¿Qué tendrá César que aún le recuerdan en Tarraco?

Clase acelerada. Ruiz de Arbulo relata cómo el hiperactivo dictador romano pudo tener más que ver con la ciudad de lo que pensamos

25 mayo 2021 05:30 | Actualizado a 27 mayo 2021 05:27
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Por momentos daban ganas de pulsar el ‘pause’. Pero no era posible, la conferencia del catedrático en Arqueología Clásica de la URV, Joaquín Ruiz de Arbulo en la Antiga Audiència era (por fin) en directo. Y había ganas de escucharle, a juzgar por el hecho de que las entradas estaban agotadas hacía días y de que el auditorio estaba todo lo lleno que permiten las restricciones que impone la pandemia. Era, sin duda, uno de los platos fuertes de Tarraco Viva de ayer.

Lo del pause venía a que Ruiz de Arbulo, que reconocía que hacía año y medio que no se enfrentaba a un público presencial, ofreció una clase aceleradísima de historia para demostrar que Julio César pudo tener mucho más que ver con la Tarraco romana de lo que se explica. La teoría que vino a desgranar es que el dictador, que luego fuera elevado a la categoría de dios, fundó aquí una colonia (aunque aclaremos que para entonces la ciudad ya existía).

Espero que el catedrático perdone el burdo resumen, pero esta servidora, de naturaleza dispersa, ha preferido quedarse con algunas ideas de la intensa conferencia de hora y media.

Tras la huella

El resumen es que hay varias evidencias de que Julio César fundó la colonia Urbs Triumphalis Tarraco. La primera serían las referencias del historiador romano Flavio respecto a que en la ciudad se conservan estandartes de César, por lo que legionarios que lucharon con él las habrían traído hasta aquí. La segunda es el hallazgo de una lápida que viene a mostrar que aquí el poder estuvo controlado al menos durante dos décadas por un tribuno de la ‘legio Martia’ una de las legiones en las que se apoyó César en sus innumerables batallas.

Pero, más allá de mostrar esta teoría, la conferencia dio para bastante más y, por momentos, era fácil entender por qué César ha dado para tanto filme. Entre esos momentos estaba, por ejemplo, descubrir como el hombre recorrió la distancia entre Roma y lo que hoy es Sevilla en apenas 27 días (entonces se tardaba el triple) en un carro veloz; trayecto que aprovechaba para ir dictando sus cartas. «No podía parar, era increíble este hombre... Nunca tenía suficiente», soltó en algún momento el conferencista.

Y es verdad, César era el protagonista de un bucle casi sin fin de batallas, guerras y conquistas... Y encima hasta tenía tiempo para escribir un diario con sus aventuras porque, además, era un hombre de letras. Algunas partes de ese diario, de hecho, sirvieron para aprender latín a más de uno de los presentes ayer en la sala.

Aunque para momento fílmico estaba el encuentro con Cleopatra. Ella tenía 21 años, hablaba cinco idiomas y lucía una belleza épica; César 52 tenía. De la relación nació un niño, Cesarión, último faraón de Egipto.

Aunque más allá de romances, de la mano de Ruiz de Arbulo era posible ver cómo hay ciclos que se repiten de forma inquietante, como aquella crisis de la república imperial en la que los ricos se hacían más ricos y los pobres más pobres y los senadores se dividían incapaces de ir todos a una.

Si algo tuvo claro Julio César era que quería que le recordaran. No por nada después de su muerte le elevaron a la categoría de Dios y en Tarraco hasta podrían haberle rendido culto. Lo cierto es que el lugar donde fue incinerado en Roma, tras ser asesinado de 23 puñales, todavía hoy lucen siempre flores frescas.

Y Ruiz de Arbulo se preguntaba cómo conseguía que más de 2.000 años después de su muerte todavía se hable de él en Tarraco. Seguro que es una de esas preguntas de múltiples respuestas, pero muy probablemente la cuestión sea simple: nos pierden las películas, aunque las veamos en velocidad acelerada como ayer.

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