Sanitarios al límite en Tarragona

Los incómodos equipos de protección, la carga emocional de ver pacientes morir solos, los horarios maratonianos y el miedo a contagiarse ya afectan el día a día de los profesionales

05 abril 2020 08:10 | Actualizado a 05 abril 2020 08:44
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«Ya no aguantamos más». «Nos sentimos como si no fuéramos personas». «Nos están maltratando». «La situación es inaguantable». «No les importa si tenemos familia o no». Y podríamos seguir así unas cuantas líneas más. Estas son solo algunas de las frases que han pronunciado sanitarios que se encuentran en primera línea de fuego y que han sido entrevistados por el Diari en los últimos días. La tregua ha acabado. Los profesionales tarraconenses se encuentran al límite. Ha llegado la semana más dura de la pandemia y la situación se está acercando al colapso más absoluto. El personal, entre la falta de material, de información y la carga emocional que llevan encima, asegura no poder más.

El Diari ha recabado los testimonios de algunos médicos y enfermeros de los hospitales tarraconenses, quienes han contado al detalle cómo es la situación que viven. A pesar de la dureza de la pandemia, los profesionales destacan una parte positiva, como es el compañerismo entre el personal y las altas –cada vez más habituales– de los pacientes. La mayoría de los entrevistados prefiere mantenerse en el anonimato.

Reutilizar el material

Mucho se ha hablado de la falta de equipos de protección para los sanitarios. En la actualidad, los profesionales aseguran que hay material suficiente y que entran a las habitaciones bien protegidos. Eso sí, no sobra. Es decir, el personal se ve obligado a reutilizar una y otra vez las mascarillas y los monos. Antonio, un auxiliar de enfermería del Hospital Joan XXIII, explica que «al principio nos decían que las mascarillas duraban 12 horas. Ahora ya nos dicen que duran tres días. ¿Cómo se entiende esto?», se pregunta. El material está bajo llave y solo las supervisoras de las plantas y unidades pueden acceder a él. «Cuando necesitamos algo, parece que les pidamos un trozo de su brazo», añade Antonio.

El personal de la UCI explica que les dan dos monos protectores por cada turno de 12 horas. Cada vez que salen del recinto, deben sacárselo, tirarlo y ponerse el otro. Ana, enfermera de Joan XXIII, explica que «yo me lo cambio a la hora de cenar. Y aprovecho para hacer pipí. Es la única vez que voy al lavabo durante el turno. No tenemos más monos para cambiarnos».

Estos equipos de protección son de lo más agobiante que hay. «Hace mucho calor dentro del hospital y vestidos así durante 12 horas es complicado. Me paso la jornada sudando», explica David, otro enfermero de la UCI.

En el Hospital Sant Joan de Reus, la situación es parecida. Rosa, una enfermera de la planta donde hay infectados por la Covid-19, asegura que «el material va llegando con cuentagotas y nos lo van dando dosificado», y añade que «no tenemos monos, aquí vamos con batas quirúrgicas y delantales de plástico». En general, los hospitales tienen miedo a que la pandemia se alargue más de lo debido y que se acabe el material. Por eso intentan controlar tanto su utilización.

Cambios de horario

Desde el pasado 1 de abril, el personal de la mayoría de hospitales está haciendo turnos de 12 horas. Un día de trabajo, otro de descanso. Las direcciones de los centros enviaron un correo interno el día anterior comunicando el nuevo horario y sin opción a réplica. «No tienen en cuenta nada. Yo tengo una reducción de jornada, porque mi mujer también es sanitaria y tenemos dos hijos. ¿Pero y qué? A ellos les da igual. No me han dado ni la oportunidad de defender mis derechos. Tengo que ir a trabajar 12 horas y punto», explica David, un enfermero.

La sensación de la mayoría de profesionales preguntados por el Diari es que se sienten maltratados. «No somos personas para ellos, somos números. Estoy de acuerdo en que nos debemos a nuestro trabajo, pero tendrían que tener un poco en cuenta nuestra vida personal. Parece una dictadura esto», añade Ana.

El pasado miércoles, empezaron los turnos de 12 horas. El personal tenía poca información y no sabían si les darían de cenar o no. «Ahora resulta que tenemos que ir un rato antes a buscar los tiquets de la comida. Como si hiciéramos pocas horas», añade Lucas, un enfermero de la UCI del Hospital Joan XXIII.

