Tarragona, cuarta provincia de España con más gasolineras sin empleados

Boom de estaciones fantasma. Hay 44, dos de cada diez en Tarragona. Ofertan descuentos de hasta 14 euros por depósito. Parte del sector las critica y Competencia elogia su modelo

03 octubre 2019 20:22 | Actualizado a 03 octubre 2019 20:35
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Usted llega, aparca, paga con tarjeta de crédito, reposta su vehículo y se marcha, sin que nadie le interpele. Esa práctica es cada vez más habitual en Tarragona, que vive un boom de estaciones de servicios automáticas, esto es, gasolineras sin empleados o fantasma. Tarragona es la cuarta provincia de España en este tipo de instalaciones. Hay 44. Sólo están por delante Barcelona (146), Valencia (101) y Madrid (82). 

«La mayor barrera está siendo regulatoria, y Catalunya no ha tenido hasta ahora ninguna regulación contraria. Por eso la implantación está siendo mayor ahí», explica Manuel Jiménez Perona, presidente de Aesae (Asociación Nacional de Estaciones de Servicio Automáticas). Las gasolineras de BonÀrea son un ejemplo, pero también marcas afianzadas como Ballenoil, Gas Express o Petroprix. A las 44, hay que añadir tres más de supermercados, que también están desatendidas. 

Aesae destaca el «aumento significativo» en Tarragona. En Catalunya, el 19% de estaciones son sin trabajadores, un porcentaje similar al de la provincia, que ronda el 20%: 44 gasolineras automáticas del total de 211 que figuran en el portal del Ministerio para la Transición Ecológica. 

Esas instalaciones, también catalogadas a la práctica como ‘low cost’, suelen presentar precios más asequibles, todo un atractivo para el consumidor, en base a una regla obvia: al no tener empleados, se abarata el coste y el ahorro se traslada a la tarifa del combustible. Esas ventajas chocan con la resistencia de los operadores tradicionales y la reticencias de las autoridades, en particular las autonómicas, lo que ha hecho que el modelo tenga poca implantación en España. De las 11.646 estaciones de servicio que hay en el país, apenas 882 son automáticas, un 7,5% del total, un porcentaje muy inferior a la media tarraconense y catalana. 

Las cifras que maneja Aesae reflejan que las estaciones automáticas venden el combustible entre 10 y 15 céntimos de euro por litro más barato que las tradicionales.

En Tarragona, las marcas minoritarias encabezan los precios más asequibles. Llenar los 55 litros de un depósito estándar de gasolina en BonÀrea, ejemplo de estación desatendida, cuesta 64 euros. Hacerlo en una gasolinera de Cepsa, entre las más caras, se dispara hasta los 78 euros. Son 14 de diferencia sólo en un llenado de depósito. En el gasoil pasa algo similar: 59 euros en una gasolinera sin personal por los 72 de una tradicional: 13 euros de brecha.  

Jiménez Perona defiende las bondades de este tipo de negocio: «Estamos ante un modelo que compite con el tradicional. Había escasez de competencia. La decisión de compra la tiene el consumidor, que puede decidir a diario si quiere tener un ahorro. No hay una pérdida de calidad en el producto por cambiar de proveedor, porque hay que cumplir con unos estándares de calidad que en España son muy altos». Jiménez argumenta que el ahorro económico está ligado a dos factores. «Por un lado, la empresa no tiene ligazón con una bandera. Esa obligación desaparece y ejerce la libertad de compra semanal o diariamente. Al no haber esa obligación, las empresas del oligopolio no tienen un efecto de presión».

Después está el reajuste en los costes. «No tengo necesidad de colocar a personas ligadas al repostaje. Pero el sector no pierde empleo. Lo que pierden es margen las empresas tradicionales», aporta el representante, que niega que haya problemas de seguridad: «Los que critican eso no arrojan ningún dato ni argumento. Entendemos que son gasolineras incluso más fiables que las que tienen empleados». Por último, entra en juego otro factor que redunda en la competitividad. «De entrada, una estación desatendida no tiene tienda, por lo que suele estar en un espacio menor. Por lo tanto, la inversión es menor y no te hace falta tanto margen para recuperarla», sostiene Jiménez. 

«No nos gustan»
La polémica, sin embargo, lleva tiempo servida en el mismo seno del sector. «Es verdad que han aumentado, pero a nosotros, como entidad, no nos gustan este tipo de gasolineras. Hay una serie de medidas de seguridad que no quedan cubiertas. ¿Qué pasaría si hubiera un incendio? Después está el tema de los discapacitados. Si no hay nadie que atienda y viene alguien en silla de ruedas, ¿cómo lo va hacer?», indica Pere Samarra, presidente de la Associació Provincial d’Estacions de Servei de Tarragona. Samarra admite que «hay preocupación porque si siguen proliferando mucha gente se quedará sin trabajo». 

«Hay que dejar que cada empresa haga su negocio y luego encontrar al consumidor que le interese. Pero eso lo decidirá el consumidor. En el fondo ellos tienen miedo a perder el negocio y al progreso», responde Perona. 

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha dado un espaldarazo recientemente a este negocio. El ente viene llamando la atención sobre las trabas regulatorias tanto de la legislación estatal como de la autonómica. Su último estudio sobre este sector, del pasado julio, exige eliminar los requisitos o limitaciones sobre gasolineras automáticas que «no sean verdaderamente necesarios» y reclama «una mayor homogeneidad normativa», por el efecto beneficioso que tienen estas estaciones en la reducción de precios. 

El regulador señala que la falta de personal y el menor espacio que las gasolineras automáticas ocupan contribuye a que sean más baratas que las estaciones de servicio tradicionales. Concluye que la diferencia media de precios entre uno y otro sistema alcanza un máximo del 16,9% para el diesel y del 12,3% para la gasolina.

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