Proyecto Hombre trata en Tarragona a los primeros adictos a redes sociales

La dependencia de Facebook o Youtube llega a una sanidad pública no siempre preparada. También el Pere Mata o el Institut de Diagnòstic Psicològic notan un incremento de casos

22 abril 2018 14:00 | Actualizado a 23 abril 2018 17:52
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

«Hablamos de tecnología diseñada para estimular la dopamina», reconoce Claustre Dasca, educadora del Servei de Prevenció de les Adiccions del Ayuntamiento de Tarragona. No por nada ella ha empezado a atender, entre casos de alcohol y cocaína, a jóvenes adictos a Facebook, a Twitter o, directamente, a las pantallas.

Es el extremo de la creciente sobreexposición a las nuevas tecnologías, que desde hace un tiempo se cuela en las consultas de psicología, tanto privadas como públicas. No son la mayoría de casos pero la casuística crece y preocupa a los expertos, muchos de ellos volcados en tareas de prevención. «La clave está en la educación y en el empoderamiento digital que tienen que tener los padres. No hay que ser expertos en informática», cuenta Claustre Dasca, que apuesta por «aplicar el sentido común digital». "Estamos hablando de aplicaciones diseñadas para estimular la dopamina", dice la educadora Claustre Dasca.

"Hablamos de aplicaciones diseñadas para estimular la dopamina", dice la educadora Claustre Dasca

Esta semana, la URV acogió un Fòrum Smart sobre el uso responsable de las nuevas tecnologías. En el debate participaron Ingibjorg Eva Thorisdottir y Rannveig S. Sigurvinsdóttir, doctoradas islandesas en el uso de la pantalla y los efectos en salud mental. Ingibjorg incidió en desglosar el perfil de la persona más proclive a ser adicta: «Jóvenes con dificultades para comunicarse, de carácter introvertido, o que sufren una situación de aislamiento pueden tender a buscar refugio en las nuevas tecnologías». 

«Se alimenta el aislamiento»
La psicóloga clínica Montserrat Gómez, del Institut de Diagnòstic Psicològic de Tarragona (IPD), aporta algún ejemplo, como el de menores enganchados a una red como Youtube: «Hablamos de chavales que cursan estudios secundarios o universitarios, que dedican mucho tiempo a videojuegos on line, que comienzan a relacionarse sólo virtualmente. Se alimenta el aislamiento y viene la repercusión a nivel de notas o de problemas familiares». 

A la psicóloga de Tarragona Enriqueta López también le llegan casos con asiduidad: «El problema empieza a partir de los 12 años, con chavales pegados a todas las pantallas. Me llegó el caso de un chaval que prácticamente vivía solo en su habitación y no dejaba entrar a nadie. Ahí tenía la televisión, el equipo de música y el ordenador. Con estos cuadros se han descubierto luego problemas de conductas». 

"La adicción llega cuando se pierde el control o se crea una fuerte dependencia psicológica", sostiene la psicóloga clínica Montserrat Gómez 

En algunos casos, la adicción sólo es la punta del iceberg de algo más. «Como pasa con las socioadicciones, es síntoma de que algo no va bien, siempre se esconde algo detrás y hay que buscarlo. Es lo mismo que sucede con el consumo de sustancias», sostiene Claustre Dasca. Ella aporta otra vertiente: « Me preocupa sobre todo la parte emocional, ese padecimiento que aparece cuando alguien sufre si ve que la otra persona está en línea y no contesta el mensaje de WhatsApp o lo ha leído y no responde». 

La experta Rannveig S. Sigurvinsdóttir aludió, en su estancia en Tarragona, a la línea que hay que seguir para combatir este tipo de sensaciones: «Hay que entender que las redes sociales son una fuente constante de comparativa, cuando únicamente vemos una versión idealizada de la vida de una tercera persona. Tenemos que trabajar para evitar los sentimientos de frustración que eso puede producir en los jóvenes». 

Hay un caldo de cultivo con factores que puedan hacer al individuo más propenso a caer en la adicción. «A veces hay problemas de autoestima, con personas que a nivel social no están bien. Se ven casos de adolescentes con padres separados o personalidades más tímidas, más introvertidas, que pueden ser más proclives», diagnostica Montserrat Gómez.

¿Pero dónde están los límites? ¿Cuándo se pasa del uso al abuso? «La adicción queda establecida por la pérdida de control, la fuerte dependencia psicológica o la pérdida de interés por otras actividades gratificantes y por la interferencia grave en la vida cotidiana», define Gómez. 

Los problemas llegan cuando el móvil pasa de ser un medio para divertirse o relacionarse a una forma de evitar estados negativos como la tristeza, la ansiedad, la rabia o la soledad. Necesitar estar siempre cerca del dispositivo, tenerlo encendido y contar con buen nivel de cobertura y de batería son algunas señales, pero las definitivas es cuando implica descuidar las relaciones sociales significativas con padres, hermanos o amigos y abandonar quehaceres como los deberes o las actividades extraescolares. 

"No es algo abundante, pero tenemos casos de adictos. Hace cinco años eso no pasaba", cuenta Oriol Esculies, director de Proyecto Hombre en Catalunya

Ya hay políticas públicas y sociales que abordan el tema en la provincia. El Ayuntamiento de Tarragona trabaja en prevención. Los diferentes centros públicos de salud mental infantil y juvenil (CSMIJ) de la provincia también reciben cuadros de adicción a las redes sociales, a los que hay que añadir los pacientes que acuden a las consultas privadas. 

De la prevención al tratamiento
A eso hay que añadir la intervención de organismos como Proyecto Hombre, que trabaja ya en iniciativas para tratar la adicción a las nuevas tecnologías. «No podemos decir que haya una cantidad abundante de casos, pero sí que existen y cada vez más. Es un problema que hace cinco años no existía. Hay que estar alerta», decreta Oriol Esculies, director de Proyecto Hombre, que en Tarragona trabaja tanto en la prevención como en el tratamiento. 

El perfil es variado pero se centra en una característica básica. «Al ser una ONG, viene gente quizás con menos recursos económicos. También hay que tener en cuenta que la sanidad pública no se encuentra aún del todo preparada para abordar este tipo de situaciones. Habría que formar a los profesionales en eso y darles más herramientas», aclara Esculies desde Proyecto Hombre. 

Comentarios
Multimedia Diari