Paco Tovar: «Castellarnau fue un patricio de su época»

El guía de Argos Tarragona explica la historia del propietario del edificio de estilo neoclásico de la calle Cavallers, una casa en la que asegura que nunca ha visto un fantasma, aunque «sí cosas»

04 diciembre 2020 14:41 | Actualizado a 04 diciembre 2020 20:05
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Paco Tovar viaja a través del tiempo. Como guía de Argos Tarragona (@argostgn; web: argostarragona.com), empresa que dirige junto a Julio Villar, explora desde el esplendor de la Tarraco romana a la caída de la ciudad en manos de las tropas francesas. Fueron de los primeros en organizar rutas modernistas así como los únicos «probablemente de toda Europa» en recrear el antiguo Egipto. Y entre sus clientes, este historiador ha tenido a familiares de la mismísima reina de Inglaterra. En este periplo histórico, una de sus paradas es la Casa Castellarnau, del Carrer Cavallers, edificio del siglo XVIII sobre un palacio del XV. Más allá de su valor patrimonial, la vivienda habla de fantasmas que todavía hoy se pasean por sus estancias. 

 

 

¿Cómo empezó en este mundo?
Entré en el sector del turismo de casualidad. En esa época de los veintipocos que tienes que demostrar a la familia que lo que has estudiado sirve para algo. Empecé a hacer visitas guiadas el 28 de junio de 2003, una fecha muy tarraconense, ya que es el aniversario de la toma de la ciudad por los franceses, en 1811. La primera visita fue un horror. Yo llegaba de Italia, el inglés lo había perdido y además, nunca me había gustado hablar en público porque soy un gran tímido.

«En una ocasión, en una de las visitas, la lámpara de la sala de billar, que es de bronce, empezó a moverse. La gente pensó que era parte del truco»

Nadie lo diría. Porque usted es guía y... ¿Actor?
No. Actor no. Yo hago un papel. 

Unos cuantos.
A nivel laboral, me considero un embajador de mi ciudad, alguien que interpreta el patrimonio para hacerlo entendible. Que da a conocer lo mejor sin abusar de fechas, batallitas ni nombres. 

¿Vale la pena conocer al señor Castellarnau?
Somos una ciudad que llevamos aquí 2.200 años. De ellos Tarraco, de la que somos grandes admiradores, representa, siendo generosos, unos 600 años, lo que es un suspirito. Más allá de lo romano y de lo medieval están los personajes como el señor Castellarnau, de una época en la que Tarragona, sin ser lo que habíamos llegado a ser, tuvieron su importancia y dentro de su ámbito de influencia convirtieron la ciudad en un punto importante económico, político e incluso a veces social.

¿Cómo lo conoció?
Me invitó a una cervecita... Bromas aparte, no recuerdo la época en la que lo descubrí. Formaba parte de mi vida, ya que pasaba en numerosas ocasiones por esa calle con la familia.

¿De dónde le venía el dinero?
Su padre, que tenía fraguas de hierro en el Pirineo, vino de Lleida a raíz de un problema de faldas. Había prometido en matrimonio a dos chicas distintas. Aquí se compró la Casa Castellarnau que era un palacio gótico, precioso, grande y magnífico. En esa época estaba pasado de moda, por lo que lo arrasó. Dejó el patio, tardogótico y empezó a construir una casa de estilo neoclásico, que terminó su hijo, José Antonio de Castellarnau, del que estamos hablando. Un señor que quería, como todo el mundo, progresar en la vida.

¿Cómo lo hizo?
Subiendo en el escalafón social. Castellarnau no era aristócrata aunque estaba dentro de una estirpe aristocrática. Él pidió y pagó por ser Caballero de la Real Maestranza de Ronda. Al cabo de los años consiguió la Orden de Carlos III, un grandísimo honor, creada por ese monarca para premiar a la meritocracia. Tenías que mostrar que habías hecho un servicio a la patria, a la Corona o al país.

¿Qué había hecho él?
Poner parte de su fortuna personal para ampliar el puerto de Tarragona. Fue un patricio de su época, en el sentido más romano del término. Alguien que gasta su fortuna personal en su ciudad para que fuera más próspera, cosa que buena falta nos hace a día de hoy todavía. Para la ampliación se creó la junta de obras del puerto. Él era el secretario. Además, impulsó un sistema de sorteo para ayudar a financiarla. El boleto original está en el Museu del Port.

