TGN, la capital de provincia que peor recicla la orgánica

Al contenedor marrón en la ciudad sólo van a parar el 5% de estos residuos cuando en realidad deberían ser el 36%. Además, desde 2013, las toneladas totales de esta fracción van a la baja

29 enero 2019 07:48 | Actualizado a 29 enero 2019 07:52
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Las estadísticas lo dejan meridianamente claro: los tarraconenses reciclan poco y mal la basura orgánica y las cosas no han mejorado al menos en los últimos cinco años. 

Para empezar, se puede decir que reciclamos poco porque, en teoría, si se pusiera toda la basura de un catalán medio en una sola bolsa se encontraría que el 36% correspondería a residuos orgánicos, básicamente restos de alimentos o residuos del jardín. El 27% entraría en la categoría de «otros», es decir, debe ir al contenedor gris; el 18% es papel y cartón; el 12%, envases, y el 7% restante, vidrio.

Pero lo cierto es que si se revisan los datos los contenedores de la orgánica de la ciudad sólo reciben el 5% (según datos de la Agència de Residus de Catalunya para 2017). En Lleida el porcentaje es del 9,47%; en Girona, del 19%, y en Barcelona, 14,57%. 

Además, en volumen, lo que se lanza a la orgánica ha bajado considerablemente de las 6.097 toneladas en 2013 a las 3.044 (menos de la mitad) en 2018.

Muy confundidos
Desde el Ayuntamiento de Tarragona aclaran, no obstante, que aunque se recoge mucho menos que antes, también ha bajado considerablemente el volumen de «impropios». Este es el nombre técnico que se da a los residuos que se colocan en el contenedor equivocado. Son importantes porque si hay muchos «impropios» el coste de reciclar sube proporcionalmente y, en los casos más extremos, obliga a que la basura destinada a convertirse en abono orgánico termine en la incineradora. 

Las fuentes municipales explican que, según el Programa General de Prevenció i Gestió de residus a Catalunya, los municipios catalanes deberían llegar a un 60% de recogida selectiva el año que viene (Tarragona está en el 30,84% y en eso también es la peor de las capitales de provincia catalanas). El mismo programa dice que el contenido de «impropios» en la basura orgánica debería ser inferior al 10%. 

Las mismas fuentes reconocen que cuando se analizaron, los resultados en la ciudad eran muy malos. En 2012 el porcentaje de «impropios» en la orgánica llegaba al 63%, es decir, de todo lo que se tiraba al marrón sólo el 37% debía haber estado allí. 

En 2012 se recogía más basura orgánica, pero el 63% estaba en el contenedor equivocado

A raíz de estos malos datos se diseñó una campaña para fomentar y mejorar la recogida de materia orgánica en todas las zonas de la ciudad y se instaló una tapa reductora en los contenedores soterrados. «Hay que remarcar que los peores resultados de impropios se obtenían en los contenedores soterrados, por eso se optó por colocar un elemento físico para impedir que tirasen al contenedor residuos voluminosos o bolsas muy grandes, entendiendo que si la separación de la orgánica está bien hecha en casa la bolsa es bastante pequeña». 

Y dio resultados: en 2014, cuando se habían colocado todas las tapas (menos en el centro) el porcentaje de «impropios» bajó al 13,75%.

onsideran que esta bajada también fue la responsable  de que descendiera el volumen total de los recogido, «ya que a partir de ese momento solamente usaban el contenedor marrón los ciudadanos que separaban bien esta facción en casa». 

No obstante, en eso también nos estamos relajando; el año pasado los impropios ya estaban en el 17% y no se ha conseguido aumentar de manera significativa la cantidad de hogares que separan esta fracción. Habrá que ver, además, cómo se comportan los ciudadanos con la eliminación de los contenedores soterrados que están siendo sustituidos progresivamente por los de superficie, que tienen una ‘boca’ más grande.

A nadie le quita el sueño
Y ¿qué hay detrás de los datos? Josep Maria Tost, director de la ACR, tiene claro que el principal problema es que la ciudadanía tiene poca conciencia de cómo se recoge y recicla su basura, «sólo saben que la dejan en un sitio y por la noche desaparece». 

Eso hace que exista muy poca presión social y, por ende, muy poco interés político. En definitiva, se exige poco a los ayuntamientos para que inviertan en reciclaje y en campañas de educación ambiental.

En una encuesta informal con una docena de ciudadanos por el centro de Tarragona encontramos que algunos reconocían no reciclar la orgánica «por falta de tiempo», «por falta de espacio porque habría que tener un montón de cubos diferentes en la cocina» o simplemente «porque huele, sobre todo en verano». 

Este último es uno de los asuntos que Tost quiere desmitificar: el olor. Apunta que lo que sucede es que por falta de información los ciudadanos bien intencionados reciclan la basura orgánica en bolsas de plástico normales y en cubos cerrados, lo que hace que prolifere la humedad y se descomponga más rápido, causando malos olores. 

Lo correcto es usar bolsas de compostaje, que dejan pasar el aire (y que además son las indicadas para el proceso de reciclaje posterior) y ponerlas en los cubos o cestas con agujeros que también dejan pasar el aire. «Para eso es útil tener un educador ambiental que te lo explique», señala.

Municipios que lo hacen bien
Y ¿qué hacen los municipios que han conseguido mejorar la recogida de la orgánica? Tost explica que una de las fórmulas que se ha demostrado más efectiva es la bonificación por reciclar bien. Es lo que hacen en el norte de Italia, Austria, Suiza, Alemania o Bélgica y también en algunos municipios catalanes. 

Pone el ejemplo de Vilablareix (Girona), el segundo municipio que mejor recicla después de Tavèrnoles (Osona). Allí la tasa de basuras para el vecino que recicla es de 80 euros y para el que no lo hace es de 243 euros. 

Para controlar quién recicla correctamente hay diversos sistemas, uno es la recogida puerta a puerta. En el casco antiguo del barrio de Sarrià, por ejemplo, en un año de puesta en marcha del sistema han multiplicado por 10 la recogida orgánica y sólo tienen un 2% de impropios.
En otros casos se recurre a contenedores ‘inteligentes’ que sólo se abren con una tarjeta que identifica a cada hogar.

En opinión de Tost, una de las claves para evolucionar en el reciclaje será «acabar con el anonimato de los residuos».  Cada ciudad, asegura, tendrá que buscar la forma de recogida más eficiente para cada zona.

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