'Sucarem, sucarem!'

Con una sonrisa. Tirando de ironía. Así terminó el asalto de las unidades de antidisturbios del Cuerpo Nacional de Policía al IES Comte de Rius, en Tarragona. Aún con las tripas revueltas, aún con el corazón en un puño

01 octubre 2017 10:43 | Actualizado a 07 noviembre 2017 13:42
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Con una sonrisa. Tirando de ironía. Así terminó el asalto de las unidades de antidisturbios del Cuerpo Nacional de Policía al IES Comte de Rius, en Tarragona. Aún con las tripas revueltas, aún con el corazón en un puño. Un chico joven, de los primeros en montar guardia a la puerta de este colegio electoral a las cinco de la mañana, se subió a un bordillo de piedra y explicó a los centenares de personas que había allí el balance de lo que acababa de ocurrir pasadas las once de la mañana.

Les recordó que todos los que estaban allí habían venido de calçotada, como es natural. Y que esos señores con cascos, escudos y fusiles “han querido llevarse la salsa de calçots”. Pero que “a más represión, más democracia”. Así que “nadie se va a quedar sin comer calçots”, porque hay más salsa, y se puede repartir. Que también se habían querido llevar, contaba erguido sobre el bordillo, las sartenes en la que se ponen los calçots. Y que “no sabemos ahora dónde están esas sartenes, pero no se las han llevado”.

Lo que sí se llevaron fueron “los dispositivos electrónicos para controlar el tiquet de los calçots, para que nadie pueda comer más de un calçot por persona”. Pero que habría más dispositivos para controlar tiquets, porque “a más represión, más democracia”. Dicho lo cual, se arrancó con un “sucarem, sucarem!” (calçots en la salsa) al que se unió el resto de la gente con alegría, respirando al fin.

En tiempos de limitaciones de derechos fundamentales, vuelven los mensajes entre líneas. Vuelve la clandestinidad.

La previa: una cola ordenada de familias de todas las edades (con niños, ancianos, mascotas…) que como en cualquier jornada electoral en democracia acude a su colegio a depositar su voto. Arrollada por un ejército de antidisturbios que rompen puertas, cristales y gafas de ciudadanos sentados en el suelo en una muy reconocible resistencia pacífica. Un cordón policial impenetrable, que prohíbe a la prensa ejercer un derecho tan fundamental como el derecho a la información. Que obliga a los profesionales de la información a escuchar golpes y gritos de ciudadanos en el interior de un centro público de educación, sin dejarles tomar imágenes ni notas de lo que está sucediendo.

Una pareja de Mossos d’Esquadra con ojos humedecidos, emocionados, como todos hoy, a las puertas de un colegio en el que asisten a un espectáculo de una desproporción sin precedentes. Dos Mossos que habían llegado a primera hora de la mañana con la firme determinación de proteger a los ciudadanos, desbordados emocionalmente, como todos, por la sinrazón.

Pero no sería justo omitir la mirada de esos otros policías, apretados en el cordón con su equipo de antidisturbios, mientras compañeros de paisano golpean, rompen y sustraen bienes que son de todos en el interior. Como los ordenadores de la biblioteca. O la urna de metacrilato de las elecciones al Consell Escolar. Conminados a impedir que los profesionales de la información expliquen lo que ocurre.

No sería justo no buscar esa mirada debajo de las viseras de sus cascos, para descubrir una mirada en muchos casos también acuosa, con un imperceptible temblor de labios y de barbilla que evidencia su incomprensión hacia una situación incomprensible.

Por eso la sonrisa y la resiliencia. Por eso los cánticos de “passi-ho bé” y los gritos de “Sucarem, sucarem!” Cumplen órdenes. Esta vez no encontraron las sartenes. Por eso les mandarán de vuelta a buscarlas. Por eso el llamamiento a la objeción de conciencia que les hicieron esta mañana los ciudadanos del barrio de Sant Pere i Sant Pau de Tarragona. Al derecho a convivir.

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