«Somos Patrimonio, pero si no se cuida... Si basamos nuestro atractivo cultural en el patrimonio, basémoslo bien»

¿Cuando cambió la suerte?
Los franceses, básicamente. Pero antes tuvo lugar la inauguración de la ampliación del puerto con la asistencia del rey, ya Carlos IV. Se encargó un grabado que inmortalizara el momento, pero cuando estuvo terminado se dieron cuenta de que se habían olvidado a Godoy. Tuvieron que volver a hacerlo para incluir al valido. 

Y después llegaron los franceses...
Con todo lo que eso implica. Castellarnau, como mucha gente de la época, envió a la familia y parte de sus bienes a Mallorca.

¿No fue suficientemente patriota?
Todo es fácil de ver en perspectiva. Fue prudente y patriota a la vez. Él no era afrancesado y entre las riquezas que envió a Mallorca estaba el caudal de la junta de obras. Castellarnau se quedó poco tiempo aquí porque fue nombrado diputado por Tarragona en las Cortes de Cádiz. Fue a tomar posesión, asistió a unas pocas sesiones y alegando motivos de salud se fue a Mallorca. 

Dicen las malas lenguas que traficó con esclavos.
Las habladurías también tienen un punto de envidia. En este caso no se ha acabado de comprobar.

¿En qué momento empieza a ser la casa protagonista?
Desde que la familia vive ahí. Pero la literatura del fantasma se ha hecho a partir de una de las hijas, que murió allí.

Algunos vecinos han visto figuras de noche pasar por las ventanas. Una figura femenina entre sombras, vestida de época. ¿Hasta qué punto hay una sugestión?

¿De qué murió?
No lo sabemos. Aunque era una época en la que de un resfriado te podías ir al otro barrio. Como siempre, en las historias de fantasmas partimos de un hecho real y lo edulcoramos para encajarlo en un discurso. Y Castellarnau también murió en la casa.

¿Cómo?
Fue de manera bastante horrenda. Un tronco de la chimenea prendió la cortina. Entonces él, ya mayor, la arrancó para tirarla al suelo y poderla apagar, con tan mala suerte que se le cayó encima. Murió de las quemaduras, días después.

La niña, él...
La casa entró entonces en una dinámica de mala suerte. No tanto en el sentido de que esté maldita, pero sí que es verdad que muchos años más tarde algunos vecinos vieron figuras de noche pasar por las ventanas. Una figura femenina entre sombras vestida de época. ¿Hasta qué punto hay una sugestión? ¿Y quién es? ¿La hija, la madre, la criada? Puede ser cualquiera. Después, cuando pusieron el Museu d’Història, de vez en cuando y sigue ocurriendo, hay puertas que se cierran de golpe o impresoras que escupen papel. Yo no diré que he visto un fantasma, pero sí que he visto cosas. 

Cuente, cuente... 
La lámpara de la sala de billar es de bronce, una bestia. Y en una de las visitas empezó a moverse.

¿Qué hicieron los visitantes?
Nada, pensaron que era parte de la visita y salieron encantados.

En Tarragona tenemos la primera obra de Gaudí de su vida, que es la capilla de Jesús y María, en la calle Méndez Núñez.

¿Usted dormiría en ella?
No, pero no porque tenga miedo, sino por incomodidad.

¿Cómo ve el futuro de la casa?
Estamos mejor que hace veinte años y peor que dentro de veinte. Somos Patrimonio, pero si no se cuida pues la Muralla, por ejemplo, se puede caer. No mañana, pero sí en trescientos años. Y maldita la gracia a quien le toque vivir dentro de 300 años. Sin salir de Tarragona puedes hablar de los romanos, de la época medieval, del renacimiento... Tenemos la primera obra de Gaudí de su vida, que es la capilla de Jesús y María, en la calle Méndez Núñez... Todo esto implica un cuidado, no solo desde la ciudadanía, sino desde la administración, independientemente de quién gobierne. Si basamos nuestro atractivo cultural en el patrimonio, basémoslo bien.

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