Una patrulla no uniformada de los Mossos d’Esquadra se encontraba de servicio en la avenida de Roma. Sobre las nueve de la noche, los agentes vieron a un hombre al volante de un Scooter que no llegaba casco.
Lo siguieron y lograron interceptado en la Plaça Imperial Tarraco después de saltarse un semáforo en rojo. El conductor no aguantaba el equilibrio y no se podía mantener en pie. Además, desprendía una fuerte halitosis.
Al ser un tema de tráfico, los agentes solicitaron una patrulla de la Guàrdia Urbana. Ésta realizó la prueba de alcoholemia y dio una tasa de 1,31, cinco veces superior a la permitida. Los guardias le abrieron diligencias por un delito contra la seguridad vial.
Mientras la Guàrdia Urbana le hacía la prueba, los Mossos recibieron una llamada desde la comisaría indicando que la moto había sido robada y que su dueña se encontraba en dependencias policiales poniendo la denuncia. El hombre, al ser interrogado, no supo dar explicaciones lógicas sobre la propiedad del vehículo, por lo que quedó detenido.
El hombre, de 41 años y vecino de Tarragona, había sido arrestado en diez ocasiones por atentado a agentes de la autoridad, quebrantamiento de condena, violencia psíquica, etc.