Tardes de cine para pasar el confinamiento

El albergue para los sin techo, que gestiona Creu Roja en Tarragona, acoge en estos momentos a 46 personas que son sometidas a un estricto control

08 abril 2020 06:40 | Actualizado a 09 abril 2020 11:10
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En el pabellón del Serrallo las horas pasan lentamente. Allí se alojan las personas sin techo, que en estos días de confinamiento no pueden salir, más allá de cuestiones básicas como ir al médico o a la farmacia. El recinto abría sus puertas el pasado 18 de marzo, cuando el Institut Municipal de Serveis Socials (IMSS) se ponía en contacto con Creu Roja y decidía buscarse una solución para proteger de los efectos del coronavirus a uno de los colectivos más desprotegidos.

«Dentro de Cruz Roja tenemos diferentes áreas de respuesta rápida y emergencias y una de estas hace referencia a albergues provisionales», asegura Eudard Cano, técnico de esta institución. Este organismo se encargó desde el primer momento de la gestión, y en cuestión de horas se había hecho el montaje para treinta personas. Ya en la primera noche hubo doce personas, y en los días posteriores decidió ampliarse la capacidad para poder ajustar el número de plazas al censo que se había hecho desde el IMSS.

Las camas ocupan aproximadamente el 75% del pabellón, mientras que en el resto hay el comedor y las zonas de duchas, baños y las lavadoras. Además se ha mantenido un espacio aislado, de forma que si hubiera alguien que mostrara síntomas de coronavirus pudiera aislarse del resto del grupo.

El día arranca a las 7.30 horas con el primer turno de desayuno. En total hay tres, para garantizar que en la zona de comedor también puedan respetarse las distancias entre personas. Antes de sentarse, se les toma la temperatura, un ritual que seguirán también a la hora de la comida y antes de cenar.

Tras el desayuno, hay tiempo para poner la ropa a la lavadora y a la secadora. «También hemos hecho que se involucren en los trabajos de limpieza y de desinfección», explica Cano.

Las salidas aún son más limitadas que para el resto de gente, ya que en este caso no tienen que salir a comprar la comida. Juventut i Vida, del barrio de Bonavista, se encarga de prepararla y un grupo de voluntarios la trae todos los días.

Durante el resto del día las horas transcurren lentamente. Las instalaciones se adaptaron a toda velocidad para dar una respuesta de urgencia. «No queríamos poner una tele porque es más difícil de controlar que se mantengan los espacios», dice Cano. También hay algunos libros y juegos de mesa, pero en general las posibilidades de distracción son limitadas. Pero esta situación está a punto de cambiar. Después de tres semanas de rodaje, tanto para las personas que utilizan el servicio, como para los voluntarios, poco a poco están surgiendo nuevas ideas. Y para mañana está programada la primera sesión de cine, para que el confinamiento sea más liviano.

Se busca mesa de ‘ping pong’

La logística ya está preparada. Esta sala de cine se improvisará en la zona del comedor, de forma que puedan mantenerse las distancias, y previamente se anunciará la película con carteles, en función de la disponibilidad de los DVDs que consigan los voluntarios. «Veremos si a partir de ahí podemos hacer una especie de cine foro y que pueda establecerse un coloquio», apunta Eduard Cano.

Más allá, Creu Roja está buscando una mesa de ping pong, ya que es un deporte en el que no hay un contacto físico entre los contrincantes. «El comportamiento y el estado de ánimo es bueno, pero estamos viendo que son muchos días y que hay que empezar a hacer alguna cosa», asegura este profesional.

La presidenta del IMSS, Carla Aguilar-Cunill, destacaba ayer que este es un «proyecto pionero» ya que fue el primero en ponerse en funcionamiento en Catalunya y el segundo de todo el Estado. Desde este organismo municipal, incluso han tenido que derivarse algunas personas a albergues y a pensiones, ya que no había plazas suficientes. Pese a ello, en los últimos días se habría ido algún usuario e incluso uno de estos ha encontrado trabajo ahora, coincidiendo con el inicio de la temporada en el campo.

El proyecto funciona gracias a un equipo formado por cuatro técnicos de Cruz Roja y voluntarios. En estas tres semanas, un total de 25 personas han colaborado con el albergue.

Para el personal de este organismo internacional, el «experimento» que se hizo en Tarragona también es una novedad. «Representa un gran reto, porque sí que habíamos montado carpas provisionales, cuando hay un incendio, y en situaciones así tenemos mucha experiencia, pero para tanto tiempo no», argumenta Eduard Cano.

Y los resultados satisfactorios se han traducido en que estas instalaciones también se abrirán –tres días a la semana durante una hora al día– para aquellas personas derivadas desde servicios sociales que necesiten poder ducharse o lavar la ropa. Esto sí, previamente ya se ha garantizado que un acceso alternativo para que no haya un contacto.

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