Tarragona ha perdido 43.500 empleos juveniles

Tarragona no ha recuperado ni el 1% del trabajo juvenil liquidado. La crisis arrambló con más de la mitad del empleo en la provincia. Tres de cada diez quieren trabajar y no pueden

06 agosto 2017 09:53 | Actualizado a 14 noviembre 2017 13:23
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España no es país para jóvenes. Tampoco lo es Tarragona, que muestra cifras de paro juvenil todavía deprimentes, por lo que tienen de drama enquistado, prácticamente estructural, y de difícil resolución a pesar de la mejora de los índices económicos.  

El mercado laboral, pese a la mejoría de los últimos tiempos, aún sigue fuertemente deteriorado tras una crisis que se llevó por delante más de 95.800 empleos en la provincia y dejó, según la EPA, cifras de paro jamás vistas con casi 119.000 personas sin trabajo en el primer trimestre de 2013, el más crítico de todos. 

En estos duros años, dos fueron los colectivos que quedaron heridos de muerte y que aún parecen lejos de recuperarse del duro golpe: los parados de larga duración y los jóvenes

Son comunidades todavía en retroceso o con recuperaciones tímidas o parciales, en contraste con unos datos generales que sí muestran más progreso y más inputs positivos. En las comarcas tarraconenses todavía hay 17.200 menores de 30 años en desempleo, pese a haberse reducido en 14.900 desde 2013. 

Una década desoladora

Esto supone que tres de cada diez (en concreto, el 34%) quieren trabajar y no pueden, puesto que la población activa de este colectivo asciende a 49.700 personas. 

La perspectiva de prácticamente una década es desoladora. Desde 2008, la crisis arrambló con 43.800 empleos juveniles, de personas que tienen entre 16 y 29 años. Sólo se han recuperado 300, una cifra ínfima, que no llega ni siquiera al 1%. Si en 2008 había 85.600 jóvenes trabajando en la provincia, a finales de 2015 la cifra era de 41.800, un batacazo del 51%, más de la mitad. Sólo durante 2016 hubo una cierta recuperación, llegándose a los 42.100 empleos, que se prolonga durante este año, aunque de manera tímida y con claroscuros. 

Respecto al empleo, la cosa tampoco pinta bien. Con la recesión, el empleo entre los jóvenes se fue destruyendo a un ritmo tan vertiginoso que en el año 2013, cuando se tocó suelo, se llegó a los 32.100 desocupados de este colectivo. A partir de ahí se inició, al igual que a nivel general, una recuperación, aunque demasiado débil. 

La OCDE cree que el alto fracaso escolar y las distintas modalidades de contrato con los factores por los que el empleo juvenil en España se redujo a la mitad entre 2007 y 2015, la mayor caída entre sus estados miembros. España es el cuarto país con una menor proporción de población empleada, tras Italia, Grecia y Turquía. Y, a la vez, es el segundo estado con mayor desempleo entre los 35 socios, con una tasa de paro del 17,8%, en abril de 2017, pese a haber disminuido ocho puntos porcentuales desde 2013.

Si nos ceñimos a los jóvenes, el panorama incluso empeora: el paro en las personas de 15 a 24 años se elevó en 2016 hasta un insostenible 44,5%, cuando la media de este club de los países más desarrollados se situó en el 13% y en Europa en el 18,7%. 
Esa destrucción masiva de puestos de trabajo afectó con especial virulencia a perfiles concretos: aquellos que no tenían estudios y, de manera, especial a los empleados de la construcción. El diagnóstico de la realidad más cercana va en esa línea. En el Camp de Tarragona, el 59% de los parados tenían sólo la educación general, según el último balance del Butlletí del Perfil de l’Atur. En las Terres de l’Ebre, el porcentaje se dispara hasta el 59%. 

¿No hay, dentro de este panorama, síntomas para el optimismo?. Es difícil hallarlos, incluso en aquellas situaciones en las que los datos parecen exhibir cierta mejora. En el último año la EPA contabilizó en la provincia 4.800 jóvenes menos desocupados. Sin embargo, no significa que todos estén trabajando. Los datos de la EPA reflejan un descenso muy abultado del desempleo entre menores de 30, pero la ocupación, el otro indicador a considerar, se ha movido mucho menos: hay sólo 300 ocupados más. 

¿A qué se debe ese inmenso desfase? Esos miles de jóvenes tarraconenses que ya no figuran como desempleados pero que tampoco están trabajando o bien han optado por estudiar o han salido de las listas a raíz del desánimo, algo también cada vez más habitual dadas las dificultades que presenta el mercado laboral. La situación queda refrendada por las cifras de inactivos. En el último año se añadieron a esa categoría 3.400 jóvenes de la provincia. Hay 49.700 en total. Son personas que ni trabajan ni están en el paro, es decir, totalmente desvinculadas del mundo laboral. 

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