Las UCI desbordadas

A los cambios de horario impuestos, cabe sumar la reubicación de algunos profesionales a las UCI. Y es que, en las últimas semanas, se han creado nuevas unidades de cuidados intensivos en los hospitales. En el caso del Joan XXIII, ya hay cinco. Es por esto que desde dirección se han recolocado enfermeras que, hasta el momento, estaban en planta o quirófano. Ahora, sin experiencia en la unidad, les trasladan a primera línea de fuego. Deben enfrentarse a la dureza de la Covid-19 sin saber ni por dónde empezar. «No les costaría nada formarnos un poco antes de tirarnos a los leones. Menos mal de los compañeros, que no nos dejan solos y nos enseñan sobre la marcha», explicaba una enfermera ayer.

Los hospitales están llegando también al límite de aforo. Las UCI están llenas y las direcciones de los centros están buscando nuevos espacios para seguir instalando camas y respiradores con el objetivo de dar cabida a todos aquellos afectados por el coronavirus. Todo parece indicar que el pico ya ha llegado. «Nosotros hasta que no veamos que se empiezan a vaciar las UCI no cantaremos victoria», asegura un enfermero del Hospital de Santa Tecla.

Morir solos

Ver morir a gente sola. Esto es lo más duro de esta pandemia, según los profesionales. «La muerte ya es dolorosa en situaciones normales, pero si encima le sumas que lo hacen solos, la cosa es insoportable», explica María, una enfermera del Pius Hospital de Valls. Una trabajadora del Sant Joan de Reus, Laura, asegura que «cuando entramos en las habitaciones, intentamos dar lo mejor de nosotras. No obstante, tenemos que hacer el trabajo en el menor tiempo posible, para minimizar el tiempo de exposición con el enfermo». Los pacientes pasan el miedo solos, sin la compañía de sus allegados.

A este periódico le consta que hay muchos sanitarios que deciden entrar a las habitaciones a dar la mano a los enfermos para acompañarles a morir. «A veces, nos da miedo abrir una habitación porque somos conscientes de cómo nos podemos encontrar al paciente», explica Ana, enfermera de Joan XXIII. Y no solo fallecen sin compañía los infectados por coronavirus. Tampoco los familiares de pacientes que sufren otras patologías pueden despedirse de sus seres queridos. Algunas enfermeras hacen la vista gorda. «Es una cuestión de humanidad», añaden.

La carga emocional

Todas estas circunstancias implican una carga psicológica muy fuerte para los profesionales. Los primeros días era soportable, pero a medida que van pasando las semanas, las fuerzas van menguando. Hay enfermeras que se han visto obligadas a dejar a su familia y mudarse a otra casa, con el único fin de protegerles. Otras no pueden, a pesar de estar al cargo de persona inmunodeprimidas. «No me perdonaré nunca si contagio a mi madre», añade Laura.

En los últimos días, los hospitales han habilitado equipos de psicólogos para empezar a dar ayuda a los sanitarios. Una enfermera del Hospital Sant Joan de Reus aseguraba ayer que «no habrá suficientes psicólogos para tantos profesionales. Tenemos la sensación de estar viviendo la medicina de guerra. Nos llega gente muy grave que no sabemos si podremos intubarl o no. Y esto nos crea mucha angustia». La situación les acabará pasando factura. «Ahora no nos podemos permitir el lujo de hundirnos, tenemos que aguantar y seguir luchando. Pero va a llegar un momento que no podremos más», explica David.

La mayoría de los profesionales coincide en asegurar que cuando llegan a casa es cuando se desmoronan. «Pero a pesar de estar tan mal no cogeremos la baja, porque sabemos que entonces estaríamos perjudicando a nuestros compañeros. Y esto no puede pasar», comenta David.

La parte positiva

Y aquí llega una de las pocas caras positivas de esta pandemia. El compañerismo que hay entre los trabajadores sanitarios. «Menos mal de esto. Siempre hemos estado unidos, pero ahora más que nunca. Nos protegemos y nos cuidamos unos a otros. Es realmente emotivo», explica Ana, enfermera del Hospital Joan XXIII, quien añade que «también nos damos apoyo cuando ingresa algún familiar de alguien de dentro».

La mayoría de los profesionales coincide en enviar un mensaje a la ciudadanía. «Quedaros en casa. Si viérais lo que hay aquí dentro, os daríais cuenta de lo importante que es no salir a la calle», aseguran los héroes del momento.

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