Tarragona: 'Patrimoni dels coloms'

Al fin se rebela la ciudadanía contra esa plaga que parece invencible y que ensucia balcones, calles y monumentos. El consistorio entra en barrena y Abelló hace la guerra por su cuenta

19 mayo 2017 16:36 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:36
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En pie me hallo ahora mismo, aplaudiendo entre emocionado y embravecido tras haber descubierto que paisanos míos, sufridos tarraconenses como ustedes y yo, han decidido rebelarse contra esa indecente, secular y aparentemente vitalicia plaga de palomas que ensucia nuestras calles y balcones día sí y día también.

«Tarragona, patrimoni dels coloms» es como han dado en titular la iniciativa, que en versión hashtag de Twitter se secunda acompañando los mensajes de la etiqueta #TGNpatrimonidelscoloms. Se trata de que cuantos más mejor publiquen sus fotos de esas aves invadiendo espacios públicos, especialmente patrimoniales. Porque no es sólo que habiten y depongan –qué fino me he vuelto– en nuestras calles y balcones. Es que lo hacen también en nuestros monumentos. De ahí el doble sentido, en este caso, de la palabra «patrimonio».

Les cuento mi caso por poner un ejemplo, pero seguro que todos tenemos nuestra historia con las palomas. Cada mañana cuando enfilo todavía entre sueños la calle Girona paso bajo un cable que la cruza. Y ahí están siempre, uno junto a otro, no menos de seis ejemplares de esta ave tan urbana e innecesaria. Y, claro, si uno mira al suelo justo en ese punto, el estercolero es indecente. De modo que hay que acelerar el paso y extremar las precauciones al pasar bajo el cable, no vaya a ser que comencemos el día bautizados.


¿De verdad no hay solución?
Y como la mía, seguro que decenas de miles de tarraconenses tienen su anécdota, desde el que tiene que barrer cada día un balcón que nunca disfruta, hasta el que cuando recoge el coche después de unas horas se ve obligado a pagar el suplemento premium del túnel de lavado. Lo peor de todo es la sensación de que no avanzamos, de que hace dos o tres décadas estábamos así, y en ese tiempo han nacido internet, la telefonía móvil, Facebook y el GPS. En ese tiempo hemos encontrado –la Humanidad, digo, no yo– cura para enfermedades otrora mortales, hemos inventado trenes de alta velocidad y tenemos en casa televisión a la carta. Pero seguimos teniendo tantas palomas como siempre. O más, Y siguen siendo igual de marranas. ¿De verdad no hay forma? ¿De verdad nuestro Ayuntamiento no ha dado con un genio que nos arregle este problema? Porque esa es otra: paseen ustedes por otras ciudades y pregúntense dónde guardan ellos las palomas.

Claro que bastante tienen en la Plaça de la Font con lo suyo, con el alcalde dando bandazos con el Banco de España como si de una veleta se tratase, regalando la mitad del pastel de gobierno al PP, y transitando con la Budellera entre eso de replantearse el proyecto y ofrecer consenso, con lo bien que queda ese titular, y luego en el pleno votar en contra de retirarlo –lo cual significa que sigue adelante como está, luego sin modificarlo ni renegociar nada–. Muy coherente, todo.


¿A qué vamos a Fitur?
Y en estas sale Albert Abelló a media semana a preguntar lo que se ha gastado la concejal de Turisme en su viaje a Fitur. Que a ver cuánto han costado su transporte y sus dietas. Y que más le vale explicarnos qué se hace exactamente en esas ferias, porque luego los estudios demuestran que a Tarragona no se la vincula con el Mediterráneo y a Girona en cambio sí. Caviar silogístico.

Le respondió el consistorio que el viaje de la edil costó un total de 89 euros. Abelló no tuvo más remedio que recular. «La felicito por ser capaz de pasar dos días en Madrid por ese precio», replicó en un ulterior comunicado, en el que la calificaba de «concejal de bajo consumo». Bajo consumo, sí. Como las bombillas. Ya me parece bien que se fiscalice la acción de gobierno, pero creo que, por delante de Fitur, que me parece de obligada asistencia, hay temas más clamorosos con los que indignarse. Las palomas, por ejemplo.

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