Tarragona: el legado de los emperadores y gladiadores

La ciudad cuenta con un legado romano inigualable, declarado en el año 2000 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco

12 diciembre 2018 11:02 | Actualizado a 12 diciembre 2018 11:10
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Tarraco, la denominación romana de la actual Tarragona, fue el epicentro de la actividad social, económica y política de la península Ibérica hace casi 2.000 años. Una ciudad mediterránea capital de una provincia que se llegó a extender hasta la costa atlántica y de la que todavía hoy se conservan parte de los elementos que la caracterizaron.

El conjunto arqueológico de Tarragona es único y por ello fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000. Son 14 los monumentos que forman parte de esta privilegiada selección, entre los que se encuentran el anfiteatro, el circo, el acueducto de Les Ferreres o la Necrópolis Paleocristiana. 

El origen de la ciudad se remonta al 217 a.C. cuando el militar Cneo Cornelio Escipión fundó un campamento militar con la intención de frenar el avance de los ejércitos cartagineses que quisieran llegar a la península Itálica.

El enclave también era estratégico, porque el montículo sobre el que está situado Tarragona permite un mayor control sobre el mar y la zona se encuentra a escasa distancia del río Ebro, frontera natural. El campamento se consolidó y la ciudad fue creciendo en población, importancia y edificios relevantes. La zona administrativa, en la actual Parte Alta, gestionaba los impuestos de la provincia y estaba culminada por el templo de Augusto –donde está la catedral–.

En la zona residencial apareció el Foro de la Colonia, edificio administrativo y comercial, así como el teatro, que recientemente ha sufrido una intervención arquitectónica que lo hace más comprensible para el visitante. Y entre la zona administrativa y residencial se construyó el circo, de 325 metros de longitud, con capacidad para 20.000 espectadores deleitosos de presenciar carreras de caballos.

Todo ello rodeado por las murallas, de 12 metros de altura y 6 de grosor, de las que hoy en día son visitables 1,3 kilómetros gracias en buena parte al Paseo Arqueológico, uno de los monumentos más aplaudidos de la ciudad que dan una visión global de la ciudad.

En la parte exterior y a orillas del mar, se levantó la que hoy es la joya de la corona del patrimonio romano de Tarragona: el anfiteatro. Una construcción monumental para el ocio de los tarraconenses, con un aforo de 14.000 personas.

Además de destacar por las peleas de gladiadores también fue el lugar en el que se ejecutó en el año 259 al obispo Fructuoso, época en la que los primeros cristianos emergían en el imperio romano. Los practicantes de esta religión se empezaron a enterrar en la Necrópolis Paleocristiana ubicada en el otro extremo de la ciudad, junto al río Francolí, en la que se han encontrado alrededor de 2.000 tumbas, hecho que la convierte en una de las más importantes del mundo.

En las afueras también se conservan muestras del paso de los romanos. El monumental acueducto de Les Ferreres es el ejemplo más reconocido, pero también fue de vital importancia la cantera del Mèdol. Y en los alrededores se sucedían las villas de las clases opulentas, como la de los Munts, en Altafulla, o la de Centcelles en el municipio de Constantí.

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