«Para muchas mujeres denunciar es saltar al vacío»

Entrevista a Ekaterina Kàtcheff, Coordinadora territorial de Institut Català de les Dones

02 marzo 2021 19:40 | Actualizado a 04 marzo 2021 07:20
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Ekaterina Kàtcheff Togobitska (Veliko Tárnovo, Bulgaria, 1973) es, desde hace poco más de un año, coordinadora territorial del Institut Català de les Dones. Pianista y compositora, es funcionaria docente en la especialidad de música. Tiene dos hijos y una implicación personal en la lucha contra la violencia machista.

En su experiencia como docente, ¿cree que los jóvenes van mejor que otras generaciones en igualdad de género?

Estoy en educación desde 2005 y en estos quince años se ha experimentado un cambio muy favorable en cuanto a la sensibilización y la coeducación. Estamos en el buen camino, pero en la escuela no hay solo alumnado, hay profesorado, personal administrativo, familias... Y hay que hacer una transformación de todos.

Lo pregunto porque nunca hubo tantas charlas en las escuelas, pero parece que cuando llega la adolescencia y las primeras relaciones se repiten los patrones de siempre.

El tema de la coeducación es muy frágil. Se invierten recursos y esfuerzos, pero todas y todos somos víctimas todavía de un modelo patriarcal muy estereotipado... Pero nada de lo que se hace en las escuelas es estéril, de todo queda buena semilla aunque no se vean los frutos inmediatamente.

Los datos del ICD dicen que aumentan las llamadas al teléfono contra la violencia machista pero no las denuncias. ¿Las mujeres no se sienten protegidas por el sistema para denunciar?

Nunca mejor definido, el problema es precisamente el miedo, la inseguridad... Uno no salta de un puente si no sabe que alguien lo puede coger. Hacer una denuncia para algunas mujeres es hacer un salto al vacío porque no saben con lo que se pueden encontrar. Se pueden encontrar con el rechazo de la familia, de los hijos; con la incomprensión y la lentitud de los procedimientos judiciales...

Dice que ha vivido casos así.

Sí, son mujeres que llaman y te dicen: ‘voy a hacer la denuncia, me siento suficientemente fuerte’, y al cabo de unas horas te dicen: ‘no puedo’. En dos ocasiones me ha pasado y la segunda me golpeó mucho; era una señora con dos hijos mayores de 20 años. Me dijo: ‘no puedo porque mis hijos me darán la espalda’... Poner una denuncia implica a veces enfrentarse a la soledad y hay mujeres que no tienen recursos para emprender una vida independiente.

La mayor parte de las llamadas son por violencia psicológica. Eso es muy difícil de probar.

Yo creo que cualquier violencia es intolerable, pero la violencia psicológica es la más perversa y la más peligrosa porque muchas veces es cuestionada hasta por la propia víctima... Es la que más daño produce porque es más difícil de comprobar y más lenta de tratar. Con la modificación de ley que se llevó a cabo en el Parlament en diciembre pasado hay un avance importante en el reconocimiento de esta violencia, así como en la reparación y recuperación de las víctimas.

La ley también habla de violencia digital.

Sí, era muy importante porque cuando se redactó la ley anterior, en 2008, internet y las redes sociales no tenían el mismo peso que ahora en nuestras vidas.

Los datos también dicen que apenas llaman familiares y amigos al teléfono del ICD.

Sería maravilloso que el mundo tuviera asumido que el problema de la violencia no es problema de dos, sino de todos. Hablamos de la familia, el entorno laboral, las amistades... Es difícil porque en nuestra sociedad quedan muchos prejuicios que favorecen la comodidad del agresor y la vulnerabilidad de la víctima. El ICD ha hecho una campaña al respecto.

Este año el lema del instituto para el 8M es la corresponsabilidad. ¿Por qué?

Ser corresponsable es compartir, respetar, valorar y considerar suficientemente al otro. No es ayudar, es evitar que el otro se sobrecargue de trabajo. Compartir el cuidado de los hijos, de las personas dependientes, significaría que las mujeres tendrían más tiempo libre, más facilidad para promocionar en el mundo laboral... Con la pandemia hemos dado una paso atrás. La principal carga de trabajo recayó en las mujeres.

Dígame una mujer que admire.

A mis profesoras, las de música y sobre todo a las de ciencia. En la vida he tenido la suerte de tener a muchas amigas que admiro. Y admiro a mi hija. Tiene 24 años, las cosas muy claras y me ha enseñado mucho de feminismo.

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