Paco Lobatón: 'Las familias nunca tiran la toalla'

Periodista, comunicador y escritor, presentó el exitosísimo programa ‘Quién sabe dónde’ en los 90 y ahora está al frente de la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas 

26 agosto 2019 19:49 | Actualizado a 26 agosto 2019 19:58
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¿Cuándo vio que se iba a dedicar toda la vida a ayudar a buscar a desaparecidos?
Fue un descubrimiento al iniciar el trabajo en 'Quién sabe dónde'. Fue progresivo pero a la vez muy rápido. Inmediatamente tomé conciencia de la envergadura social del problema y la hondura del sufrimiento de las familias.
 
¿Cómo sería ‘Quién sabe dónde’ con redes sociales?
En parte lo hemos visto. Por un trimestre, pusimos en el aire el programa 'Desaparecidos' y hubo una respuesta extraordinaria, no comparable con la de los años 90, porque el mapa de la televisión ha cambiado. Pero fue un inicio que podía haber tenido una continuidad interesante. La realidad de las desapariciones sigue demandando un espacio público. 

¿Por qué algunas desapariciones son tan mediáticas y otras pasan desapercibidas?
Por razones… mediáticas, en la medida en que los medios, sobre todo la tele, lo proyectan, a veces con tratamientos que no tienen tanto que ver con la investigación como con réditos de audiencia. Eso genera una dinámica de mimetismo, se activa la competencia. Todos los casos tienen derecho a una proyección mediática. 

¿Lleva un recuento de la gente que ha encontrado?
Emitimos 1.500 casos en antena. No llevo un recuento. Afortunadamente hubo muchos. Hubo el 70% de resoluciones de casos. Se llora mucho, pero de alegría mayormente. Porque es verdad que la mayor parte de situaciones emocionales eran provocadas por encuentros. 

¿Qué suele haber detrás de una desaparición?
Hay una multiplicidad de factores enorme, pero el común denominador es una situación que resulta insuperable y deja como única salida esa huida hacia adelante. De ahí hay que excluir aquellas desapariciones en las que intervienen terceras personas, que son las de naturaleza delictiva o las forzadas. 

¿Qué más factores hay?
Hay un porcentaje altísimo de menores no acompañados, y no solo los que proceden de la inmigración sino los enviados a centros de acogida, que con un régimen abierto propician las desapariciones. Son chicos de edad preadolescente o cercanos a la mayoría de edad que han sido separados de su familia y cuando llegan se ven en un entorno donde carecen de las pautas necesarias para progresar y superar el conflicto. También hablamos de la sustracción parental. 

¿Y en los adultos?
Hay personas con enfermedades mentales o mujeres que desaparecen escapando de la violencia de género. Y hay otro grupo muy preocupante, el de las personas con enfermedades neurodegenerativas. En España hay ocho millones de mayores de 65. El año que viene habrá tres millones de enfermos de alzheimer. Eso comporta un riesgo enorme y nosotros lo estamos percibiendo. 

¿Qué caso recuerda con especial emoción?
Recuerdo el de una mujer que se llamaba Rosa, una búsqueda que iniciamos a partir de una foto muy pequeñita, que había sido dejada en un hospicio de Toledo y la encontramos en Mallorca. Fue emocionante. 

¿Cuál le intriga más?
Hay muchos, como el de David Guerrero, el niño pintor de Málaga. Pasa el tiempo y me reafirma en la necesidad de seguir batallando con las familias. Han pasado 32 años y no les resta importancia al sufrimiento. El dolor es acumulativo, no se palía por el paso del tiempo. O el del niño de Somosierra. Las familias nunca tiran la toalla. 

¿Cuesta mantener la coraza de periodista ante estos casos?
Para mí fue un aprendizaje mantener el equilibrio entre lo que yo podía sentir, el efecto de conmoción, y mi papel. Igual que un médico cuando se enfrenta a un enfermo intenta tener una templanza muy grande. Siempre se trata de mantener eso, haciéndome poseedor del máximo grado de información. Mi papel era de mediador. 

¿Le llega la cercanía de la gente por contribuir a esta labor?
Es una conquista social, sin la contribución de los ciudadanos hubiera sido imposible. En el último programa, en solo tres meses se nos quedaron sin atender más de 500 peticiones. Me produce ilusión. La gente me anima a seguir con la labor. Pero me gusta que pongan el acento en eso, en la labor, y no en mí. 
 

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