¡Qué mal te veo, querida Playa Larga!

Hay que pensar en verde. Tarragona será Tarragona si sabe cuidar su identidad natural

19 mayo 2017 15:25 | Actualizado a 23 mayo 2017 10:20
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Hay determinados espacios naturales cuya visión objetiva requiere una mirada lenta, durante años, para ver cómo evolucionan, cómo los trata el tiempo. No podría escribir sobre la Playa Larga si no la llevase pisando desde los 8 años. Ni tampoco sin haberla vivido continuadamente durante este tiempo. Es la playa que me ha visto crecer y es la playa en la que mis ojos han proyectado tantos y tantos sueños de juventud. Ahora es la playa que ven mis hijos. Y les enseño a amarla.

En los últimos años sorprende notoriamente la gran degradación paisajística que sufre esta playa. No pasa desapercibido el hecho de que, inmersos en una legalidad urbanística pletórica de requisitos técnicos y estrategias integradoras, la integración paisajística brilla por su ausencia.

La presión del camping sobre la pineda que separa la Playa Larga del tramo de La Roca Plana es para sentarse, mirar y valorar. Sobran las palabras, y falta contundencia. Poco ruido y menos nueces. Nada palia el daño creciente que sufre esta playa.

Que si parking sí, o que si parking no. Que si maderitas y cordeles para proteger la fauna. Solo son pequeños gestos para tortuguitas que esconden trampas mayores de las que no se habla. Y es que lo que más me preocupa es lo que menos alerta a nadie. Basta mirar al bosque de la Marquesa para ver que es un auténtico basurero urbano.

Reliquias de amores de media tarde o de encuentros ocasionales, latitas y papelitos y otros souvenirs urbanitas aderezan este bosque. Esta es nuestra respuesta a una necesaria protección a lo que debería ser ya un parque natural, una reserva natural. Pero, ¡qué caray! Andamos todavía lejos, muy lejos de saber proteger espacios naturales que nos son vitales.

Quizás, a riesgo de perderlos en pocos años. No les sorprenda. No les quepa duda de que Tarragona pende de un hilo en lo que se refiere a protección paisajística de su litoral. Si perdemos estos espacios naturales, aparte de ser el aparcabarcos de la costa sur, ya podemos apañarnos en buscar otro destino que el turístico. Quién sabe. Tal vez nuestro destino ya está más que escrito, adoptado, aceptado y puesto en marcha.

Pero ni tan siquiera lo más sorprendente sea esto que les he contado. Lo que me sorprende de tanto amante de esta playa es que no se esté hablando en términos contundentes, radiofónicos, televisivos, de la regresión marina que sufre desde hace años.

Jamás como ahora ha desaparecido una franja de arena tan importante. Y sin arena, no habrá tortuguitas. Las vallas del camping quedan altísimas, y casi a ras de agua. Es la prueba palpable de que una gran cuña de arena parece haber desaparecido. Y de ello doy fe que hace ya meses. Aquí falla algo. O falta arena, o empieza a ser el momento de llamar a Greenpeace y que haga algo, porque aquí me parece que no hacemos nada.

No puedo entender cómo este espacio natural tan preciado goza de un maltrato tan elevado. No me cabe duda de que es difícil combatir el vandalismo urbanita, pero brillan por su ausencia los controles y vigilantes en esta zona boscosa y de playa. Hay demasiados recursos para las curses urbanes y ciertos actos populistas, muchos más que para cuidar nuestro patrimonio costero.

Es demasiado fácil caer en esta impunidad de descontrol y esperar que llegue un desastre ecológico de efectos irrecuperables. No me cabe duda de que en esta zona debe haber un auténtico proyecto natural de protección paisajística. Debe ser un espacio vigilado y gestionado, cueste lo que cueste.

Si pretendemos un turismo de calidad, hay que exigir un civismo de calidad o, en caso contrario, saber actuar con contundencia en lo que empieza a ser una agresión continua de estos espacios naturales. Y para esto, posiblemente sea justificado un impuesto turístico, del mismo modo que un vehículo que entra a la gran urbe desde la periferia paga un peaje elevado por consumo de CO2.

Supongo que hay que pensar en verde, valga la expresión. No me mal interpreten. Pero el futuro de esta ciudad pasa por Levante. En Poniente, el sol ya se ha puesto. Y, además, en poco tiempo ni nos va a pertenecer como territorio, aunque debamos soportar su presión como lugar. Tarragona será Tarragona si sabe proteger su identidad natural. Si pierde esta ocasión, perderá toda esencia de ciudad patrimonial para convertirse en un reducto de gestores incompetentes.

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