Negocios de barrio: La familia de Torreforta que ha sobrevivido al ladrillo

Los hermanos Joan y Robert, de Materials Construcció Albert, han visto crecer a Ponent. La tienda se inauguró en Torreforta en 1968. El padre fue yesero en Francia. Volvió y abrió un negocio que lleva 49 años asistiendo a albañiles y manitas

19 mayo 2017 15:42 | Actualizado a 19 mayo 2017 15:42
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Los hermanos Albert no sólo han visto crecer Ponent en el último medio siglo. También han aportado su granito de arena, y mucho más que eso: de cemento, de grava, de hormigón y mortero. «Nos venía a ver la gente que estaba haciendo su casita o su parcela. Muchos de ellos construían su propia casa. Y crecimos igual que creció el barrio», explica Robert Albert (60 años), junto a su hermano Joan (57). Ambos son una institución del ladrillo en Torreforta y en toda la periferia. La saga viene de largo. El abuelo, Josep Albert Cogó, natural de Calanda pero afincado en Tarragona, ya construyó bloques en estos alrededores. El padre, Robert Albert Castellví, fue el impulsor de este negocio que está a punto de cumplir 50 años. «Él era yesero y se tuvo que ir a Francia, cerca de París, para trabajar. Estuvo diez años, pudo ahorrar y al volver empezó esto», narra Robert.

Robert hijo y Joan eran unos críos, pero ya se recuerdan de niños vendiendo kilos de material a las oleadas de inmigrantes que llegaban de Andalucía o Extremadura. Pura efervescencia urbanística en aquella prehistoria de barrio, contraste para esa frase popular de ‘antes todo esto era campo’. La aventura arrancó en 1968 y aún dura. No se entiende el negocio sin la expansión de la ciudad en los 70. Tanto trabajo había por entonces que los dos pequeños ayudaban en lo que podían. A los 16 empezaron a trabajar. «Estuvimos los dos con nuestro padre hasta que murió y nos quedamos al mando», cuenta.

Los hermanos Albert vivieron tiempos de abundancia y festejos. «Recuerdo cuando en la tienda entraban 30 y 40 paletas. Nos íbamos de fiesta, o de calçotada, para celebrar que las cosas iban bien. Eso se perdió», dice Robert.

Este negocio, con cuatro locales en la calle Vendrell, tan pronto suministra cemento en camiones a albañiles como vende baldosas, azulejos, muebles de cocina o grifos. «No tratamos con grandes obras ni constructores, sino más bien con particulares, con construcciones más pequeñas».

Joan y Robert se han plantado cerca de la jubilación después de una carrera de fondo, un encomiable ejemplo de resistencia. «No podemos competir con grandes superficies, así que nuestra diferencia es el material de calidad y el buen servicio. Nos gusta mucho el trato con la gente, esa cercanía, mantener la fiabilidad».

El negocio ha virado de la construcción pura y dura, burbuja inmobiliaria incluida, a la remodelación. «Ahora hacemos más reformas y rehabilitaciones de cocinas o pisos enteros». Así han nutrido de tochanas buena parte de los edificios de la zona, salvando incluso los estragos de una crisis brutal que tuvo su origen en el ladrillo: «Tuvimos que reducir plantilla y ahora estamos nosotros dos solos. Esperamos que nos dé para jubilarnos, aunque será difícil que haya relevo. Si no cambia la situación nuestros hijos no se dedicarán a esto».

Tres generaciones de clientes les contemplan. Primero vinieron los abuelos, luego los padres y ahora los nietos, que aunque ya no vivan en los barrios acuden si necesitan algo. Robert, con sus orígenes en la Part Alta y en el Serrallo, reivindica una vida al frente de la obra de proximidad y del servicio de última hora para ese vecino que es un manitas desesperado. Y todo ello, sacando pecho: «Me gusta la vida de barrio», concluye Robert. También pertenece a ellos parte del progreso de ese Ponent que antes era campo.

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