Negocios de barrio en Tarragona: Estirpe de fotógrafos

Carlos Legaz empezó retratando a turistas en Salou. En 1964 abrió su primera tienda. Ahora lleva 53 años inmortalizando a generaciones de familias en los barrios de Ponent. Sus hijos siguen el oficio

19 mayo 2017 16:41 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:41
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A Carlos Legaz (71 años) le bastó la confianza de un padrino y las 10.000 pesetas que le dio para montar su tienda de fotografía que luego fue un pequeño emporio en los barrios de Ponent. Era 1964. Este tarraconense nacido en la Part Alta tenía 19 años y volvía de haber vivido dos en Palma de Mallorca. «Aquí no había trabajo. Emigré a Mallorca. Me metí en una casa de fotos. Fui aprendiz y luego oficial de laboratorio. Escalé y aprendí el oficio». El turismo pujaba en una Tarragona en expansión. «Mi madre me dijo que la cosa empezaba a estar mejor. Volví». De regreso trabajó en fábricas, empleos ingratos que no le satisfacían tanto como la semilla que ya llevaba dentro: «Salía por la noche a hacer fotos a turistas en las salas de fiesta. Hice bodas y comuniones».

Aquel padrino célebre que tenía una zapatería le recomendó que convirtiera ese empleo por su cuenta en una tienda en Torreforta. No había en todo Ponent ninguna casa de fotos. Ahí empezó la historia de éxito que ha convertido a Legaz en sinónimo de retratos e imágenes. Se fue a la mili de voluntario pero antes se asoció con su hermano Adolfo, quien también aprendió el oficio.

¿Dónde está la clave?. «Me gusta mucho hablar con las personas. Eso me lo da salir a hacer una boda, conocer a la gente. Trabajar en una fábrica encerrado era fatal para mí. Preferí dedicarme más horas y ganar menos pero realizarme». Pronto comenzó la expansión desde la calle Falset, donde empezó todo: una tienda en La Granja, ampliar la de Torreforta y otra más en Bonavista.

Carlos ha asistido a los momentos más importantes de la vida de sus vecinos. Los ha visto crecer a lo largo de varias generaciones de clientes. «He hecho fotos a la boda, luego al bautizo de ese hijo que nació, a su comunión y finalmente a la boda de ese niño cuando se ha hecho mayor». ¿Pero qué debe tener una fotografía para que fidelice, en miles de sesiones de estudio, a tanta clientela?. «Una buena foto tiene que decir algo, lograr una expresión que sea llamativa, como si esa persona te estuviera hablando. Hay que conseguir eso, aunque sea un bebé que está durmiendo».

Carlos está ya jubilado pero sigue de propietario de la empresa. En 1995 su hermano Adolfo se quedó con la tienda de Bonavista, hasta que se retiró. Pero el apellido Legaz tiene relevo. Primero en Javi, hijo de Carlos, y que lleva ahora la tienda de Torreforta;luego en Sandra, la otra hija, responsable de otro punto de venta en Sant Pere i Sant Pau. Dani, el primo, también se dedica al mundo de la imagen.

«Yo mamé esto desde pequeño. Venía de niño aquí y aprendí casi sin darme cuenta. Ni me planteé escogerlo», dice ahora Javier, que ve un futuro incierto debido a la revolución digital, que ha puesto este mundo patas arriba. «Es una responsabilidad y un orgullo seguir con este nombre. No sé si dará para una generación más».

Javier (42 años) habla de destrezas al Photoshop, de la necesidad de actualizarse, de asistir a congresos y seguir formándose. Su padre le aconseja:«El secreto es la entrega, que no te importe hacer horas de más por esperar a un cliente. Tenía la puerta cerrada, venía alguien que necesitaba una foto carnet y le abría. No me ha importado sacrificarme».

El mayor sabe de esfuerzos y dedicación. Aún recuerda, en sus inicios, lo que pasó en una boda. La cámara falló y hubo que ir a buscar otro equipo a toda prisa. Carlos se perdió el momento clave de las alianzas y hubo que activar un plan B casi improvisado: «Le pedimos al cura que repitiera esa parte de la ceremonia para poder hacer las fotos. ¡Fue como casarse dos veces!».

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