Ser perro en TGN... o perra

Espacio para hacer sus necesidades. La vías públicas, los parterres, los rincones, las farolas o el césped son socialmente adoptados

14 febrero 2019 10:50 | Actualizado a 14 febrero 2019 10:53
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Que el perro sea el mejor amigo del hombre es mentira, aparte de ser muy machista. Faltaría haber dicho «las perras también». En todo caso, la frase verdadera sería que el género cánido es la mascota más fácil de maltratar por el ser humano. 

Sucede a veces que las frases nos atrapan. Igual que lo hacen las normas. El ser humano se vuelve obtuso y solo ve a un palmo de su nariz. La famosa frase machista del «a por ellos» jamás tuvo réplica feminista del «a por ellas». Hubiese sido bueno hasta por solidaridad
Pues como ven hoy va de perros, y de perras. Y a veces no es una cuestión del género cánido, sino del género humano, porque en Tarragona, los espacios verdes se han convertido en espacios de mierda que las personas deben esquivar. Y esto no obedece al género cánido sino al género estúpido, que pertenece al ser humano. 

Es en pro de los derechos de los animales, que sus poseedores, haciéndose acreedores de cariño y ternura han creído oportuno implantar un estilo de vida animal urbanita a animales que necesitan espacio, campo y corretear.  A nadie se le ocurriría tener a su mejor amigo en casa, encerrado todo el día y sacarlo a mear dos veces. Y así, toda una vida…Claro está que un animalista dirá que un perro no es una persona, y no merece este derecho a la libertad, porque por encima de su libertad perruna, está el derecho humano a poseerlo de la forma en que este decida. Bella manera de decir en metáfora, que el perro es perro y está en casa encerrado porque a mi me sale de… las gónadas.

Normas que cortan la respiración
Nuestra maravillosa y pomposa Ordenança General de Convivència Ciutadana i Ús dels Espaís Públics de Tarragona y articles que resten vigents de les ordenances de Policia i Bon Govern, de Neteja Pública i Medi Ambient que te corta la respiración es la norma que nuestros políticos permiten saltarse a la torera día tras día. 

El artículo 138 autoriza a los propietarios a llevarlos a la playa evitando que hagan sus «deposiciones» en la arena o en el agua. Y en caso inevitable de que se produzca, deberán retirarse los excrementos o suciedad y limpiar el lugar afectado. 

El artículo 167 dice lo mismo de estas «deposicione» en la vía pública. Y en el caso que inevitablemente se produzca, deberá retirarse los excrementos o suciedad y limpiar el lugar afectado. La norma es una inmoralidad política. Prohibir a un perro o perra «deponer» al salir a pasear después de estar encerrado es del genero tonto. Pero es que, además, incitar a la mentira es reírse de los ciudadanos. Todos sabemos cómo se retira un excremento, pero queda su fragancia impregnada en el césped, en la arena o zonas varias de parterres o asfalto. Pero es que retirar los orines ya es otra guerra y el que haya visto algún dueño limpiar con agua, que lo fotografíe. 

En definitiva, en Tarragona, la vías públicas, los parterres, los rincones, las farolas, el césped de cualquier parque, o lugar de juegos de niños se ha convertido en un cagódromo y meódromo socialmente adoptado por unos, y resignadamente sufrido por otros. 

No se les ocurra ir a un parterre y dejar a su hijo sentado. Igual se sienta sobre un orín. O sobre la huella de una antigua mierda. Pero, al parecer, el derecho a cagar en la vía pública pasa por encima del derecho de los niños al juego limpio. 

Tanto la Rambla Nova, como el parque de la ciudad, o el parque del riu Francolí son meódromos y cagódromos adoptados ante la pasividad política. Y es que los políticos, saben frasear bien y dictar normas incumplibles, a la par que prometer cumplirlas, o bien, redactar otras para hacer cumplir las anteriores. 

¿Y los expertos en salud pública?
No aparecen tampoco a la palestra ni médicos ni expertos en sanidad pública. ¿Claro, si no lo hacen por el jardín vertical y su fetidez urbana, como lo van a hacer por la salud e higiene de niños en parques y jardines públicos de la ciudad?, ¿y por su derecho a tirarse en la hierba, patear en la tierra, jugar con las manos y no salir mal parados por una mierda perruna?. 

Se me ocurre algo mejor. Se  me ocurre decir a los animalistas que el derecho a tener perro implica un deber social que tiene un precio. Se me ocurre además el ineludible impuesto urbano de los perros frente a la suciedad pública y el riesgo sanitario que obliga a limpiar más y mejor. Se me ocurre que el derecho de los animales es algo distinto al derecho que algunas personas creen tener, de poseerlos en espacios urbanos encerrados, no adecuados a tal fin. 

Puedo entender a un perro correteando por un jardín privado, puedo entender a un perro corretear por una finca rústica. Puedo hasta verlos felices por poder practicar lo que su instinto les pide. Pero desde luego, no entiendo al dueño del perro urbanita enjaulado, que permite, en beneficio su ego, de su virtud sensible, la desgracia y amargura del cánido encerrado. 

Por tanto, sólo hay tres soluciones. O se retira esta ordenanza hipócrita y falsa. O bien se introduce el impuesto cánido urbano a los poseedores de perros encerrados, o bien los responsables de salud pública deben exigir la implantación del pañal de perros. Y si no existe, que lo inventen. Pero claro, esto último, lo del pañal, no mola. Llevar un perro con pañalito es antiestético y nada cool. 

Para concluir y por si acaso, señores políticos, no pongan cagódromos frente a guarderías. Más que nada es por decoro. Pongan un cagódromo frente a su Ayuntamiento para saber de qué se trata cuando llegue el buen tiempo y la fetidez, acentuada por el calor y la humedad, impregne sus pituitarias. A lo mejor, se puede hacer buena política de barrios, sin «cagarla». 

Y a los perros y perras de Tarragona; Dios los libre de las excentricidades de su mejor enemigo: el egoísta ser humano.
 

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