Raquel: la joven gitana que persigue su sueño

Su perfil. Tiene 23 años y ha vivido toda su vida en Campclar. Estudia el grado de Educació Social en la URV, y su vocación es estar al lado de los más vulnerables

11 noviembre 2020 19:20 | Actualizado a 12 noviembre 2020 13:00
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Raquel defiende que una buena formación académica es sinónimo de libertad, de no depender de nadie. Tiene claro que su función en esta vida es estar al lado de los más vulnerables, ayudar a los que más lo necesitan. Hoy toca conocer a Raquel Heredia Gil, de 23 años, vecina de Campclar y orgullosa de su condición gitana. Unas prácticas en pisos de emergencia y un voluntariado en el barrio le bastaron para saber por dónde iría encaminado su futuro. Ahora, estudia el segundo curso de Educació Social en la URV. Esta joven lucha día a día para dejar atrás el estigma que se ha formado entorno al pueblo gitano y asegura que cada vez hay más mujeres gitanas que deciden estudiar. Conozcámosla.

Raquel Heredia Gil, hija de José y Chari, nació el 22 de septiembre de 1997 y creció en el barrio de Campclar. Es la pequeña de tres hermanos. Recuerda haber vivido una infancia feliz, sin ningún golpe duro que le marcara de por vida. Le gustaba bailar flamenco e incluso participaba en una comparsa de Carnaval. Sincera, directa y respetuosa. Así se define ella misma.

Estudió en la Escola Els Àngels hasta que llegó al Institut de Campclar, donde cursó la ESO y el Batxillerat. Sus padres siempre le animaron a estudiar y a tener una carrera. No estaba convencida de lo que quería hacer, y finalmente se decantó por un módulo de grado superior de Integració Social en el Institut Vidal i Barraquer. «Me tocó hacer prácticas en unos pisos de emergencia social que pertenecían al Ayuntamiento. En esas casas se alojaban personas que habían sido desahuciadas o que se les había quemado la casa, por ejemplo», explica Heredia, quien añade que «fue entonces cuando lo tuve claro. Necesito acción y dinamismo en mi día a día, y el ámbito social me lo da. Era y es mi mundo».

Llegó el momento de acceder a la facultad. Pese a tener la nota suficiente, un error informático la dejaba sin plaza. El mundo se le caía encima. Contemplando todas las opciones, Raquel se enteró que la URV guarda una plaza en cada uno de sus grados para personas de etnia gitana. Una manera de incentivar los estudios. Lo aprovechó. La joven asegura que desconocía esta ayuda y, como ella, la mayor parte del pueblo gitano. Le sorprendió, dice.

Racismo indirecto

Raquel explica que, a lo largo de su vida, no ha sido víctima de actuaciones racistas. Siempre se ha sentido tratada con igualdad de condiciones. Pero sí que reconoce que ha notado el racismo de manera indirecta. «No lo hacen con maldad, pero al llegar a la facultad notas como te miran sorprendidos, porque no encajo en el estereotipo que la mayoría de gente tiene del pueblo gitano. Es como que les sorprende que estudie. Pero lo entiendo», asegura esta joven, quien añade que «muchos no saben que soy gitana y, cuando lo digo, me hacen preguntas como: ¿y tienes libertad de pensamiento? Eso sí que me cuesta más de comprender, porque me conocen, han convivido conmigo y saben perfectamente cómo soy. Solo por el hecho de ser gitana ya lo cuestionan. Son preguntas que sobran».

Raquel reconoce que es extraño encontrar chicas gitanas en la universidad porque «quizás no le damos la importancia que se merecen a los estudios. Hemos visto como nuestros padres han tirado adelante sin estudiar, y tampoco les ha ido tan mal». La joven confiesa que, en su caso, «mis padres insistieron mucho para que yo fuera a la universidad. Les he visto trabajar muy duro y muchas horas para tirar la familia adelante. Quiero una vida digna sin tener que esforzarme tanto». Ahora, para ella, «estudiar es necesario para tener un buen futuro, para tener libertad y no depender de nadie». Raquel asegura que justo estos son los objetivos que persigue el colectivo gitano. «Somos un pueblo nómada y libre», dice.

Hoy en día, Raquel se pasa las mañanas estudiando desde su casa, ya que por la pandemia la mayoría de clases son virtuales. Hasta hace unas semanas, la joven trabajaba en una gestoría donde se llevaban a cabo trámites internacionales. La Covid-19 la abocó a un ERTE y, finalmente, Raquel decidió dejar el trabajo y centrarse en sus estudios. Por las tardes, ayuda a sus sobrinos a hacer los deberes. Aquí llega su punto débil: los dos pequeños. «El nacimiento de mis sobrinos es lo mejor que he vivido hasta ahora. Pensar que fui tía con tan solo once años. Toda una experiencia», explica Raquel.

Ahora mismo, su objetivo a corto plazo es terminar la carrera y encontrar un trabajo que le convenza. Le gustaría formar una familia, «porque para nuestra cultura es importante», pero añade que «si no surge, tampoco pasaría nada».

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