«Sobrecoge conducir en una ciudad fantasma»

Los imprescindibles. Sin estrés ni atascos ni salidas del cole. Hay viajes enteros, de punta a punta de Tarragona, sin pasajeros, pero Gloria es clave para que el bus urbano cubra toda la ciudad

19 abril 2020 21:10 | Actualizado a 20 abril 2020 06:24
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Gloria ya se ha habituado a la ciudad desierta. No hay horas punta por la mañana, ni conductores estresados por llegar a la oficina, ni salidas del cole. El impacto no puede ser más cinematográfico, tantas veces visto en pantalla, en esa suerte de imaginario visual mamado en las películas. «Al principio te piensas que estas sola en el mundo», admite ella. «Te sobrecoge ver que estás en una ciudad fantasma, sin gente, sin barullo», añade.

«Al principio piensas que estás sola en el mundo»

No hay bocinazos, ni prisas, ni estrés: solo ella, con su autobús de la EMT, a veces consumando trayectos enteros sin pasajeros, desde la Plaça Imperial Tarraco hasta la punta de la Móra, 36 paradas y casi 11 kilómetros sin nadie más. «A mí me gusta conducir, así que sigo disfrutando, pero se hace muy raro que haya tan poca gente. Echo un poco de menos que haya más vida y más personas, aunque también hace muy cómoda la conducción», cuenta ella, cuya labor es imprescindible para mantener el transporte para aquel que lo necesita.

«La conducción es muy cómoda pero echo en falta que haya más vida»

Ella y la propia empresa municipal se han adaptado a la nueva realidad. «Se han suprimido los servicios y se mantiene un mínimo, con el que se siguen cubriendo todos los barrios, aunque con menos frecuencia», explica. Si antes el paso de buses podía oscilar entre los 10 y los 15 minutos, ahora es de 25 para las líneas 71 y 72 (que cubren hasta los barrios de Ponent y Sant Pere i Sant Pau) y de 45 para la 73 (que abarca Llevant), aproximadamente. «Se han adaptado los horarios siguiendo un poco los desplazamientos de las líneas nocturnas y así cubrimos todo», relata ella, que ahora trabaja solo uno o dos días por semana debido a los turnos implantados en la compañía. «Eso nos permite estar más en casa y también menos en la calle, con lo cual se reducen riesgos y eso se agradece», añade Gloria (39 años), conductora en la empresa municipal tarraconense desde 2014.

Olfato para los infractores

La jornada ha cambiado de forma brutal. Los pasajeros son un tímido goteo con el que apenas hay relación. «Hay un poco de todo. En función de las horas se ve un poco el perfil de cada uno. Entre las cinco y las siete de la mañana se sube gente que va a trabajar y que suele ir muy protegida», explica Gloria, que ha desarrollado cierto olfato para detectar a aquellos infractores del confinamiento: «Siempre hay gente que no está concienciada y que coge el bus para cosas que no son imprescindibles, porque ves a media mañana que llevan bolsas para comprar, por ejemplo».

«A mí me gusta conducir pero se hace raro que haya tan poca gente»

Gloria se siente segura a pesar del riesgo. Lleva guantes y mascarilla y está protegida por una mampara que la separa de los pasajeros. «Han tomado todas las medidas necesarias y no me siento en peligro. No voy con miedo, pero sí que procuro ir con mucho cuidado cuando llego a casa y tengo cierto apuro por poder contagiar a la gente de mi entorno. Solo el hecho de salir a la calle ya incrementa el riesgo», cuenta. Inevitablemente, la conductora tarraconense siente «cierto orgullo», porque «recuerdas que eres un servicio esencial y estás expuesto a la gente».

Su labor es clave, por ejemplo, para acudir a los hospitales, igual que la opción del bus a demanda. «Por radio escuché que una persona necesitaba el bus para ir a Joan XXIII y se activó un servicio para llevarle». Actualmente, el desplazamiento a demanda se ofrece para cubrir zonas de la ciudad como Ferran, Entrepins, Rodolat del Moro, Pinatell, L’Escorpí o Mas Pastor.

«Ahora trabajamos uno o dos días de la semana porque los servicios se han reducido. Así también estamos menos expuestos»

Los trayectos son, en general, más largos pero se hacen más rápido, siempre amoldados a los nuevos horarios de las tablillas adaptadas, para ser puntuales en la parada a pesar de que la afluencia se ha desplomado brutalmente. Un ejemplo: «Un día, en las ocho horas de trabajo, no llevé a más de 15 personas en todo el servicio».

Los días son también más fríos en las cocheras. «Ahora coincidimos menos compañeros, nos vemos menos las caras», se sincera ella. También se ha perdido el saludo, a veces muy sutil, entre conductores cuando se cruzaban en las calles. Ahora el chófer parece vivir en un domingo perpetuo, por las jornadas con escasísima actividad.

Controles antes de subir

Los cambios en el servicio han provocado algún despiste entre los usuarios, como el de la señora de Bonavista que tenía que ir a trabajar al centro, a Tarragona, pero cogió el bus en la parada opuesta, en dirección a La Canonja. «Hubo un control de la policía y le preguntaron a la mujer qué hacia yendo hacia La Canonja si decía que tenía que ir a Tarragona. Yo intervine para explicarles lo que había pasado, y que la iba a llevar de vuelta», reconoce Gloria, testigo de la estricta vigilancia de las autoridades: «Se hacen muchos controles, por ejemplo en la Imperial Tarraco, incluso antes de subir al bus. Controlan mucho que el que viaja lo haga por un motivo justificado».

Gloria tira de optimismo y fuerza para seguir adelante. «Vivimos un poco en la incertidumbre, en algo que no conocíamos, pero seguro que esto pasará pronto y volveremos a ver las calles llenas», cuenta antes de regresar a su volante. Le espera la calma, un trayecto plácido pero extraño. Quién le iba a decir que algún día echaría de menos los atascos.

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