Psicólogos de Tarragona tratan a adictos a Fortnite

La dependencia al videojuego de moda en todo el mundo se cuela ya en las consultas de la provincia y preocupa a los padres. «Hay chavales que han perdido su vida social», alertan

09 marzo 2019 18:06 | Actualizado a 11 marzo 2019 20:06
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«Hay chavales que han perdido por completo la vida social, que han llegado a dejar de ir al colegio para jugar. Son chicos lo suficientemente mayores para que puedan ir solos a clase pero lo han dejado de hacer para quedarse a jugar y sus padres les han descubierto», explica Mònica de Vicente, psicóloga en Tarragona y Reus, al frente de MVM Psicologia. 

Ella, como otros expertos, ya tratan en la consulta a un nuevo perfil de adicto en el marco de la tecnología: los menores que están enganchados a Fortnite, el videojuego de moda, con más de 45 millones de usuarios en el mundo, una especie de fenómeno cultural con todo un reguero de récords que muestran la magnitud de su éxito: es el juego con más recaudación de la historia (2.400 millones de dólares en 2018) y seduce a muchos con partidas multijugador, online y gratuitas.

Mariona Díaz, psicóloga infanto-juvenil de Reus, alerta de la situación: «Vienen muchos niños y jóvenes, que empiezan a jugar a partir de los ocho o nueve años. Hay padres que controlan más y otros menos, y en algunos casos se les va de las manos». 

También la psicóloga tarraconense Enriqueta López avisa de este juego cuyo objetivo es ser el último superviviente de una batalla en una isla en la que llegan a participar hasta 100 avatares: «Vienen a la consulta niños y adolescentes muy pegados a este juego. Lo noto desde hace un año. Son chicos muy jóvenes». 

Una forma de relacionarse

Los peligros del aislamiento social, clásicos en las adicciones tecnológicas, rebrotan aquí con nuevas variantes, como indica Mariona Díaz: «Hay niños con problemas sociales que encuentran en Fortnite una manera de relacionarse. Ellos sienten que están en contacto con esa gente pero no están desarrollando las habilidades sociales. Se relacionan en el juego pero eso no lo van a poder replicar en la vida real». 

Hay algunos casos extremos, como el del niño obsesionado que no sabe hacer otra cosa que jugar cuando está en casa o el que ‘obliga’ a su familia a volver pronto de una actividad para ponerse a los mandos. «Hay veces en que se tienen que dejar de lado planes de familia porque el chaval tiene una partida por la tarde y si no juega eso le genera mucha frustración. En casos así hay ya un problema», cuenta la psicóloga Mireia Calvo, codirectora del centro de psicología Onment, en Tarragona. 

Calvo aporta más luz sobre los perfiles: «En principio juegan más chicos que chicas, porque el videojuego seduce más a ellos y al ser uno en el que la lucha tiene importancia, les atrae más».

Fortnite, en sus diferentes modos de juego, tiene «varios componentes susceptibles» de enganchar, como afirma Judit Arjona, psicóloga especialista en orientación cognitivo-conductual en el centro ISEP Clínic, con sedes en Tarragona y Reus: «Es gratuito, está muy disponible, muy al alcance de la mano y el jugador tiene un rol activo, genera, crea. El formato multijugador tiene también un potencial adictivo».  

En ocasiones, la dependencia del Fortnite no es motivo directo de la consulta al psicólogo pero sí acaba apareciendo y demandando un tratamiento. «En realidad todo está relacionado con los abusos de las redes sociales y las pantallas que vemos en las consultas. Hay que escarbar un poco y ver que detrás de eso suele haber algún problema más», cuenta Miriam Recio, también psicóloga en Tarragona. ¿Cómo actuar? ¿Cuáles son los primeros pasos contra esa adicción al juego de marras? Mariona Díaz apuesta por «un trabajo sistémico» basado en «fortalecer el vínculo con los padres y, a nivel social, aplicar límites». 

Alternativas gratificantes

Los expertos sugieren explorar otras opciones que sean reconfortantes. «Si el niño pasa menos tiempo jugando, ¿qué hará? Tienes que encontrar otra cosa que le compense», añade Díaz. «Es vital marcar el límite y educar en el entorno familiar. Debe haber un control, un seguimiento del tiempo que se dedica al juego y a las pantallas», aporta Mireia Calvo. 

«No hay un tratamiento específico. La línea tiene que ser siempre marcar un límite de horas antes de que alguien se pueda enganchar. Nunca se puede perder de vista el mundo real, porque el niño se va escondiendo en ese personaje virtual», narra Mònica de Vicente. Hay que hacer una pedagogía y un aprendizaje de base, algo no siempre sencillo porque las condiciones no acompañan: padres con poco tiempo para estar en casa y que muestran ellos mismos una enorme dependencia del teléfono móvil. «En buena medida todo pasa por dar ejemplo y eso a veces cuesta mucho», admite Miriam Recio. 

Para Judit Arjona, «la psicoeducación es más importante que prohibir» y apuesta por instaurar «pautas de tiempo» y por «acotar la privacidad, porque facilita la adicción. Hay, en esa vía de solución, una cuestión clave. «¿Cómo pasárselo bien sin necesidad de jugar? Hay que aprender a eso y buscar alternativas de actividades gratificantes», relata Judit Arjona, que apuntilla: «Por supuesto, los padres tienen que dar ejemplo». 
Hay algunos psicólogos que ya alertan de un incremento de cuadros vinculados a la sobreexposición a las pantallas. «En algunos casos se empieza ya a los dos o tres años y eso tiene unas consecuencias para el desarrollo neurológico de los niños. Hay más problemas de atención, de concentración y de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad)», reconoce Mariona Díaz.

La sociología, desde un prisma analítico, se eleva para, igualmente, alertar, como indica el tarraconense Francesc Núñez, profesor en la UOC: «Se habla ya de que los chavales tienen que aprender a aburrirse, a tener esa posibilidad. El desafío va a ser establecer formas de estar en el mundo al margen de las pantallas. Ya hay gente que empieza a comprarse móviles que no son ‘smartphones’ para poder desconectar».  

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