Ni se imaginaban la que venía

Minutos después de empezar las votaciones, unos doscientos agentes de la Policía Nacional irrumpieron en el Institut Sant Pere i Sant Pau y se llevaron las urnas en bolsas de basura

02 octubre 2017 16:41 | Actualizado a 02 octubre 2017 16:52
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Poco se imaginaban los más madrugadores que la mañana acabaría con treinta furgones de la Policía Nacional de paisaje y doscientos agentes utilizando su fuerza. Y es que les cogieron por sorpresa. Confiaban en que no pasaría lo que tanto temían. Empecemos por el principio. Son las cinco de la mañana, y aunque nadie se ha quedado a dormir en el Instituto de Sant Pere i Sant Pau, ya esperan medio centenar de personas. Entre ellos, representantes políticos y bomberos. Todos nerviosos porqué esperaban algo. Bingo. Urnas y papeletas.

Y llegaron sobre las siete y media de la mañana, mientras que las ya doscientas personas aplaudían. Los responsables colocaron las urnas en el hall del instituto. Todos, periodistas y curiosos, fotografiaban el momento. Parecía un trofeo. «¡Ya las tenemos aquí!». Se pensaban que la votación ya estaba garantizada. 

Hasta las nueve de la mañana, los bomberos, con la indumentaria de apagar fuegos, fueron los encargados de dar consejos y recomendaciones. Después de cada discursos, gritos de «Votarem!». Pero ni una estelada y ni una consigna independentista.

Cuando llegaron los dos agentes de los Mossos d’Esquadra, –sobre las ocho de la mañana–, identificaron a los pasajeros de tres coches situados a pocos metros del colegio electoral. Sospechaban que se trataba de un grupo neonazi afincado en el barrio. Quedó en el aire. Cuando faltaban solamente cinco minutos para las nueve, los agentes de los Mossos  preguntaron por el responsable del referéndum en el lugar y levantaron acta. 

Son las nueve. Hora de empezar a votar. Pero no se puede. No funciona internet y los responsables comunican que «parece ser que nos han puesto inhibidores de frecuencia». Los consejos, llegados este momento, fueron: «desconectar o poner en modo avión los móviles». 

De mientras, Angela y Jordi, un matrimonio de 77 y 78 años respectivamente, querían votar. Eran los primeros de la larga cola en el Institut Sant Pere i Sant Pau. «Esperaba este momento desde el día que nací», aseguraba Angela, entre lágrimas. Estaba emocionada y decía que lo hacía «por mi hijo y por mi nieta».

La gente podía votar, pero muy poco a poco. La paciencia se adueñaba de los presentes hasta que empezaron a llegar las imágenes de la entrada de la Policía Nacional en el Instituto de Campclar. Y de repente, treinta furgones policiales llegaban al lugar. Un despliegue total. Impresionaba, la verdad. Los que había en el interior del centro se atrincheraron y cerraron la puerta de hierro. Algunos que no llegaron a tiempo saltaron la valla ante la atenta mirada de los agentes. Otros se sentaron en la puerta. Estos fueron los que salieron más mal parados, ya que fueron desalojados a la fuerza por los policías. Otros de los perjudicados fueron los periodistas, a los que no dejaron acceder al interior para tomar imágenes.

Se las llevaron

Finalmente y después de mucho negociar con los del interior, –que hacían ver que no les escuchaban–, los agentes entraron en  el centro educativo, ayudados de herramientas. No opusieron resistencia y la policía se llevó las urnas entre los gritos y abucheos de los presentes. Mientras los agentes salían del instituto con las urnas envueltas en bolsas de la basura de color gris, un grupo de personas con banderas españolas aplaudían y animaban a los agentes. Pero en ningún momento hubo un enfrentamiento entre ambos partes –españolistas e independentistas–. 

En el suelo, tumbado y semiconsciente, yacía un hombre de unos 40 años. Los dos agentes de los Mossos d’Esquadra le atendieron hasta que llegó la ambulancia que lo traslado al hospital. Él era uno de los contusionados en la actuación de la policía. El responsable contó hasta cuatro heridos más. También animó a los que quedaban que fueran a votar a otro lado. 

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