Robert Sala: «El IPHES está en la primera división de investigación»

El profesor de la URV y arqueólogo especialista en evolución humana dirige el instituto desde 
el 2015. Resalta la importancia de conocer a los ancestros para explicar mejor la época actual

22 mayo 2021 06:20 | Actualizado a 22 mayo 2021 06:29
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Robert Sala i Ramos es director del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES). No obstante, este arqueólogo especialista en evolución humana, lleva vinculado al instituto tarraconense desde el embrión anterior a su creación, así como a la Rovira i Virgili, universidad que vio nacer. Sala fue el impulsor del Master y Doctorado Erasmus Mundus en Cuaternario y Prehistoria y es profesor titular del área de Prehistoria. En 2015 relevaba en la dirección del IPHES a Eudald Carbonell, a quien conoce desde hace más de tres décadas. Sala explica que hubo un primer intento de un instituto similar en Girona, aunque no fructificó. Y cuando Eudald consiguió la plaza en Tarragona, fue el momento en que Robert también decidió trasladarse, para quedarse.

¿Cómo fue relevar a Eudald Carbonell?

He crecido con Eudald. Cuando cogí la dirección hacía 33 años que lo conocía y que trabajaba con él. Se propuso el relevo para que hubiera una continuidad. Pero no dependía de nosotros, sino del patronato del instituto, que dio el visto bueno.

¿Cómo compagina la dirección con la investigación?

El instituto tiene un funcionamiento marcado y por lo tanto, se deben pasar cuentas con un patronato cada año, que revisa que no haya pérdidas. De esto soy responsable personalmente, junto con la gerente. Y en cuanto a la investigación, de todo el equipo soy el único que no he podido excavar este año porque lo hago en Marruecos, que cerró las fronteras por la pandemia. Los demás colegas excavaron el año pasado y este, aunque con menos personal y también menos tiempo.

Son centro de excelencia María de Maeztu. ¿En qué se traduce esta distinción?

De entrada, en dinero. También en capacidad de contratación de más investigadores y, por tanto, de más productividad. Se traduce en una capacidad de influir en la política del Estado porque al grupo de centros de Severo Ochoa y María de Maeztu se les escucha en el Ministerio. Y para nosotros, significa demostrar que a pesar de que somos un centro en evolución humana, que no es química, biomédica o tecnología, estamos en la primera división de la investigación en España. Aunque venimos del mundo de las letras, quisimos publicar en el mundo de las ciencias y esto ha tenido resultados.

¿Por qué el estudio de la evolución humana es tan importante en el siglo XXI?

Porque el conocimiento de los ancestros tiene un atractivo especial y toda nuestra investigación tiene una vertiente de opinión pública que crea un criterio. La gente nos conoce.

Han cambiado paradigmas...

Tenemos proyectos que están entre los primeros a nivel mundial, como es Atapuerca. Y algunos de nuestros investigadores son muy citados porque están cambiando la forma de pensar, la forma de considerar la prehistoria.

¿Cómo ayuda su trabajo en la época actual?

Una crisis como la actual, desde la arqueología y desde la evolución humana podemos contextualizarla. Podemos poner de manifiesto cómo los humanos estamos dentro de un sistema natural, que muchas veces olvidamos. Hemos olvidado la gripe española de 1918 y todas las que ha sufrido la humanidad e igual ocurre con la climática. Estamos en un mundo en evolución, del que nosotros formamos parte, no somos nada especial. Y nuestra investigación incide en ello. La parte fundamental es que el ser humano necesita conocer a sus ancestros, saber de dónde venimos, qué hacemos aquí y todo esto lo servimos nosotros. Nuestros ancestros tuvieron una serie de problemas, los superaron y nosotros podemos explicarlo.

¿Cuál ha sido su momento más bonito como profesional?

Hemos tenido unos cuantos. El proyecto que hasta ahora ha dado más vida al IPHES ha sido Atapuerca. El descubrimiento del Homo antecessor, el 8 de julio del 94 fue un momento precioso. El de la Sima del Elefante, en 2009 fue otro momento extraordinario.

¿Y el Barranc de la Boella?

Es otro yacimiento excepcional que todavía dará muchos frutos. Porque en el Barranc de la Boella se está descubriendo una cosa que es contradictoria con lo que tenemos en Atapuerca. Encontramos una tecnología diferente en la misma fase temporal.

¿Había un hominino más avanzado en una parte de la península que en la otra?

O el mismo hominino con tecnologías diferentes. Nosotros somos iguales que las poblaciones originales de medio mundo. Somos la misma especie, pero tenemos tecnologías diferentes. Esto puede ocurrir, pero en cualquier caso, en un territorio relativamente pequeño como es Europa y como es la Península, tenemos como mínimo dos grupos capaces de hacer cosas diferentes. Y esto se tiene que acabar de investigar. Es cierto que a la paleoantropología le cuesta aceptar que en un continente tan pequeño como Europa haya dos grupos muy diferenciados. Lo aceptan al final del Paleolítico con Homo sapiens y Homo neanderthalensis, pero para épocas más primitivas cuesta un poco más y pienso que el Barranc de la Boella y Atapuerca permitirán romper este esquema. Después también es importante lo que estamos descubriendo en Marruecos. También es un gran momento de mi vida.

¿En qué parte trabajan?

En el Marruecos Oriental, al sudeste de Melilla, en Ain Beni Mathar, en cooperación con la Universidad de Mohamed Premier de Uchda, en una cuenca en la que prácticamente no había trabajado nunca nadie. La región es riquísima.

¿Qué han descubierto?

Hay sedimentos desde hace siete millones de años. Restos de fauna de hace siete millones de años. Restos de industria que aún estamos datando, pero que probablemente estarán entre las más antiguas de África. Y estamos desarrollando un proyecto que nos interesa mucho para poner de manifiesto que la evolución humana no es un hecho que se dé en un rincón de África, sino que está extendido a todo el continente. Y que el Sáhara ha sido y puede volver a ser una zona verde.

¿Es eso posible?

Los ciclos naturales de cambio climático llevarán otra vez a que el Sáhara sea verde y esto es importante a nivel científico y social porque la ciudadanía tiene que integrar que la Tierra es como un ser vivo. Que nosotros vivamos con unos polos y unos desiertos, no quiere decir que siempre haya sido así. Sino que bien al contrario, ha ido cambiando y esto es esencial también para crear criterio hoy en día. Para saber que a los desiertos se les tiene que poder frenar su desarrollo si somos capaces, evidentemente sin provocar crisis colaterales.

¿En qué punto se encuentra el programa IPHES en los colegios?

El IPHES siempre ha sido investigación, formación académica y socialización. Y este programa lleva a nuestros investigadores a las escuelas y las escuelas vienen al IPHES, algo que se retomará en cuanto la vacunación lo permita. Uno de los puntos importantes es que entramos en escuelas en riesgo de marginalización, por tanto nos interesa incidir en esta parte de la población. También con el Ayuntamiento de Tarragona se ha hablado del Rambla Science, pero una de las cosas que a mí más me preocupa es que esto pueda llegar a los barrios. Me da mucho miedo un Rambla Science que solo esté en la Rambla porque los barrios no vendrán y lo que tenemos que hacer es hacerlo llegar.

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