Quien lo entienda, que lo compre

La arbitraria política de pactos de JxCat desorienta a sus simpatizantes y alimenta la tesis del reparto de sillones

16 julio 2019 18:30 | Actualizado a 16 julio 2019 19:05
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La constitución de los Consells Comarcals ha significado una nueva vuelta de tuerca en la caótica política de pactos desarrollada últimamente en la órbita procesista.

La sumisa pleitesía de estos partidos ante las radicales estrategias dictadas por las entidades independentistas, ya fuese de forma explícita o caldeando la presión ambiental en los medios de comunicación y las redes sociales, parece afortunadamente superada. Efectivamente, deberíamos celebrar esta aparente emancipación del soberanismo institucional, teniendo en cuenta la anomalía democrática que suponía ver a nuestros legítimos representantes controlados como marionetas por unas organizaciones que nadie había votado.

En cualquier caso, el partido de Carles Puigdemont ha abandonado estas semanas el dogma  procesista que impedía pactar con «los partidos del 155» bajo pena de lapidación virtual. Así, por ejemplo, los neoconvergentes entregaron a los socialistas la presidencia de la Diputación de Barcelona la pasada semana, y ayer repitieron el mismo entente en varios Consells Comarcals, por ejemplo en el del Tarragonés, donde ambas formaciones se repartirán el mando en la sede del antiguo Hospital de Sant Pau y Santa Tecla.

Son varias las explicaciones que se barajan para comprender semejante bandazo. Algunos lo consideran una simple vendetta por los acuerdos entre ERC y PSC para arrebatar diversas alcaldías a JxCat: Sant Cugat, Figueres, Platja d’Aro… Otros sostienen que nos encontramos ante una muestra de sentido común de algunos neoconvergentes, conscientes de la necesidad de tender puentes con los socialistas tras el brutal fracaso de la estrategia procesista.

También hay quien defiende que estos acuerdos evidencian el temor de los estrategas de JxCat a que el actual buen momento de ERC los eclipse y termine consolidando el sorpasso en el espectro soberanista. Por último, no faltan quienes ven en este volantazo la demostración de la revuelta interna de los más pragmáticos (Artur Mas parece haber sufrido una segunda conversión en sentido inverso) frente al maximalismo waterlooniano cuyos lamentables resultados están a la vista.

Sin embargo, lo que no termina de comprenderse es por qué la dirección nacional de JxCat vetó hace dos semanas el entendimiento cerrado por Josep Poblet con los socialistas en la Diputación de Tarragona (argumentando que el actual contexto político exigía tejer «acuerdos de país») y esa misma cúpula ha permitido ahora un pacto idéntico en el Consell Comarcal (defendiendo un enfoque «en clave territorial» para priorizar los intereses de la ciudadanía). ¿Qué es lo que ha cambiado durante estos días? ¿Están reconociendo que el pacto en la Diputación se fraguó de espaldas al interés de los administrados? ¿Qué lógica interna atesora una estrategia que se contradice a sí misma cada semana? ¿Qué fiabilidad y esperanza de vida tiene un cambio de planteamiento que nadie argumenta?

El levantamiento de los vetos es un buen paso hacia la normalización de nuestra vida política, pero su arbitrariedad (y la sorprendente incorporación de los Comuns) sin duda alimentarán la idea de que nos encontramos ante un mero reparto de sillones. Triste regreso a la normalidad.

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