de que la comida es parte de la recuperación».

Salvadó, que durante años trabajó en la hostelería convencional, reconoce que a veces le gustaría experimentar un poco más y que la comida de hospital no siempre es la que más se aprecia.

Aunque en eso también ha sido diferente este año. Los días del confinamiento fueron muy estresantes y tocó readaptar la cocina, para que los menús para los pacientes con Covid-19 recibieran la comida en servicios de usar y tirar. «Esos días los fabricantes de esos materiales también se vieron desbordados», recuerda.

Con todo, salieron adelante y algunos pacientes se las ingeniaron para hacerles llegar notas. «Había quien nos las escribía en el Diari», en las que les explicaban que su comida les aliviaba la estancia en el hospital. «Alguna me guardé», explica.

Convertir la cena en donativo

Pero si algo caracteriza estas fiestas es la solidaridad y los gestos se multiplican. En Santa Tecla lo que se dedicaba al pica pica de los empleados este año se invirtió en gorras de AFANOC (Asociación de Familiares y Amigos de Niños Oncológicos de Catalunya).

Y entre los trabajadores del Joan XXIII y el Sociosanitari Francolí han estado recogiendo alimentos para el comedor social de Bonavista.

Pero también hay quien se ha tomado la solidaridad como un tema propio. Es el caso de Julia Amigo, enfermera del CAR Slaou, del ICS, quien animó a sus compañeros de trabajo a poner en un sobre en blanco el dinero que habrían empleado para irse de cena navideña y donarlo a Cáritas.

Esta enfermera de urgencias cuenta que se le ocurrió yendo a hacer atenciones a domicilios y pasar por delante de la puerta de Cáritas donde cada día se hacía más larga la cola de personas buscando ayuda. Es un municipio, recuerda, donde las restricciones a la hostelería han dejado sin ingresos a muchas familias.

Está orgullosa porque la respuesta de sus compañeros estuvo a la altura; recogieron entre todos 1.067 euros. «Sentí que yo que soy una afortunada, tenía que hacer algo más. Además, era una manera de devolver el favor porque la gente se ha portado muy bien con nosotros. En el peor momento los dentistas nos trajeron sus mascarillas, los bazares chinos no dieron gel, la policía siempre estaba colaborando...».

Los aplausos de las ocho ahora parecen lejanos, pero seguro que en estos días son más merecidos que nunca.

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