- ¿Cómo se sucede a una persona tan carismática como Jordi Rovira?
- Una de las cosas que siempre he tenido clara es que a Jordi Rovira no se le podía sustituir. No tengo su capacidad de trabajo ni sus conocimientos y por eso hemos dado una vuelta a la junta de la institución. Ahora somos todos iguales. Con Jordi no hacía falta porque él abarcaba todo.
- ¿Y eso era bueno o malo?
- Era bueno porque él podía hacerlo. Ahora lo haremos entre todos. Yo soy la cabeza visible de la junta, nada más.
- ¿Cuáles son las líneas maestras de esta nueva etapa?
- En esencia, la filosofía de la Arqueològica sigue siendo la misma, que es la conservación y defensa del patrimonio por encima de todo. Ahora volvemos a tener más presencia en otras administraciones que un tiempo nos dejaron de lado.
- ¿Ah sí? ¿Por qué?
- Porque ha habido temporadas en las que éramos más incómodos que en otras.
- ¿Incómodos?
- Sí, porque éramos críticos sobre cómo se estaban haciendo las cosas.
- ¿Y por eso les dejaban de lado?
- Sí, o, como mínimo, no escuchaban nuestras sugerencias.
- ¿Se ha revertido esta situación? ¿Desde cuándo?
- Sí, desde hace un año aproximadamente. Creo que en Tarragona todas las instituciones tenemos que ir a una.
- ¿Cómo valora la situación del patrimonio en la ciudad?
- Siempre se puede hacer más, sabiendo que no es una época fácil. Pero hay que hacer un replanteamiento a largo plazo.
- ¿Cree que se están poniendo parches?
- En algunas cosas, sí. En muchas actuaciones lo que hace falta es que se pueda interpretar el monumento, que los ciudadanos puedan comprender qué era aquello que están viendo.
- Antes comentaba que no hay dinero pero los monumentos hay que preservarlos.
- Hay que hacer un plan general. ¿El dinero? Lo hay para otras muchas cosas.
- ¿Qué papel han desempeñado las otras administraciones en el patrimonio de Tarragona?
- La Generalitat, por ejemplo, nos ha tenido abandonados durante mucho tiempo.
- Uno de los puntales para la difusión del patrimonio romano de la ciudad es Tarraco Viva. ¿Qué opina del festival?
- La idea es buena, atrae a mucha gente, pero quizás no haría falta hacer tantos actos y gastarse tanto dinero.
- ¿Cómo se financian?
- Actualmente contamos con 400 socios que pagan una cuota de 40 euros anuales y reciben un boletín. Gestionamos una biblioteca con más de 40.000 volúmenes y tenemos convenios con más de 300 publicaciones de todo el mundo.
- ¿Dependen, por tanto, de sus propios recursos?
- En gran parte, sí. Antes, para la publicación del boletín, nos ayudaba la industria química, esa aportación disminuyó y ahora tenemos que renegociar. Del ayuntamiento hace tres años que no recibimos nada. Antes, su aportación era de 12.000 euros anuales.
- ¿Tienen patrimonio?
- El local es nuestro (carrer Major, 35), por primera vez tenemos un local en propiedad. Estamos aquí desde 1994. Era un inmueble de La Caixa y compramos este piso y el contiguo.
- ¿Tienen trabajadores a su cargo?
- [ríe] No. Durante unos años hubo un par de señores jubilados que estaban todas las mañanas aquí y se encargaban de recepcionar paquetes y mantener la sede abierta. Fallecieron y ahora no tenemos sustitutos.
- ¿Podríamos decir que ustedes, salvando las distancias, son como el National Geographic o la Royal Society de Tarragona?
- Sí, podríamos considerarnos así. Los orígenes de la Reial Societat Arqueològica Tarraconense se remontan a un grupo de señores que, cuando aparecieron las primeras muestras de patrimonio, se encargaron de comprarlas para preservarlas, y así nació el museo arqueológico. Nuestra sede social aún es Plaça del Rei, 5, el museo. En 170 años hemos sido capaces de sobrevivir a todo.
- ¿No les parece triste que para gran parte de la sociedad sean unos desconocidos?
- Sí. Si tenemos en cuenta la antigüedad de la sociedad, es cierto que no se nos valora como se debiera.
- ¿Es la Reial Societat Arqueològica Tarraconense viable económicamente?
- Sufrimos, pero somos hábiles a la hora de cuadrar los números. Saldremos adelante porque hay gente que nos ayuda. A pesar de eso, tenemos que ser capaces de ser más visibles en la ciudad, que se nos conozca.