Solc, el casal de la inclusión

Ir al casal era un sueño impensable para los chicos de la escuela especial Solc. Esta es la historia de cómo lo hicieron posible

26 julio 2018 17:13 | Actualizado a 02 agosto 2018 18:40
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El primer baño de realidad nos lo da Blanca Figuerola, madre de un adolescente con discapacidad y miembro del Ampa de la Escuela de educación especial Solc. Explica que los chicos que estudian en su escuela hasta el año pasado no tenían oportunidad de ir a un casal de verano. Sólo los menores de 12 años que comparten unas horas en la escuela ordinaria (algo que no sucede con todos) tenían oportunidad de ir al casal de las otras escuelas, donde estaban obligados a acogerles. 
La solución era, entonces, dejarles en casa turnándose entre padres, abuelos, familia... durante el largo verano. Las posibilidades de ir a un casal privado eran casi inexistentes o a un precio elevadísimo. «Parecía como si tuvieras que asumir un castigo», señala.

Fue así como fueron a ver a Ana Santos, concejal de Serveis a la Persona del Ayuntamiento de Tarragona, y a preguntarle por qué sus hijos no podían acudir a los casales municipales a los mismos precios que los otros niños de la ciudad. «Y me pareció que tenían razón», reconoce la concejal.

Consiguieron pues organizar, con el financiamiento del Ayuntamiento, un casal que el año pasado superó la prueba piloto y que este año se ha consolidado.

El casal se desarrolla en el Espai de Trobada de Campclar, un centro municipal que gestiona la Fundació Onada. Cuando acudimos los niños están avisados de la visita, así que la cosa se revoluciona un poco. Lidia, la más pequeña, se asoma a la sala de reuniones a hacer una foto con una cámara de cartón. Está radiante. 

Pero montar un casal de estas características necesitaba unos monitores muy preparados, por eso contrataron al Consell Esportiu del Tarragonès, con más de dos décadas de experiencia en deporte adaptado.

17 mundos distintos

Los monitores, ocho para 17 alumnos, son maestros, educadores e integradores sociales... Y además han recibido una formación específica. La coordinadora, Inés Gort, explica que la primera semana suele ser complicada porque a los alumnos les cuesta adaptarse a nuevos espacios, rutinas y personas. De hecho, desde la escuela les han prestado ayuda no sólo para organizar las actividades, sino prestándoles material del que suelen usar con los niños en clase.

Gort señala que, según el grado de dependencia, hay momentos en que se necesita tener a un monitor ocupándose de una sola persona. Son 17, señala, con 17 peculiaridades: algunos necesitan mucho espacio, otros tener el espacio controlado, unos que necesitan muchos estímulos y otros que son más nerviosos. Hay chicos que van en sillas de ruedas y algunos que no tienen lenguaje o no se relacionan con otros.

La actividades, pues, se van adaptando a las particularidades de cada uno, aunque si le preguntamos a los encargados qué es lo que más les gusta, las respuestas no difieren mucho de lo que dirían los niños de cualquier casal: les encantan las excursiones y, sobre todo, las actividades en la playa y en la piscina. A todos los chicos que les preguntamos dicen que están contentos con la experiencia. Los padres también están agradecidos.

Sin embargo, a los miembros del Ampa de la escuela, como reconoce la presidenta Roser Figuerolas, les queda clavada una espinita y es que han enviado numerosas cartas a empresas e instituciones pidiendo apoyo para sus actividades y en la mayoría de los casos no les han ofrecido ni respuesta. La parte buena es que la idea ha prendido y este año, además del casal de Solc, se realiza por primera vez, también con financiación del ayuntamiento, uno para niños con Asperger (Trastorno del espectro autista) organizado por la Associació Asperger-TEA del Camp de Tarragona.

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