Rabia vecinal contra la química: «Que inviertan menos en fiestas y más en seguridad»

Más de mil personas llenaron las calles de Bonavista en protesta por la explosión de Iqoxe. La asociación de vecinos del barrio presentará una demanda colectiva contra la empresa

19 enero 2020 19:20 | Actualizado a 19 enero 2020 19:35
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José Antonio Sola, de 67 años y vecino de Bonavista, dice que tiene su reloj parado en el 30 de septiembre de 1996, cuando resultó gravemente herido en el incendio de un horno en la planta de Repsol Petróleo de la Pobla de Mafumet. «Me quemé, me caí, me tuvieron que operar las rodillas y la mano. Tengo una artrosis muy avanzada por aquello», recuerda a las puertas del campo de fútbol de Bonavista, donde finaliza la marcha del barrio para pedir más seguridad tras lo sucedido en la planta de Iqoxe. 

José Antonio, que por entonces tenía 42 años y tres hijos, no volvió a trabajar más, después de dos décadas en el sector, y pasó 11 años con depresión mientras se recuperó de un percance que casi le costó la vida. «He sufrido siete accidentes, pero el más grave fue aquel. Y siempre son por lo mismo, por las prisas. Había que poner en marcha la instalación y se iba rápido, igual que ahora».

A Manuel Martínez la explosión de la semana pasada le derrumbó parte del techo de su casa. Todos ellos, vecinos jubilados, con más de medio siglo afincados en La Canonja o Bonavista, se resignan mientras explican testimonios de malas praxis vividos en primera persona en el sector, para concluir: «Aquí nunca se había visto una manifestación así». Una concentración, la segunda en menos de una semana, para plantarle cara a esa química con la que se convive desde los años 60 y que tanto trabajo ha dado; un fino equilibrio ahora en el centro del debate. 

Más de mil personas desafían al mal tiempo –y a la amenaza de una lluvia que finalmente no llega– y llenan las calles de Bonavista para exigir más seguridad a la industria, todo ello en un ambiente de indignación y rabia, tenso por momentos. Comparece el alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, además de concejales, senadores y diputados en el Congreso y en el Parlament. 

‘Exigimos más seguridad, queremos respuestas’, se lee en una de las pancartas. Un grupo de personas que procedían de La Canonja se reúne con el resto en la plaza de la Constitución. Lucen el lema ‘Prou! La Canonja vol respirar i viure’. La asociación de vecinos de Bonavista anuncia que va a iniciar los trámites para presentar una demanda colectiva contra Iqoxe. «Estamos empezando a recopilar la información. Queremos que lo puedan hacer también los vecinos afectados a título individual», explica Loli Gutiérrez, la presidenta, que incide en ese relato recurrente que exponen todos: «Pasamos mucho pánico, mucho miedo, no estuvimos informados. Hubo caos durante casi una hora». 

Alrededor de 200 personas, solo de Bonavista, están afectadas por desperfectos ocasionados en sus viviendas y locales. La mayor parte están en las calles 1, 2 y 3. «Aún tengo el miedo en el cuerpo. No sonaron las sirenas. Yo no quiero que quiten las fábricas pero sí que haya más seguridad. Me tuve que informar por el grupo de WhatsApp de la asociación de vecinos», admite Feliciano Aliaga, de Bonavista.

«Está claro que muchas familias comen de esto, pero eso no quiere decir que no podamos tener más seguridad. Recuerdo que en 1960 muchos agricultores de La Canonja fueron a trabajar a la química», explica Pep Veciana, claro e ilustrativo: «Hay que presionar para que las grandes empresas inviertan más en seguridad que en fiestas mayores y polideportivos. Menos subvenciones a festejos patronales y más a seguridad. Seguro que la gente lo agradece».

Alguien tira de sorna: «Los silbatos se oyen más que las sirenas». Una chica sostiene el mensaje: ‘Ya está bien. Otra vez os habéis pasado los protocolos por el forro’. Otros usan el dibujo del humorista gráfico del Diari Andreu Faro, en alusión a la  actuación de la Virgen del Polígono para evitar una catástrofe mayor. 

Los mensajes contundentes proliferan a medida que la comitiva avanza por las principales calles del barrio y discurre muy cerca del mercado de los domingos. «Está claro, se han cargado a las buenas plantillas para coger mano de obra barata», se escucha. La marcha se paró ante un supermercado para denunciar que sus trabajadores no habían podido irse y abandonar el trabajo el día de la explosión. El séquito avanza al ritmo de cántico como ‘«¿Dónde están las sirenas?’ o ‘«¿Dónde está la seguridad?»’ y en esa ruta no faltan los destrozos asomando en los edificios. Son recurrentes los cristales rotos. Entre las reclamaciones, figuran estudios rigurosos de la calidad del aire o revisión de los protocolos de emergencia, que incluye también las comunicaciones a la población. La protesta termina en el campo de fútbol, a muy poca distancia de un polígono sur químico que alza su alargado ‘skyline’ en este extrarradio del barrio de Ponent.  

La marcha acaba con la lectura de un manifiesto y con palabras de apoyo para las familias de los tres fallecidos. «No estamos en contra de la industria. Solo queremos que cumplan. No queremos más víctimas», explican. Luego, un minuto de silencio mientras suena el Cant dels Ocells de Pau Casals. Los ánimos se encienden, sobre todo cuando algún vecino pide responsabilidades a los políticos presentes. Una mujer se encara especialmente con el alcalde Ricomà; síntoma del hartazgo y el cabreo de una ciudadanía consciente de habitar junto al riesgo. 

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